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El futuro de la medicina o cómo hacerse rico con promesas que no se cumplen
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El futuro de la medicina o cómo hacerse rico con promesas que no se cumplen

Los expertos en tecnología nos auguran un futuro fantástico, pero las expectativas que crean no se corresponden con la realidad que vivimos. Los errores en la salud son un buen ejemplo

Foto: Los cirujanos también serán sustituidos por robots. (iStock)
Los cirujanos también serán sustituidos por robots. (iStock)


A Bernie Sanders, el senador demócrata por Vermont inmerso en la carrera para ser nombrado candidato a la Casa Blanca, y que está convirtiéndose en la gran esperanza de los progresistas frente a Hillary Clinton, se le ha ocurrido decir que sería buena idea reactivar el sector industrial, que las fábricas volvieran a EEUU y que se reescribieran los acuerdos de comercio firmados para conseguir que los puestos de trabajo no sigan huyendo de su país.

Muchos europeos piensan igual: si el grueso de los productos que se venden en Europa se fabricasen en Europa, nos iría mejor a todos: habría más trabajo, más crecimiento, más bienestar. Pero ese tipo de aspiraciones han sido rápidamente contestadas como si no fueran más que vacías promesas populistas, un deseo iluso de gente que no entiende cómo funciona hoy la economía y que vive en el pasado, máxime cuando en las fábricas del futuro inmediato no habrá personas, sino robots.

Los robots no se quejan

Como argumenta Greg Jones en The Week las máquinas cometen pocos errores (aunque, eso sí, a veces matan personas), no hacen pausas para tomar el café, no se van de vacaciones, no piden aumento de sueldo y no tienen que llevar a sus hijos al médico. Según Jones, el sector manufacturero e industrial ya no va a volver a Occidente porque su nueva mano de obra quizá no sea barata (los robots cuestan un dinerito) pero sí disciplinada y dispuesta. El problema que no ha tomado en consideración Greg Jones es que ese razonamiento sirve para explicar también por qué él se va a quedar sin trabajo. Los empleos cualificados, aquellos que por las habilidades relacionales y por los conocimientos amplios que deben manejarse, hacían teóricamente imposible la sustitución de los expertos por las máquinas, están a punto de ser fagocitados por programas informáticos, algoritmos y robots. La digitalización, que ha consistido en primer lugar en la extracción de conocimiento de los profesionales y su puesta en común para beneficio de la empresa, está alcanzando también al periodismo, la abogacía y la medicina.

Inventan tecnología, pero sobre todo generan la necesidad, esto es, nos hacen creer que todo será genial con sus nuevos aparatos


En el ámbito de la salud, el panorama es especialmente llamativo, porque la idea de fondo es reunir el conocimiento acumulado de cientos de miles de especialistas en bases de datos inmensas, y tener en línea además el historial de cada paciente, lo que permitiría ir al médico, describirle los síntomas que nos aquejan, que éste los introduzca en el el ordenador, y que al pulsar enter la máquina nos diagnostique la enfermedad que padecemos y el mejor remedio. En un plazo un poco mayor, aseguran los expertos en tecnología, podremos realizar esa misma operación desde cualquier lugar: bastará con que estemos conectados a la red para que, sin necesidad de mediación alguna, sepamos qué nos ocurre y cómo solucionarlo.

Un futuro fantástico

Al mismo tiempo que dibujan ese escenario, están trabajando en la prevención y en la monitorización a través de las apps de salud, con las que nos prometen ventajas enormes, diagnósticos precoces, mediciones exactas y una relación mucho más inmediata con el médico. Habría webs que recibirían nuestros datos, y el doctor tendría en su tablet todas las informaciones que le alertarían cuando algo en nosotros no funcione bien. Incluso contaríamos con programas automáticos que sin la intervención del anticuado galeno nos alertarían de lo que debemos hacer o que tenemos que salir corriendo al hospital. Daniel Kraft, físico y director de Medicina y Neurociencia en la Singularity University, explica bien los avances que nos esperan:

Kraft, como buena parte de quienes están promoviendo estas apps, sale de Silicon Valley, el reino de las esperanzas. Su actividad consiste en diseñar e inventar tecnología, pero sobre todo, en generar la necesidad, esto es, en hacernos creer que todo será completamente distinto a partir de la aplicación de sus invenciones. Sin duda, cualquier avance en el terreno de la salud será bienvenido, porque es uno de los asuntos que más preocupan al ser humano, pero otra cosa es que las expectativas que se levantan para vender los nuevos aparatitos puedan cumplirse. Las invocaciones a un futuro espléndido que frecuentemente realizan los magos de Silicon Valley tienen el problema de que nos hablan de algo que aún no existe; no estamos ante instrumentos cuyas virtudes son comprobables, sino ante posibilidades todavía no realizadas. Pero, en segundo término, hay un inconveniente mucho peor: quizá cuando las desarrollen del todo sean más ineficaces que los sistemas actuales.

Reducir la complejidad mediante algoritmos consigue abaratar costes y que las empresas vendan máquinas, pero desde luego no va a mejorar nuestra salud

Su inconveniente mayor es conceptual: la gran cantidad de datos que van a almacenar sólo pueden ser tratados a partir de la reducción al mínimo común denominador, lo cual tiende a simplificar las cosas enormemente. Y si algo sabemos es que la salud es compleja, que cada cuerpo tiene sus particularidades, que el tratamiento que a una persona le funciona a otra le va mal y que los mismos síntomas pueden ser señal de enfermedades distintas. Reducir la complejidad mediante algoritmos consigue abaratar costes, que las empresas vendan máquinas, que se reemplacen a los expertos sanitarios caros por aparatitos que dan menos problemas, pero desde luego no va a mejorar nuestra salud si no entendemos que son un instrumento más y no la solución última.

Ahora, la realidad

El segundo inconveniente es operativo. Como señala un estudio realizado por expertos de la Harvard Business School, no podemos fiarnos de Internet a ala hora de detectar enfermedades. Uno de cada ocho casos de emergencia en el sistema británico de salud se perdieron por mal funcionamiento de las webs de salud que recogen los avisos, afirma el estudio, publicado en el British Medical Journal. Mientras los directivos de la NHS británica insisten que van a liderar los cambios mundiales gracias a la utilización de las TIC, que les permitirán ahorrar dinero y mejorar las prestaciones, la realidad es que “los programas en línea dan a los pacientes a menudo el consejo equivocado sobre las acciones que deben tomar”.

La máxima de que no debes creer las exageraciones que alguien hace sobre el producto que te vende se debe aplicar a rajatabla con las nuevas tecnologías

Este asunto es clave, en tanto demuestra la particular ceguera de los innovadores tecnológicos y los gestores de salud respecto de la realidad. En estos temas, primero se hacen las pruebas, se perfeccionan los sistemas y cuando todo está funcionando a la perfección se implantan. Pero como todos tienen prisa, unos por vender tecnología y otros por vender expectativas, ponen en marcha un sistemas que no funcionan, y que los contribuyentes pagamos doblemente: en nuestros impuestos y en nuestra salud

Ese es el mundo en que vivimos, donde nos prometen un futuro brillantísimo, como hace Kraft, pero nuestro presente es mucho peor. No deberíamos olvidar aquella máxima que regía sobre la publicidad: no te creas las exageraciones que alguien hace sobre el producto que te quiere vender. Con las nuevas tecnologías deberíamos aplicarla a rajatabla: que no nos hablen del futuro y de lo que vamos a conseguir, sino de lo que tienen realmente en la mano. Y después probamos a ver si funciona de verdad.





A Bernie Sanders, el senador demócrata por Vermont inmerso en la carrera para ser nombrado candidato a la Casa Blanca, y que está convirtiéndose en la gran esperanza de los progresistas frente a Hillary Clinton, se le ha ocurrido decir que sería buena idea reactivar el sector industrial, que las fábricas volvieran a EEUU y que se reescribieran los acuerdos de comercio firmados para conseguir que los puestos de trabajo no sigan huyendo de su país.

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