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¿Quieres saber lo que es un orgasmo de piel? Escucha música
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EL PODER ERÓTICO DE LA MELODÍA

¿Quieres saber lo que es un orgasmo de piel? Escucha música

Una reciente investigación explica por qué determinadas combinaciones musicales pueden acelerar nuestro pulso, hacernos sentir placer y ponernos el corazón a mil

Foto: Oye como ya, mi ritmo / bueno pa' goza'. (iStock)
Oye como ya, mi ritmo / bueno pa' goza'. (iStock)

Imagínate que estás en los servicios del trabajo. O en el supermercado. O en un bar por la noche. O en un restaurante con los maigos. Y de repente empiezas a sentir cómo tu corazón empieza a acelerarse, tu rostro se sonroja, comienzas a sudar y experimentas cierta excitación sexual. No, aunque lo parezca no estamos hablando de los no demasiado habituales orgasmos espontáneos, sino de algo mucho más frecuente: una sensación turbadora y excitante que nos embarga cuando escuchamos una de nuestras canciones preferidas.

Este fenómeno tan común a todas las culturas humanas ha interesado a mucha gente, científicos o no, aficionados a la música o no, desde hace siglos. Una de ellas es Psyche Loui, psicóloga de la universidad de Wesleyan, pianista y violinista que ha publicado en Frontiers in Psychology una investigación sobre dicho tema, firmada junto a su estudiante Luke Harrison. Este estudio, que ha sido popularizado por un artículo publicado en BBC, le da un nombre bastante original a dicha sensación: skin orgasms, es decir, orgasmos de piel… aunque los autores prefieren utilizar el término frisson (escalofrío), un poco más sutil.

Cuanto más estrecha sea la conexión entre las regiones del cerebro destinadas a lo emocional, lo social y lo auditivo, más frecuente es esta sensación

“La experiencia estética puede ser tan intensa que no puedes evitarlo”, explica la investigadora respecto a este tipo de “orgasmos”. En su investigación, los participantes escucharon sus canciones preferidas mientras eran sometidos a un escáner fMRI, de forma que han conseguido entender mejor el funcionamiento del cerebro cuando experimenta esta sensación y descubrir cuáles son las particularidades musicales que la provocan.

Las canciones que te erizan el vello

No toda la música causa las mismas sensaciones a las mismas personas, pero dicha experiencia no es totalmente subjetiva, sino que hay determinados condicionantes que la favorecen. Como detallan Louis y Harrison en su investigación, lo más importante son las expectativas que tenemos a la hora de escuchar una melodía. Como bien sabe cualquiera que haya estudiado un poco de teoría musical, la armonía y melodías occidentales se basan en la resolución de las tensiones causadas por la utilización de determinadas progresiones y combinaciones de notas. Las expectativas truncadas, paradójicamente, generan esta sensación.

Si una canción es demasiado previsible, la ignoramos o la consideramos blanda. Si una canción es demasiado extraña (según nuestra costumbre y criterio), nos parecerá ruido. Son precisamente las composiciones que traicionan levemente las expectativas –algo que en muchos casos se traduce en cambios armónicos radicales, en apoggiaturas (breves adornos disonantes con la armonía del tema) o repentinas subidas de volumen– las que generan esta sensación. BBC ha realizado una playlist con algunas de las canciones que encajan en dicha descripción, de Rachmaninoff a «Someone Like You», el gran éxito de Adele, por si el lector quiere ponerse a prueba:

Cuando ocurre algunas de estas cosas en un tema musical, el sistema nervioso excita una de sus regiones más primitivas, el tallo cerebral, que provoca todos estos reflejos automáticos. No sólo eso, sino que este proceso provoca la liberación de dopamina en el núcleo accumbens y el caudado; sí, la misma hormona que se pone en funcionamiento cuando hacemos el amor, consumismos drogas o sentimos fervor religioso. Paradójicamente, conocer una canción no provoca que dicha sensación se reduzca o desaparezca al saber qué es lo que va a ocurrir. Al contrario, el conocimiento previo provoca que sea aún más fuerte, ya que en dichos casos nos ocurre lo mismo que al perro de Pavlov: que nos ponemos a salivar porque ya sabemos lo que se avecina. Básicamente, la canción nos ha amaestrado para sentir excitación en determinados momentos.

A ello hay que añadir el carácter individual de la experiencia musical, que provoca que “nuestras propias experiencias autobiográficas interactúen con el dispositivo musical”, así como con el social: como explica Loui, recientes investigaciones han demostrado que cuanto más estrecha sea la conexión entre las regiones del cerebro destinadas a lo emocional, lo social y lo auditivo, más frecuente es esta sensación.

Imagínate que estás en los servicios del trabajo. O en el supermercado. O en un bar por la noche. O en un restaurante con los maigos. Y de repente empiezas a sentir cómo tu corazón empieza a acelerarse, tu rostro se sonroja, comienzas a sudar y experimentas cierta excitación sexual. No, aunque lo parezca no estamos hablando de los no demasiado habituales orgasmos espontáneos, sino de algo mucho más frecuente: una sensación turbadora y excitante que nos embarga cuando escuchamos una de nuestras canciones preferidas.

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