Es noticia
Los cabrones sin escrúpulos, explicados por la neurociencia
  1. Alma, Corazón, Vida
DESCUBRE SI ERES UNO DE ELLOS

Los cabrones sin escrúpulos, explicados por la neurociencia

Un experimento realizado por investigadores húngaros explica qué ocurre en el cerebro de las personas más maquiavélicas cuando se encuentran con un pobre hombre al que engañar

Foto: '¿Cuál será la mejor manera de aprovecharse de este pardillo?' (iStock)
'¿Cuál será la mejor manera de aprovecharse de este pardillo?' (iStock)

Todos hemos conocido a alguien que no muestra ninguna clase de reparo a la hora de utilizar a los demás para su propio beneficio, personas capaces de pisotear las buenas intenciones, los derechos y la dignidad de sus compañeros de trabajo para conseguir un aumento, un ascenso o una palmadita en la espalda. Sus víctimas sienten que hay algo injusto en tal situación, no sólo porque estos gilipollas lleguen más lejos que nosotros, sino porque parece haber una diferencia de base que explica por qué ellos triunfan y nosotros no: ellos parecen programados para no sentir ningún remordimiento por su comportamiento, mientras que nosotros no somos capaces ni de contar una mentira piadosa sin pensar que vamos a ir al infierno.

La psicología utiliza el concepto de “maquiavelismo” para referirse a este rasgo de la personalidad. Es uno de los tres que conforman la conocida como “triada oscura” junto al narcisismo (caracterizado por el egocentrismo, el orgullo y la falta de empatía) y la psicopatía (definida por la impulsividad, egoísmo, comportamiento asocial y falta de remordimiento). Aunque los maquiavélicos tienen mucho que ver con estos otros dos tipos humanos, lo que les distingue es su frecuente manipulación de los demás, su absoluta despreocupación por la moralidad y la persecución imparable de su propio interés.

El cerebro de los maquiavélicos se ponía a mil cuando se encontraban con alguien a quien podían engañar

Una nueva investigación publicada en el último número de Brain and Cognition y realizada por psicólogos húngaros explica qué ocurre en el cerebro de los maquiavélicos cuando llevan a cabo sus discutibles hazañas. ¿La conclusión? Que la cabeza de estos trepas se pone a pleno funcionamiento cuando se encuentran con alguien más legal que ellos, dispuesto a cooperar y a ayudarlos: en ese momento, el maquiavélico empieza a maquinar de qué manera se va a aprovechar del pobre infeliz que se ha cruzado en su camino.

Un juego para descubrir nuestro lado oscuro

La naturaleza del experimento realizado por los investigadores de la Universidad de Pécs ha sido detallada en un artículo publicado en New York Magazine. Este reunió a un grupo de personas que habían registrado niveles altos y bajos en la escala de maquiavelismo, a los que se asignaron diferentes parejas en distintas situaciones. Los participantes debían elegir qué cantidad del dinero que les asignaron querían invertir en sus compañeros. Cuando esto ocurría, la cantidad se triplicaba, y el que había recibido el dinero (en realidad, un programa informático) decidía de nuevo cuánto devolverle.

Las posibilidades eran dos: o que le entregase una cantidad más o menos justa (alrededor de un 10% más o menos de la inversión inicial, es decir, 90 céntimos o 1,10 si se entregaba un euro) o evidentemente injusta (alrededor de un tercio, es decir, 30 céntimos por una inversión de un euro). Los roles cambiaban a medida que el experimento se desarrollaba, de forma que aquellos que ya conocían la actitud de su supuesto beneficiario decidían si querían corresponder su buena o mala voluntad. Unos escáneres cerebrales permitieron a los investigadores entender qué pasaba por su cabeza durante el proceso.

No fue una gran sorpresa que los maquiavélicos terminasen con más dinero al final del experimento que los bien intencionados: tan simple como que los trepas no suelen corresponder de manera recíproca el altruismo de los demás. Más sorprendente fue la actividad cerebral que mostraba su cerebro cuando se encontraban frente a alguien que se comportaba de forma generosa y que no se reproducía los participantes menos trepas: “Nuestros resultados revelan que una situación social que implica oportunidades para explotar a los demás puede ser más exigente para los maquiavélicos que muestran mayor actividad en una situación justa que en la injusta”, señala la investigación.

En concreto, las reacciones cerebrales eran las siguientes: una excitación de la corteza dorsolateral prefrontal, algo que los investigadores relacionan con la inhibición de una respuesta socio-emocional hacia la cooperación del resto de participantes; y una mayor actividad del giro interior frontal, relacionado con la evaluación del comportamiento de las personas que nos rodean, que sugiere que estos cabroncetes interesados estaban maquinando cuál podía ser la manera más eficiente de aprovecharse del bienintencionado compañero. Aunque, como recuerda Christian Jarrett en el artículo, el estudio puede pecar de intentar interpretar las respuestas cerebrales a partir de la reputación que se suele adjudicar a cada una de las zonas cerebrales.

El test que te permite saber si eres uno de ellos

El político y filósofo florentino Nicolás Maquiavelo ha servido a los psicólogos de inspiración desde hace siglos. No es de extrañar, teniendo en cuenta que es uno de esos personajes históricos que han conseguido que su nombre se convierta en un arquetipo del carácter humano; en este caso, uno asociado a la manipulación, el engaño y la ausencia de escrúpulos. Tanto es así que durante los años 60, los psicólogos sociales Richard Christie y Florence L. Geis desarrollaron un test para adivinar el nivel de maquiavelismo de cada persona, y que sigue utilizándose en algunas de estas investigaciones.

El test, que recibió el nombre de Mach IV, utilizaba algunas de las máximas del autor de El príncipe, con las que los participantes debían señalar si estaban o no de acuerdo en una escala del uno al cinco y que también puede realizarse online. Estas son algunas de las frases:

  • Nunca le digas a nadie la razón verdadera por la que has hecho algo a no ser que sea útil.
  • La mejor manera de tratar a la gente es decirle lo que quiere oír.
  • Uno debería actuar sólo cuando es moralmente correcto.
  • La mayor parte de las personas son buenas y amables.
  • Se puede dar por seguro que todas las personas tienen un lado oscuro que saldrá a la luz en cuanto tengan la oportunidad.
  • La sinceridad es la mejor política en todos los casos.
  • No hay excusas para mentir a alguien.
  • En general, la gente no trabaja duro a no ser que la obliguen a ello.
  • En términos generales, es mejor ser humilde y honesto que importante y deshonesto.
  • Cuando le pides a alguien que haga algo por ti, es mejor dar la razón verdadera por la que quieres que lo haga que inventar otras razones de más peso.
  • La mayor parte de la gente que triunfa lleva una vida moral y limpia.
  • Cualquiera que confíe por completo en otra persona está buscándose problemas.
  • La mayor diferencia entre la mayor parte de criminales y los demás es que los criminales son lo suficientemente estúpidos como para que los atrapen.
  • La mayor parte de gente es valiente.
  • Es sabio halagar a la gente importante.
  • Es posible ser bueno en todos los sentidos.
  • PT. Barnum estaba equivocado cuando dijo que cada minuto nace un gilipollas.
  • Es difícil salir adelante sin tomar el camino más corto alguna que otra vez.
  • La gente que sufre de enfermedades incurables debería poder elegir si quiere acabar con su vida de forma indolora.
  • La mayor parte de la gente olvida más fácilmente la muerte de sus padres que la pérdida de sus posesiones.

Todos hemos conocido a alguien que no muestra ninguna clase de reparo a la hora de utilizar a los demás para su propio beneficio, personas capaces de pisotear las buenas intenciones, los derechos y la dignidad de sus compañeros de trabajo para conseguir un aumento, un ascenso o una palmadita en la espalda. Sus víctimas sienten que hay algo injusto en tal situación, no sólo porque estos gilipollas lleguen más lejos que nosotros, sino porque parece haber una diferencia de base que explica por qué ellos triunfan y nosotros no: ellos parecen programados para no sentir ningún remordimiento por su comportamiento, mientras que nosotros no somos capaces ni de contar una mentira piadosa sin pensar que vamos a ir al infierno.

Neurociencia Enfermedades mentales Psicología social
El redactor recomienda