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El secreto de la longevidad está oculto en los genes de los fumadores octogenarios
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sON UN "GRUPO BIOLÓGICAMENTE DISTINTO"

El secreto de la longevidad está oculto en los genes de los fumadores octogenarios

Un grupo de investigadores de la Universidad de California ha analizado el perfil genético de las personas fumadoras de edad avanzada y aseguran que cuentan con características especiales

Foto: Jeanne Calment en su 117 cumpleaños. (Corbis)
Jeanne Calment en su 117 cumpleaños. (Corbis)

Jeanne Calment es la persona más longeva de la historia de la que se tiene constancia. Nació en Arlés (Francia) en 1875 y murió 122 años y 164 días después, en 1997. Podríamos pensar que, para llegar a esa edad, la supercentenaria francesa tuvo que llevar una vida de los más saludable. Cierto es que montó en bici hasta los 100 años y practicó esgrima hasta los 85. Pero siempre bebió vino y, lo que es aún más sorprendente, fumó de los 21 a los 117 años.

Aunque casos como los de Calment son muy raros, cierto es que hay fumadores que llegan a ancianos sin que este vicio parezca haber hecho mella en su salud. No cabe duda, y es importante dejarlo claro, que fumar es una de las peores cosas que puedes haces con tu cuerpo. De media, la esperanza de vida de los fumadores es 10 años menor de aquellos que no lo son. Pero ¿por qué hay personas a las que esta costumbre tan nociva parece no afectarles?

Esa es la pregunta que ha tratado de responder el doctor Morgan E. Levine, experto en genética humana de la Universidad de California en Los Ángeles. Para responderla ha estudiado el genoma de fumadores octogenarios y ha llegado a una conclusión: estas personas podrían pertenecer a un “grupo biológicamente distinto” que el resto de nosotros, con una variables genéticas que les permiten responder de forma distinta a la exposición al tabaco.

Hay evidencias de que estos genes puede facilitar el aumento de la esperanza de vida incrementando el mantenimiento y la reparación celular

“Hemos identificado un conjunto de marcadores genéticos que, en conjunto, parecen promover la longevidad”, explica Levine en la nota de presentación del estudio, que se ha publicado esta semana en la revista The Journals of Gerontology, Series A: Biological Sciences & Medical Sciences. “Y es más, muchos de estos marcadores están en vías genéticas que habíamos descubierto que eran importantes para el envejecimiento y la esperanza de vida en modelos animales”.

Levine es claro al respecto: “Hay evidencias de que estos genes puede facilitar el aumento de la esperanza de vida incrementando el mantenimiento y la reparación celular. Por lo tanto, a pesar de que algunos individuos están expuestos a altos niveles de estresantes biológicos, como aquellos que se encuentran en el humo del tabaco, sus cuerpos parecen estar mejor dotados para hacer frente a estos y reparar el daño que causan”.

No, esto no te da permiso para fumar

Para llegar a estas conclusiones Levine y sus colegas utilizaron los datos de los participantes en el Health and Retirement Study, una investigación longitudinal que examina los marcadores sanitarios de aproximadamente 20.000 americanos de más de 50 años. De entre los sujetos del estudio, escogieron a 90 personas fumadoras de más de 80 años y 730 personas que habían sido fumadores pero murieron antes de los 70.

Tras comparar los datos, los investigadores descubrieron que los fumadores de más de 80 años tenían funciones fisiológicas similares, en términos de inflamación, presión arterial y función inmune, que el resto de personas no fumadoras de su grupo de edad. Sin embargo, los fumadores que habían muerto antes de llegar a los 70 tenían las funciones fisiológicas más debilitadas que los no fumadores de su edad.

Incluso entre aquellas personas genéticamente predispuestas a ser longevas dejar de fumar sigue siendo una de las mejores cosas que pueden hacer

¿Qué quiere decir esto? En opinión de Levine, el pequeño grupo de fumadores que logra pasar de los 80 años tienen una genética que les hace más resistentes a agentes dañinos como el humo del tabaco. El estudio, claro está, tiene sus limitaciones –se trata de una muestra relativamente pequeña y algunos de los datos del estudio los recogían los propios sujetos–, pero los invesigadores aseguran haber obtenido la suficiente información como para elaborar un perfil de riesgo genético entre los fumadores. No sólo han logrado predecir las posibilidad de una persona de llegar a una edad avanzada, sino también el riesgo de padecer cáncer, que es significativamente menor entre las personas con las variables genéticas protectoras que han identificado.

Todo esto, claro está, no puede servir de excusa para no dejar de fumar. “La proporción de personas que tienen una 'firma genética' que les puede ayudar a lidiar con el estrés biológico que provoca fumar es extremadamente pequeña y es por ello que nadie puede usar esta investigación como excusa para seguir fumando”, ha puntualizado Levine en The Washington Post. “Incluso entre aquellas personas genéticamente predispuestas a ser longevas dejar de fumar sigue siendo una de las mejores cosas que pueden hacer por su salud”.

El objetivo de este estudio no es, ni mucho menos, identificar qué personas son menos vulnerables al tabaco, sino identificar que configuración genética hace a algunos seres humanos más resistentes y más longevos, para ayudarnos en un futuro a vivir más y, sobre todo, mejor.

“Nuestra sociedad ha sido condicionada a aceptar una imagen muy negativa de ser viejo”, concluye Levine. “Sin embargo, hemos visto que algunas personas son capaces de vivir un siglo sin sufrir siquiera enfermedades ni discapacidad. Entender por qué es nuestra meta”.

Jeanne Calment es la persona más longeva de la historia de la que se tiene constancia. Nació en Arlés (Francia) en 1875 y murió 122 años y 164 días después, en 1997. Podríamos pensar que, para llegar a esa edad, la supercentenaria francesa tuvo que llevar una vida de los más saludable. Cierto es que montó en bici hasta los 100 años y practicó esgrima hasta los 85. Pero siempre bebió vino y, lo que es aún más sorprendente, fumó de los 21 a los 117 años.

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