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La triste, peligrosa y sucia verdad que se oculta entre tus sábanas
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EL ERROR DE HIGIENE MÁS COMÚN

La triste, peligrosa y sucia verdad que se oculta entre tus sábanas

Solemos olvidarnos de que el principal enemigo de nuestra higiene está en casa: nuestra cama puede convertirse en un jardín zoológico si no nos preocupamos por el estado de nuestra ropa de cama

Foto: Uno no está a salvo de la suciedad ni siquiera mientras duerme. (iStock)
Uno no está a salvo de la suciedad ni siquiera mientras duerme. (iStock)

Solemos pensar que la suciedad se encuentra fuera de casa, en la calle, en los parques, en los baños de los restaurantes o en los medios de transporte como el autobús o el metro, por lo que hacemos todo lo posible para evitar mantener contacto directo con paredes, suelos, barras de apoyo y otros potenciales portadores de microbios. Sin embargo, olvidamos que gran parte de la suciedad a la que estamos expuestos en nuestro día a día se encuentra en nuestro ámbito más íntimo. No en el cuarto de baño, no en el salón, ni siquiera en la cocina, sino en nuestros dormitorios. Más concretamente, entre las sábanas de tu cama.

El espacio que se encuentra entre el cubrecamas y la sábana es, en definitiva, un almacén de residuos que nuestro cuerpo produce, entre los que se encuentran el sudor, las excreciones urinarias y anales, los desechos vaginales o las omnipresentes células de la piel, así como una gran cantidad de bacterias, hongos, polen, pelusas y los restos de los cosméticos que utilizamos. Eso es lo que recuerda una y otra vez en sus habituales apariciones en prensa Philip Tierno, microbiólogo y patólogo de la Universidad de Medicina de Nueva York y autor de 'The Secret Life of Germs. Observations and Lessons from a Microbe Hunter' (Atria Books). En definitiva, pasamos por alto la gran cantidad de suciedad que hay en nuestras sábanas, lo que provoca que retrasemos su limpieza. Y no deberíamos, si no queremos pagar las consecuencias.

Lo que la suciedad esconde

“La piel humana es alimento para los ácaros del polvo”, recordaba el autor en un reportaje publicado en 'The Wall Street Journal'. “Una persona puede transpirar un litro de sudor en una noche, incluso más si duermes bajo un montón de sábanas”. Ello teniendo en cuenta que somos higiénicos y evitamos comer en la cama, dejar que nuestro perro se meta en la cama con nosotros o dormir totalmente desnudos. Ni que decir tiene que si no protegemos el colchón, este corre el peligro de convertirse en un “jardín zoológico y botánico”, en palabras del propio Tierno.

Muchos pensarán que si se trata de nuestras propias excreciones, no puede ser tan peligroso. Pero sí lo es, puesto que toda esta fauna presente en nuestra cama puede empeorar nuestras alergias y asma o, incluso, hacer aparecer determinadas reacciones alérgicas. Es el caso, por ejemplo, de la alergia a los hongos, que suele afectar a aquellos que ya responden de manera sintomática al contacto con ácaros, y que encuentran su hábitat natural en la humedad de nuestras sábanas. Si estornudamos mucho por las mañanas y por las noches, quizá el culpable sea toda esa ropa que nos rodea durante ocho horas al día mientras dormimos. Además, unas sábanas sucias tampoco son lo más recomendable si queremos mantener nuestra piel sana, ya que favorecen la aparición de acné.

Debido al tiempo que pasamos durmiendo y la proximidad de la almohada a las vías respiratorias, esta puede ser la primera fuente de hongos

No se trata únicamente de nuestras sábanas, sino también de la almohada, un complemento del que solemos olvidarnos a menudo. Como descubrió una investigación publicada en la revista 'Alergy', “la almohada típica contiene una carga sustancial de varias especies de hongos, sobre todo el 'Aspergillus fumigatus'”. Una variedad que puede causar enfermedades a las personas inmunodeprimidas. Por eso, los autores del estudio recordaban que “debido al tiempo que pasamos durmiendo y la proximidad de la almohada a las vías respiratorias, las almohadas sintéticas y de plumas pueden ser la primera fuente de hongos”.

La solución: ser un poco más limpios

Obviamente, ni siquiera Howard Hughes y su obsesión por la limpieza podrían haber garantizado un entorno totalmente limpio de microbios, con los que estamos obligados a convivir (y no en todas ocasiones son peligrosos, ni mucho menos). Pero sí podemos hacer unas cuantas cosas para garantizar que nuestras sábanas no se llevan de visitantes indeseados. ¿Adivinan? Sí, basta con limpiarlas más a menudo de lo que lo solemos hacer. Una buena periodicidad es la semanal, aunque si nos retrasamos un poco, tampoco ocurre nada, pero recordemos hacerlo de manera habitual.

También deberíamos lavar periódicamente nuestro edredón, aunque en dicho caso podemos esperar hasta que pasen seis meses

La temperatura a la que debemos lavar las sábanas es, según recomienda Tierno, de entre 55 y 65 grados celsius. Posteriormente, debemos secar las prendas con un programa de agua caliente. La lejía es también un buen aliado, puesto que es germicida. También deberíamos lavar periódicamente nuestro edredón, aunque en dicho caso podemos alargarnos hasta los seis meses, como sugiere en una entrevista con 'Tech Insider'. Tan sólo nos queda preocuparnos por nuestra almohada, que según declaraba el experto Robert Oexman del Sleep To Live Institute en 'The Daily Mail' deberíamos cambiar cada seis meses. ¿Cuándo fue la última vez que compraste una almohada? ¿Y que lavaste las sábanas? ¿Qué pasa con en el edredón? Ya sabes, estás tardando.

Solemos pensar que la suciedad se encuentra fuera de casa, en la calle, en los parques, en los baños de los restaurantes o en los medios de transporte como el autobús o el metro, por lo que hacemos todo lo posible para evitar mantener contacto directo con paredes, suelos, barras de apoyo y otros potenciales portadores de microbios. Sin embargo, olvidamos que gran parte de la suciedad a la que estamos expuestos en nuestro día a día se encuentra en nuestro ámbito más íntimo. No en el cuarto de baño, no en el salón, ni siquiera en la cocina, sino en nuestros dormitorios. Más concretamente, entre las sábanas de tu cama.

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