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Las colegialas de Japón: su lado oscuro
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EL NEGOCIO DEL JK

Las colegialas de Japón: su lado oscuro

El 'Joshi kosei osampo', más conocido como JK, es un perturbador servicio que ofrecen las adolescentes japonesas que, en ocasiones, se convierte en una auténtica pesadilla

Foto: Una 'colegiala' en una calle de Akihabara. (John Gillespie/CC)
Una 'colegiala' en una calle de Akihabara. (John Gillespie/CC)

Lisa tenía sólo 16 años cuando empezó a trabajar en Akihabara, uno de los barrios más bulliciosos de Tokio. Como muchas otras chicas de su edad ofrecía lo que se conoce como 'Joshi kosei osampo' (JK), literalmente “paseos honorables con chicas de secundaria”. Sus clientes, señores de entre 20 y 80 años, le pagaban entre 40 y 80 dólares la hora, por charlar o invitarla a cenar.

Como explican Jake Adelstein y Angela-Erika Kubo en Vice News, este servicio, aunque está vigilado de cerca por la policía, bordea en demasiadas ocasiones la ilegalidad. Muchas chicas se niegan a pasar de dar paseos, charlar o, como mucho, dar un masaje, pero es difícil librarse de la dura y pura prostitución.

Es lo que le ocurrió a Lisa (que oculta su nombre real). Cuando tenía 17 años uno de sus clientes de unos 30 años la llevó a cenar y le ofreció ir a un hotel a cantar karaoke. Le dijo que le pagaría más y que no iban a mantener relaciones. Pero cuando llegaron a la habitación cerró la puerta, la acorraló y la violó. Mientras lloraba, el hombre anotó el número de teléfono de la chica y su DNI.

“Me invitó a ir a la policía”, ha explicado Lisa. “Me dijo: 'puedes ir a la policía y decirles lo que quieres, entonces les diré que eres una pequeña puta. Que no te pagué por nada y que me estás extorsionando. Entonces irás a una prisión juvenil por ser una prostituta adolescente'. Estaba muy furiosa y asustada. Era la víctima, pero tenía razón, no quería llamar a la policía”.

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Un fenómeno extendido y de largo recorrido

Aunque no todas las chicas que dan paseos vestidas de colegialas acaban como Lisa, muchas ofrecen servicios que van mucho más allá que una simple charla. Como explica otro redactor de Vice, Simon Ostrovsky, en un perturbador documental grabado en Akihabara, las colegialas ofrecen sus servicios en plena calle. Y no es difícil encontrar a muchachas que han acabado vendiendo su sexo antes de cumplir siquiera la mayoría de edad.

Es el caso de una de las muchachas que aparecen en el documental. A los 16 años empezó a trabajar en el negocio del JK porque su madre tenía una enfermedad mental y nadie podía sacar adelante la familia. Sus citas pronto se intensificaron y enseguida empezaron a ofrecerle más dinero por nuevos servicios, cada vez más raros, hasta que al final acabó acostándose con sus clientes.

Parte de los motivos por los que existe esto es porque hay muy pocas oportunidades para las mujeres

Visto desde fuera, mucha gente cree que las chicas se visten de colegialas como parte de un juego de roles. Pero lo cierto es que la mayoría son colegialas de verdad. En el vídeo, la chica, que no revela su nombre, explica que nunca tuvo que vestirse para ofrecer sus servicios porque sus clientes prefieren niñas escolares de cara joven; de hecho, los calcetines hasta la rodilla y la falda a cuadros no eran parte de un conjunto cuidadosamente escogido; era lo que llevaba a la escuela secundaria como estudiante de 11º grado.

“No están llevando disfraces”, asegura Ostrovsky. “Están llevando sus uniformes”. Pero esta prostitución infantil encubierta sólo es perseguida en ocasiones excepcionales: hay una comisaría justo al lado de la zona donde las colegialas ofrecen sus servicios.

“Todo el mundo sabe que está ahí, pero nadie está haciendo nada para evitarlo”, explica el periodista. Y no es un fenómeno nuevo. Fue en los 90 cuando se puso de moda la estética de los colegialas. Surgieron bandas de pop formadas por adolescentes vestidas de uniforme –algunas como AKB48 son auténticos fenómenos de masas–, a cuyos conciertos sólo acuden hombres mayores. Y el JK se convirtió en una salida fácil para muchas chicas que necesitaban dinero rápido.

placeholder Una chica promociona sus servicios en el barrio de Akihabara. (Taichiro Ueki/CC)

Un problema difícil de abordar

“Parte de los motivos por los que existe esta especie de cultura de las Lolitas en Japón es porque hay muy pocas oportunidades para las mujeres”, explica en el documental Jake Adelstein, un periodista estadounidense que lleva décadas trabajando en Japón. “Y es algo difícil de evitar. Esta sociedad es una de las más misóginas y sexistas del mundo desarrollado. No me gustaría ser una mujer aquí”. El país nipón tampoco se distingue por ofrecer unos servicios sociales muy espléndidos y muchas adolescentes que tienen dificultades monetarias acaban en el negocio para sobrevivir.

Por supuesto, la prostitución infantil no es legal en Japón. El pasado mes de mayo la policía de Tokio arrestó a tres hombres que dirigían un negocio en el que se permitía a los consumidores masculinos ver a adolescentes en ropa interior. El problema es que, al permitir servicios como dar paseos o leer el futuro –que son legales– es difícil comprobar que una cosa no lleve a la otra, y muchas de las mujeres que acaban en la prostitución no se atreven a decírselo a nadie.

“Desafortunadamente el problema subyacente es que las mujeres son culpadas por venderse a si mismas”, explica Yumeno Nito, una trabajadora social que trata de sacar a las adolescentes del negocio. “Muchas de estas chicas se han encontrado con el aislamiento en casa o en la escuela una vez que han pasado la barrera”.

Lisa tenía sólo 16 años cuando empezó a trabajar en Akihabara, uno de los barrios más bulliciosos de Tokio. Como muchas otras chicas de su edad ofrecía lo que se conoce como 'Joshi kosei osampo' (JK), literalmente “paseos honorables con chicas de secundaria”. Sus clientes, señores de entre 20 y 80 años, le pagaban entre 40 y 80 dólares la hora, por charlar o invitarla a cenar.

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