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Amables y destructivas: 6 pistas para desenmascarar a personas muy dañinas
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Amables y destructivas: 6 pistas para desenmascarar a personas muy dañinas

“No pueden demostrar que están enfadados e, incluso, pueden parecer educados y amables, pero debajo hay una intención manipuladora”: así son las personas más perjudiciales que conocerás

Foto: Siempre sonríe, pero la luz no engaña: te la va a jugar. (iStock)
Siempre sonríe, pero la luz no engaña: te la va a jugar. (iStock)

Todos nos hemos topado con alguna persona que, sin saber por qué, no nos acaba de caer del todo bien. Ese típico perfil que parece normal, incluso simpático, pero algo falla y no terminamos de conectar. En ocasiones es, simplemente un problema de conexión mutuo y no va más allá, otras veces tan solo es fruto de un juicio a primera vista y tras un rato hablando se nos pasa. Pero a veces este pensamiento persiste y, curiosamente, también le ocurre lo mismo al resto de personas con las que hablamos sobre ello.

Existen determinados rasgos personales que son difíciles de detectar, pero generan complicaciones a la hora de convivir con nuestro entorno. Uno de ellos es el comportamiento pasivo-agresivo. Este es tan difícil de tratar y diagnosticar que, incluso, genera una confrontación en la comunidad científica que todavía discute sobre si debe categorizarse como trastorno o no.

La principal característica de este comportamiento es que la agresividad no se desarrolla de la manera habitual, sino que se manifiesta con un comportamiento negativo, mostrando una actitud de rechazo, haciendo miraditas o manteniendo una actitud más fría de lo habitual. Es cierto que, quizá visto así, todos podríamos tener esa actitud cuando nos encontramos ante una situación en la que no podemos o no nos interesa contar lo que nos ocurre. Sin embargo, no hace falta ponernos hipocondríacos: el comportamiento pasivo-agresivo es excepcional. “No pueden demostrar que están enfadados e, incluso, pueden parecer educados y amables, pero debajo hay una intención manipuladora”, indica la psicoterapeuta y escritora Andrea Harm en su consultorio.

Las personas pasivas-compulsivas no saben decir que no y siempre tratan de agradar al resto

Esta actitud puede ser tan destructiva como difícil de entender. Lo más normal es que al topamos con una persona así, nos preguntemos qué le pasa, pero sin llegar a conocer el problema de fondo, algo que en otros casos sería mucho más sencillo de detectar. Para facilitar su comprensión, la trabajadora social y psicoterapeuta Amy Morin comparte en Psychology Today algunos de los detalles más significativos que comparten estas personas.

1. Dicen que sí, pero se ‘olvidan’ de las cosas

Las personas pasivas-compulsivas no saben decir que no, tratan de agradar al resto. Eso no significa que vayan a cumplir con esos compromisos. Cancelaciones a última hora, actitudes huidizas, excusas mal pensadas… Por no hablar de los olvidos: “Una persona pasivo-agresiva prefiere parecer despistada, que desagradable. En vez de negarse a trabajar en un proyecto, dirá que se olvidó de que lo tenía que hacer”, señala Morin. Incluso pueden llegar a hacer una tarea mal para así no realizar un trabajo que no quieren hacer.

2. No son claros

A menudo se cree que un pasivo-agresivo no comparte sus opiniones ni sus sentimientos, pero esto no es del todo cierto. Las personas con este comportamiento no suelen manifestar sus pensamientos en un primer momento y nunca con la persona con la que tienen el problema. Esto no significa que no vayan a quejarse a otras personas ni que traten de solucionar indirectamente sus molestias. Eso sí, sin afrontar frontalmente el problema.

3. Siempre sonríen

Podrán estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que pensamos, pero hemos de tener muy claro que va a ser realmente difícil que lo sepamos. Asentir y sonreír es su mejor arma, puesto que su máximo objetivo es el de evitar la confrontación a cualquier precio. Las palabras amables y la sonrisa podrán parecer algo positivo, pero este comportamiento dificulta la relación con ellos.

Recurren a tácticas de manipulación para satisfacer sus necesidades, en vez de pedir ayuda o hablar abiertamente

4. Se dejan vencer

“¿Para qué voy a intentarlo si no va a servir de nada?”, esta frase y otras por el estilo muestran a la perfección cómo realmente piensa un pasivo-agresivo. Parten de la premisa de que es imposible cambiar las cosas para así no tener que afrontar un problema. Esta pasividad no conduce a otra situación que la de acabar teniendo una vida repleta de metas inalcanzables y objetivos insatisfechos.

5. Son vengativos

A pesar de que siempre nos digan que no les ocurre nada, en realidad guardan muy bien aquello que les sienta mal. Esto no se queda en un simple recuerdo, sino que se transforma en una sed de venganza que tiene como único fin hacer daño a la persona que les ha causado molestias. Como es evidente, la venganza llegará a través de comportamientos velados, indirectas o reacciones de terceras personas.

6. Manipulan a la gente

Como ya hemos dicho, la mayor dificultad que tiene un pasivo-agresivo es la de enfrentarse a una problema. Cuando el obstáculo sea otra persona va a hacer todo lo posible para actuar sin que ésta se dé cuenta. “Recurren a tácticas de manipulación para satisfacer sus necesidades, en vez de pedir ayuda o hablar abiertamente”, señala Morin.

Si nos topamos con alguien así o nosotros mismos sentimos que podemos tener este problema, la mejor solución para combatirlo será recurrir a una palabra: asertividad. Tratar de ponernos en el lugar de los demás es la mejor solución, así como tener claro que de nada va a servir seguir eludiendo los diferentes conflictos que nos vayamos encontrando en nuestro día a día.

Todos nos hemos topado con alguna persona que, sin saber por qué, no nos acaba de caer del todo bien. Ese típico perfil que parece normal, incluso simpático, pero algo falla y no terminamos de conectar. En ocasiones es, simplemente un problema de conexión mutuo y no va más allá, otras veces tan solo es fruto de un juicio a primera vista y tras un rato hablando se nos pasa. Pero a veces este pensamiento persiste y, curiosamente, también le ocurre lo mismo al resto de personas con las que hablamos sobre ello.

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