Es noticia
Cristianismo “sin Dios” y activismo social: la historia de los curas que la Iglesia olvidó
  1. Alma, Corazón, Vida
EL LADO MÁS SOCIAL DE LA IGLESIA

Cristianismo “sin Dios” y activismo social: la historia de los curas que la Iglesia olvidó

Un nuevo libro narra la llegada de los primeros curas obreros al extrarradio madrileño y explica fenómenos como el de la iglesia de San Carlos Borromeo a través de su pensamiento y obras

Foto: La antigua capilla de la iglesia acoge a cinco familias de inmigrantes bolivianos expulsados de su casa. (Efe/Zipi)
La antigua capilla de la iglesia acoge a cinco familias de inmigrantes bolivianos expulsados de su casa. (Efe/Zipi)

El verano de 2007, la parroquia de San Carlos Borromeo de Entrevías, en el madrileño barrio de Vallecas, saltó a los noticiarios gracias a su enfrentamiento con el Arzobispado que concluyó con la decisión de rebajar su categoría de parroquia a centro pastoral. Aunque llevaba años ocurriendo, muchos cristianos se llevaron las manos a la cabeza ante las misas con pan de molde, el carácter asambleario de las reuniones de cada domingo o las críticas de sus responsables hacia el Opus Dei. En definitiva, no ceñirse a la ortodoxia católica los condujo a la pérdida de categoría, aunque ello hiciese olvidar el importante trabajo social que durante años han llevado a cabo con los vecinos más desfavorecidos de la zona, entre los que se encuentran inmigrantes, drogadictos y chabolistas.

Si en su día resultó tan llamativo quizá se debe a que en España no estamos tan acostumbrados como en otros países latinoamericanos a la filiación más izquierdista y social de los religiosos. En El “cristianismo sin Dios” en Madrid. De los curas rojos a la misa con pan de molde (Editorial UOC), el periodista Álvaro 'Corazón Rural' traza la historia de estos religiosos, que siguen lo que él considera “una interpretación literal del Evangelio”, desde los años de la posguerra hasta nuestros días. El relato es doble: por una parte, refleja los conflictos sociales de la capital, de las asociaciones de vecinos que combatieron las expropiaciones de la M30 pasando por la plaga de la drogadicción hasta llegar, hoy en día, a la inmigración y los CIE. Quizá por eso convenga entender de dónde vienen y a dónde van y, sobre todo, cómo encajan en la burocracia eclesiástica.

Del Concilio Vaticano a la insumisión

“No hay una diferencia sustancial con los religiosos de Latinoamérica que viven con los pobres, como el padre Nicolás Castellanos en Bolivia”, explica el autor a El Confidencial. “El esquema que se repite, por lo que yo he podido ver y entender en este reportaje, es que en la San Carlos Borromeo no solo se ayuda a los pobres, sino que se vive con ellos, que es muy distinto. Y esa es su principal seña de identidad tanto en Vallecas como en Nicolás de la Sierra”. Como recuerda el libro, la primera norma que los rige no es tanto asistir al desamparado como denunciar la pobreza o la injusticia: “Para ellos tan importante como atender las necesidades es denunciarlas y eso es lo que les hace entrar en contacto con todos los movimientos de los barrios, que particularmente en Vallecas son muy activos”.

El nombre que le des a Dios al final es secundario para compartir la vida

Algo que ha llevado a los párrocos de la iglesia como Javier Baeza o Enrique de Castro a la confrontación con los poderes, como muestra el correo electrónico eviado al ministro del Interior Jorge Fernández solicitando que enviase a su parroquia a los inmigrantes devueltos en caliente después de que este declarase que se los mandaría a quien lo pidiese. Menos visible es el trabajo diario que se realiza para que los vecinos del poblado chabolista del Gallinero puedan ducharse, que sus hijos acudan diariamente a clase desayunados o dispongan de asistencia jurídica. Es decir, de todo aquello de lo que, al menos durante la etapa del PP, el ayuntamiento de la capital se había desentendido.

Para entender los orígenes de este movimiento hay que remontarse a las biografías de algunos de los protagonistas del reportaje. El padre Llanos llegó a hacer ejercicios espirituales con Franco antes de irse a vivir a las chabolas vallecanas en 1955 y militar en el Partido Comunista y Comisiones Obreras; Mariano Gamo pasó de capellán del Frente de Juventudes en Madrid a militante de la ORT (Organización Revolucionaria de Trabajadores) y a ocupar un escaño por IU en la Asamblea de Madrid; la familia de Enrique de Castro era afín al régimen, que no a Franco. Una evolución tanto interna de un país en el que el éxodo rural, el paro y la droga generaron nuevas necesidades sociales y formas de relación con la parroquia como externa, producto del aperturismo de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II de 1959.

Es fácil ver esa tradición de curas “obreros” como hijos de la modernización de la Iglesia y primos hermanos de la teología de la liberación: “Todo viene a ser lo mismo”, explica el periodista. “Movimientos dentro de la Iglesia que entienden o sienten su fe de una manera lo más apegada posible al mensaje de Jesús. Cristo en la sociedad judía se situaba del lado de los llamados 'impuros', prostitutas, enfermos, marginados, etc., de la época. De los más desfavorecidos con un mensaje claro: el hombre está por encima de las leyes”. De ahí que muchos musulmanes acudan a San Carlos Borromeo habitualmente y Javier Baeza reconozca que “el nombre que le des a Dios al final es secundario para compartir la vida”. O, como resume Gamo al final del libro, “hay cristianos sin Cristo y sin Dios, porque las obras son las que nos acreditan”.

El futuro de la Iglesia

Leyendo el reportaje, es fácil caer en la tentación de sospechar que muchos de estos curas rojos lo son por circunstancias históricas o personales (de Baeza, el autor asegura que se hizo cura “sin excesiva convicción”, aunque matiza que se refiere a “la poca seducción” que ejercían sobre él los aspectos más esotéricos del dogma), y que en otra coyuntura habrían compaginado su lado activista con profesiones laicas. ¿Es la religión un aspecto secundario en su labor? “Deberían contestarte ellos a algo tan personal, pero creo que no. Algo similar le sugerí yo a Enrique de Castro en su casa y me contestó, después de una pausa y un silencio, que no. Me dijo: 'Porque yo me lo creo'”. Asunto diferente es que, en sus casos, la posibilidad de una vida ultraterrena o el Misterio de la Santísima Trinidad sean temas secundarios frente al auxilio del prójimo.

Se pusieron muchas medidas desde la jerarquía eclesial para impedir que fenómenos derivados de los curas obreros pudieran repetirse

Si los métodos y objetivos de estos curas de izquierdas resultan aparentemente heterodoxos no se debe únicamente a la idiosincrasia de un país donde las corrientes más conservadoras del catolicismo dirigen la jerarquía eclesiástica, sino también al papel jugado por Juan Pablo II durante sus casi 27 años de papado. “Juan Pablo se lo cargó todo. Tenía una visión totalmente antitética del Concilio Vaticano II, que no había llegado muy lejos, pero que abrió unas nuevas vías. Hubo obispos teólogos y curas que dieron su vida, que se los cargaron, y también hubo pactos del Vaticano con Estados Unidos para acabar con ellos”, explica en el libro Enrique de Castro.

Aunque el religioso expresa su voluntad de que la Iglesia de abajo “vuelva a despuntar un poco” y el papado de Francisco parece traer vientos de cambio, hay pocas posibilidades de que esta estirpe conozca un relevo desde dentro de la jerarquía religiosa, no tanto en un activismo reactivado desde el 15-M. “Ellos son muy conscientes de que tal y como están las cosas no hay relevo”, explica el periodista. “Se pusieron muchas medidas desde la jerarquía eclesial para impedir que fenómenos derivados de los curas obreros pudieran repetirse”. Entre ellas, el retorno al aislamiento de los seminarios. “Lo que es un hecho es que la Iglesia cada vez cuenta con menos capital humano en la sociedad moderna para nutrir sus filas, aunque sean individuos aferrados al dogma”, concluye el autor. “Mariano Gamo dice que los cambios no terminan de llegar porque los que mandan son conscientes de que solo pueden 'mantener el chiringuito'”. Su herencia podrá seguir viéndose en las iglesias de los barrios periféricos de Madrid, en sus manifestaciones públicas o en los partidos políticos emergentes.

El verano de 2007, la parroquia de San Carlos Borromeo de Entrevías, en el madrileño barrio de Vallecas, saltó a los noticiarios gracias a su enfrentamiento con el Arzobispado que concluyó con la decisión de rebajar su categoría de parroquia a centro pastoral. Aunque llevaba años ocurriendo, muchos cristianos se llevaron las manos a la cabeza ante las misas con pan de molde, el carácter asambleario de las reuniones de cada domingo o las críticas de sus responsables hacia el Opus Dei. En definitiva, no ceñirse a la ortodoxia católica los condujo a la pérdida de categoría, aunque ello hiciese olvidar el importante trabajo social que durante años han llevado a cabo con los vecinos más desfavorecidos de la zona, entre los que se encuentran inmigrantes, drogadictos y chabolistas.

Religión Izquierda Unida Opus Juan Pablo II Cristianismo
El redactor recomienda