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Las palabras que nunca debes pronunciar para no parecer un "quiero y no puedo"
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MULETILLAS QUE NOS HACEN QUEDAR MAL

Las palabras que nunca debes pronunciar para no parecer un "quiero y no puedo"

En ocasiones utilizamos determinados términos que o bien no significan nada o dan una imagen negativa de nosotros, y lo peor es que lo hacemos sin que nos demos cuenta. Vigila tu lenguaje

Foto: "Aquí hay unas cosas que os quiero contar que he hecho estos días..." (iStock)
"Aquí hay unas cosas que os quiero contar que he hecho estos días..." (iStock)

Que una expresión sea gramaticalmente correcta no quiere decir que esté bien utilizada ni que que no nos vaya a hacer quedar mal. Hay determinadas palabras que utilizamos con mucha frecuencia y que, sin darnos cuenta, no dicen nada bueno de nosotros, aunque parezcan términos poco significativos. Quizá no nos hagan pasar por incultos, pero sí pertenecen a un registro demasiado coloquial y dan lugar a ciertas implicaciones en nuestro discurso que pueden restarle credibilidad.

Muchas de ellas podrían clasificarse dentro del grupo de las muletillas, esas palabras que se repiten por hábito y de las que, por lo general, se puede prescindir sin ver alterado el significado de la oración. Las repetimos porque en una intervención oral nos vienen bien para suavizar nuestra argumentación y darnos tiempo a pensar. Ya hemos hablado de los errores que cometemos y que nos hacen parecer gente sin clase, así como de las frases que hacen pensar a los demás que no tenemos ni idea de lo que hablamos. Ahora es el turno de todas esas palabras que podemos eliminar por completo, porque nadie las echará de menos.

Hacer: “Voy a hacer una cena en mi casa”

Los periodistas deberían saber, aunque no siempre lo recuerden, que hay determinados verbos como “hacer”, “tener”, “decir” o “dar” que son comodines de significado muy amplio y que deben sustituirse por un sinónimo más apropiado. Por ejemplo, en la frase que encabeza el epígrafe, en lugar de hacer una cena mejor sería que la organizásemos. “Producir”, “elaborar”, “inventar”, “realizar”, “terminar”, “ejecutar”, “representar” y unas cuantas decenas más de palabras son buenos sustitutos para este término. Aunque cuidado: como advierte Fundeu, hay tres verbos, “realizar”, “iniciar” y “finalizar” que han terminado por convertirse en comodines. Así que nada de realizar viajes, iniciar expedientes ni finalizar congresos.

Cosas: “Es una de las cosas que más me preguntan”

El sustantivo comodín por excelencia, que puede sustituir prácticamente cualquier concepto. ¿Por qué nos gusta tanto? Porque puede nombrar prácticamente cualquier cosa (uy, perdón, objeto) físico o ente imaginario, y nos ahorra bastante esfuerzo mental a la hora de buscar un sinónimo… Así como evita que tengamos que proporcionar más información. Por ejemplo, si decimos “hay una cosa que quiero explicarte luego” evitamos dar más detalles y, de paso, creamos expectación.

Las palabras comodín empeoran nuestro estilo y provocan que nuestro discurso pierda concreción

No siempre es posible, pero debemos intentar encontrar alternativas más concretas. Por ejemplo, “me han contado un secreto” por “me han contado una cosa” o “voy a dejar la maleta en la habitación” por “voy a dejar las cosas”.

“¿Verdad?”, “¿no?”

Ya explicamos que la locución “¿me entiendes?”, además de sonar demasiado a Belén Esteban, sugiere a nuestro interlocutor dos matices de significado no especialmente positivos: que no estamos seguros de lo que hablamos y que desconfiamos de su inteligencia. Algo semejante ocurre con estas dos preguntas, que buscan constantemente la aprobación de la persona con la que estamos hablando. ¿No resulta agotador tener que asentir cada vez que alguien termina una frase, por mucho que esta palabra tenga una función eminentemente fática?

“El tema de…”

“El tema del presupuesto lo vemos ahora”, “el tema de la comida”, “el tema del alojamiento”, “el tema del paro”… Hay muchas maneras de decir lo mismo sin tener que recurrir a esta fórmula un tanto artificial. Por ejemplo, replanteando la frase (“ahora hablamos del presupuesto”) o, como en otras ocasiones, buscando un sinónimo más acertado (“el problema del paro”).

“Producirse”

En ocasiones, para evitar el comodín del “hacer”, los periodistas recurrimos a “producirse”, otro verbo que vale tanto para un roto como para un descosido. De repente, se producen reuniones, partidos de fútbol, accidentes, subidas en bolsa, crisis financieras, especulaciones, conversaciones, rumores, acercamientos, privatizaciones, errores… Todo es susceptible de producirse. Busquemos sinónimos como “surgir”, “ocasionar”, “provocar”, “resultar”, “llevar a cabo”…

Tener: “He tenido muchos errores”

Otro Jinete del Apocalipsis lingüístico en forma de comodín. Se pueden tener muchas cosas, de un cargo (que también se desempeña) a un síntoma (que se puede presentar), pasando por los errores de la frase que encabeza el epígrafe, que se suelen cometer. Abusar de los verbos comodín resta precisión y estilo a nuestro discurso. Un buen orador dispone de un amplio repertorio de sinónimos de los que echar mano cuando los necesite.

“Fíjate”, “mira”, “escucha”…

Muletillas verbales muy utilizadas, y que suenan algo autoritarias: al fin y al cabo, estamos utilizando un imperativo para llamar la atención de la otra persona. “Mira, pero es lo que hay”, que se suele decir. O el “mire usted”, que le decía José María Aznar a Felipe González cuando debatían en el Congreso y sabemos que no precisamente con ánimo conciliador. Es una forma quizá demasiado vehemente de captar la atención de nuestro interlocutor.

En inglés, 'totally' es una marca del lenguaje de los pijos californianos

“Y demás”, “y tal”, “y eso”…

Mucho nos reíamos de Jesús Gil por repetir aquello de “y tal y tal”, pero deberíamos hacernos mirar nuestro abuso de estas fórmulas para concluir las enumeraciones o dejar en suspenso una frase. Una situación que siempre nos resulta un tanto peliaguda porque somos conscientes de que debemos poner pronto un punto y seguido y no sabemos muy bien de qué forma hacerlo.

“Totalmente”

Una de las marcas del lenguaje más pijo de Estados Unidos es ese “totally” que se repite hasta la saciedad, y aunque no tiene exactamente el mismo significado en español –aquel podría traducirse como “total” o “demasiado”– sí es cierto que cada vez utilizamos más el “totalmente” para afirmar o dar la razón a alguien de manera enfática.

En fin…

Quizá no pueda considerarse una palabra en el sentido más riguroso del término pero, como explicaba un artículo de Mentalfloss, dejar las frases sin terminar parece haberse convertido en una moda, al menos en inglés. Cierto es que tiene su función lingüística (por ejemplo, para expresar vacilación o cuando se omite una parte de una cita textual o refrán), pero el texto llama la atención sobre la frecuencia con la que se encuentran frases truncadas en intervenciones en la red o en artículos periodísticos. Una buena muestra de que nuestra lengua cada vez está más llena de sobreentendidos y de elipsis, algo que resulta económico pero que también puede llevar a la confusión.

Que una expresión sea gramaticalmente correcta no quiere decir que esté bien utilizada ni que que no nos vaya a hacer quedar mal. Hay determinadas palabras que utilizamos con mucha frecuencia y que, sin darnos cuenta, no dicen nada bueno de nosotros, aunque parezcan términos poco significativos. Quizá no nos hagan pasar por incultos, pero sí pertenecen a un registro demasiado coloquial y dan lugar a ciertas implicaciones en nuestro discurso que pueden restarle credibilidad.

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