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Atlantropa: un plan fantástico para acabar con la crisis moral y económica de Europa
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TODO SE SOLUCIONA DRENANDO EL MEDITERRÁNEO

Atlantropa: un plan fantástico para acabar con la crisis moral y económica de Europa

Herman Sörgel, un arquitecto alemán, diseñó un plan para drenar el Mediterráneo construyendo una enorme presa en Gibraltar y, así, acabar de un plumazo con el desempleo y los problemas energéticos

Foto: Plano de Atlantropa. (Deutsche Museum Munich)
Plano de Atlantropa. (Deutsche Museum Munich)

Aunque los felices años 20 trajeron la prosperidad a Estados Unidos y la calma a Europa, el viejo continente tenía entre manos tres enormes problemas: paro, superpoblación y una crisis energética inminente.

Muchos intelectuales pensaban que, tras el drama que había supuesto la I Guerra Mundial, Europa sería capaz de resolver sus conflictos fuera del campo de batalla. Otros pensaban, por el contrario, que si no se actuaba con rapidez y de forma contundente en pos de la confraternización de los europeos estallaría una nueva guerra. Como así ocurrió.

Entre estos últimos estaba Herman Sörgel, un arquitecto alemán, con poca fe en la política, que estaba convencido de que la solución para resolver la crisis moral y económica en la que estaba inmersa Europa pasaba por construir una enorme presa en el Estrecho Gibraltar. Su proyecto, bautizado como Atlantropa, pretendía rebajar el nivel del mediterráneo 100 metros en la parte occidental y 200 en la oriental lo que, según sus cálculos, permitiría recuperar unos 660.300 km² de tierra, un área mayor que la superficie de Francia, que podrían dedicarse a la agricultura.

Sörgel consideraba que Atlantropa era una opción viable y llegó, incluso, a recabar el beneplácito de algunos políticos y bastantes ingenieros

El proyecto, aseguraba Sörgel, acabaría de un plumazo con la mayor parte de los problemas de Europa. La presa, que aprovecharía el flujo de agua del Atlántico al Mediterráneo, produciría unos 50.000 megavatios de electricidad, la mitad de lo que necesitaba la Europa de entonces, lo que acabaría con la crisis energética. Su construcción, apuntaba, generaría un millón de puestos de trabajo, con lo que se solucionaría el problema del desempleo. Y, lo más importante, dado que los países europeos serían interdependientes, se esfumaría el fantasma de la guerra –si alguien se ponía tonto, el consejo independiente encargado de gestionar la presa y su central eléctrica podría cortarles la luz y acabar con la amenaza en cuestión de horas–.

Además de la presa, el visionario arquitecto planeó la construcción de otro gran dique entre Túnez y Sicilia, que evitaría que el nivel del Mediterráneo bajara demasiado y facilitaría la consexión entre África y Europa mediante una enorme autopista. También diseñó un túnel para el Estrecho de Gibraltar, que permitiría la creación de un tren directo entre Berlín y Ciudad del Cabo, así como un dique para que no se secara la laguna de Venecia (que según sus planes quedaría a 500 km del nuevo Adriático).

Es de suponer que los planes de Sörgel no le harían mucha gracia a los ecologistas de hoy en día, pero él mantenía que el impacto medioambiental de su proyecto era sostenible. El arquitecto pensaba que la cuenca del mediterráneo no estaba en su origen cubierta por agua, así que su proyecto no consistía tanto en ganar tierra al mar, sino en recuperarla. En su opinión, además, la bajada del nivel de las aguas sería beneficiosa para el clima, pese a que, hoy en día, parece improbable: al reducirse la superficie del mar se reducirían también las precipitaciones y el caudal de los ríos, además, aumentaría la salinidad del nuevo Mediterráneo, lo que sería fatal para gran parte de la flora y la fauna del continente.

Un proyecto para Europa, otro para África

Pero si hay algo que le importaba menos a Sörgel que la fauna, eran los africanos. Como muchos intelectuales de la época, el arquitecto creía en la superioridad moral de los europeos y no tenía ningún reparo en colonizar África y utilizarla para lo que considerara oportuno. Una segunda fase de Atlantropa pasaba por construir –sorpresa– una presa en el río Congo para crear un gigantesco lago artificial sobre los “improductivos” bosques de la zona (el plan ni siquiera se detenía a pensar en toda la gente que vivía allí, cuyos poblados, como Riaño, se hundirían en el lago). El enorme embalse estaría a su vez conectado con el lago Chad, que también aumentaría de nivel, lo que permitiría la creación de un “segundo” Nilo, que desembocaría en Tunez y permitiría, y este era el objetivo final, ganar tierras de cultivo al Sahara.

Visto hoy en día, Atlantropa puede parecer una chifladura, pero Sörgel y su equipo se tomaban el proyecto muy en serio. Lo consideraban una opción viable y llegaron, incluso, a recabar el beneplácito de algunos políticos y bastantes ingenieros e intelectuales. Además de todo lo descrito, su estudio diseñó centrales eléctricas, líneas de alta tensión e, incluso, los planos de las nuevas ciudades que habría que crear tras la bajada de las aguas.

Todo este material se conserva en el archivo del Deutsche Museum de Munich donde se pueden observar también las cartas de apoyo que recibió Sörgel así como los recortes de prensa que muestran el importante impacto que tuvo su proyecto en todo el mundo. Los promotores de Atlantropa pensaban que, pese a que los políticos no les hicieran caso en un primero momento, podrían ganarse a la ciudadanía, por ello ofrecieron ruedas de prensa, conferencias, elaboraron programas de radio e, incluso, compusieron una sinfonía para Atlantropa.

Pero, a la vista está, en Gibraltar nunca se llegó a construir una presa. Aunque mucha gente consideraba el proyecto tecnológicamente viable, lo que nadie veía claro es que los países de Europa fueran capaces de colaborar en un proyecto de tamaña envergadura. Sólo en el país natal de Sörgel, durante la República de Weimar, el proyecto despertó un interés real. En otros países, sin embargo, el no fue rotundo. Los italianos, por ejemplo, no querían ni oír hablar de que Génova o Napolés dejaran de ser ciudades costeras.

Tras el estallido de la II Guerra Mundial el plan de Sörgel cayó en el olvido y, después, la energía nuclear y el fin del colonialismo le quitaron el sentido

Tras la victoria de Adolf Hitler en las elecciones alemanas de 1933, Sörgel intentó que los nazis apoyaran su proyecto, pero el Tercer Reich no estaba por la labor de colaborar con el resto de países europeos. Además, Atlantropa había recabado el apoyo de distinguidos judíos –como el arquitecto Erich Mendelsohn– que veían en su plan la posibilidad de duplicar el territorio palestino, lo que les permitiría establecerse en la zona sin problemas. Y esto, probablemente, hizo el proyecto sospechoso a ojos del nacionalsocialismo.

Tras el estallido de la II Guerra Mundial el plan de Sörgel cayó en el olvido y, aunque el Instituto Atlantropa no cerró sus puertas hasta 1960, la llegada de la energía nuclear y el fin del colonialismo dejaron sin sentido al mismo.

Sörgel murió en la Navidad de 1952 atropellado mientras iba en bicicleta.

Aunque los felices años 20 trajeron la prosperidad a Estados Unidos y la calma a Europa, el viejo continente tenía entre manos tres enormes problemas: paro, superpoblación y una crisis energética inminente.

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