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15 palabras que te harán parecer más culto, aunque no seas más que un baldragas
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EL DICCIONARIO ALTERNATIVO DE MIGUEL SOSA

15 palabras que te harán parecer más culto, aunque no seas más que un baldragas

Tan sólo utilizamos un pequeño porcentaje de los más de 9.000 términos que recoge el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Aquí presentamos algunas que te pueden venir bien en el día a día

Foto: La cara que se te pone cuando sabes lo que significa "integérrimo" y el resto de tus compañeros no. (iStock)
La cara que se te pone cuando sabes lo que significa "integérrimo" y el resto de tus compañeros no. (iStock)

Si de verdad aprecias a tu jefe y consideras que mereces un ascenso, puedes agasajarlo llamándole cultipicaño. Si quieres meterte con tu suegra, quizá llamarla virago sea una buena idea. Y si no aguantas más, avisa a tus compañeros: estás tan furiente que tienes ganas de empezar una pelamesa con los trapalones que te rodean. Lo más probable es que termines de patitas en la calle, recibas una paliza o mueras envenenado o, si tienes suerte, que no entiendan nada de nada. En realidad, has llamado “culto y pícaro” a tu jefe, “mujer varonil” a la progenitora de tu esposa y has dicho que estás tan enfadado que tirarías del pelo a los bocazas de tus compañeros.

La última edición del diccionario de la Real Academia de la Lengua recoge 93.111 palabras, de las cuales, utilizamos unas 5.000. Ello nos deja casi 90.000 palabras por descubrir para incorporar a nuestro habla diaria. En El pequeño libro de las 500 palabras para parecer más culto (Alienta), un diccionario de bolsillo a lo libreta Moleskine, Miguel Sosa recoge un puñado de términos cuyo uso nos hará parecer un poco más sabihondos o, al menos, nos ayudarán a desconcertar a nuestro interlocutor. Además, nunca está de más conocer ciertos términos, no vaya a ser que nos caiga una palabra como “catáfora” en la prueba de acceso a la universidad. Seleccionamos 15 de estos términos que, como asegura el autor, no están anticuados ni desfasados. Simplementeolvidados.

Alipori: coloquial, “vergüenza ajena”.

Muy pocos idiomas han proporcionado un nombre a esa turbación que sentimos cuando alguien se empeña en arrastrar su dignidad por el fango. No sólo podemos emplear la fórmula “vergüenza ajena” para referirnos a ello, sino también “alipori”, aunque hay quien lo escribe sin la a, es decir, “lipori”, como es el caso de Julián Marías.

Baldragas: “hombre flojo, sin energía”.

Este término proviene del árabe “hatraq”, que significaba “charlatán”, y se empleaba a menudo en el siglo XIX como insulto. “¿Habrá osado mirarte frente a frente ese baldragas?”, se preguntaba uno de los personajes de José María de Pereda en el relato «Blasones y talegas», que formaba parte del libro Tipos y paisajes. Un buen sinónimo para el “hombre blandengue” que acuñó El Fary.

Caire: “dinero, especialmente el ganado por una prostituta”.

Otro término procedente del árabe (“hayr”), que en este caso significa “bien”, “gracia”, y que no debe confundirse con el mismo término en catalán, que significa “extremidad de alguna cosa”. Su uso más célebre es el del refrán “quien no ha caire, no ha donaire”, es decir, que el que no invita de vez en cuando se granjea muy pocas amistades.

Collón: coloquial, “cobarde”

Suena a “cojón” y, efectivamente, está íntimamente relacionada con dicha palabra, con la que comparte origen, el latín “coleone”, “testículo”. En este caso, sin embargo, se encuentra más cerca de la expresión “tener los cojones gordos”. Aparece en el clásico de Juan Rulfo Pedro Páramo.

Dromomanía: “inclinación excesiva u obsesión patológica por trasladarse de un lugar a otro”

Bonita palabra, vive Dios, aunque encubre una realidad un tanto más triste. En la Introducción a la psicopatología general (Morata) de Christian Scharfetter, es definida como “fugas, escapadas, un vagar sin meta, de un lado a otro, que surge de un modo impulsivo, directo, imperioso”. Como explica el psiquiatra, “aparece en estados distímicos de índole reactiva, psicótica endógena, psicopática, epiléptica y en niños y adolescentes como reacción a conflictos en el hogar o la escuela”. Que también suena poético, pero nadie querría pasar por ello.

Egresar: “salir de alguna parte”

Es cada vez más habitual que el término “egresado” se utilice como sinónimo de “licenciado” por herencia del inglés y sus traducciones latinoamericanas, por lo que mucha gente piensa que la palabra proviene del ámbito académico. Sin embargo, su origen se encuentra en el latino “egredior, egressum”, es decir, “ir fuera”, y comparte origen con digresión (“apartarse del tema tratado”).

Estólido: “falto de razón o discurso”

Junto a la anterior, probablemente esta sea la palabra más utilizada de toda la lista, pero nunca está de más acordarnos de este sonoro insulto utilizado por, entre otros, el Marqués de Santillana, y que proviene del latín “stolidus”, primo hermano de “estulto”. Ya lo decía el Eclesiastés en la traducción Vulgata antigua: “Stultorum infinitus est numerus”, es decir, “el número de los tontos es infinito”. O no cabe un tonto más.

Flébil: “digno de ser llorado” y “lamentable, triste, lacrimoso”

Nos gusta esta palabra por su carácter un tanto Frankenstein: es familia cercana de “feble” (“débil, flaco”) y el propio término “débil”, lo que da lugar a esta simpática mezcla que parece ideada por un humorista. El diccionario aclara, eso sí, que es un término poético.

Hobachón: “dicho de una persona: que, teniendo muchas carnes, es de poca energía para el trabajo”

O lo que vendría a ser un gordito vago de los tiempos en los que la corrección política no existía. Max Aub utiliza el término en Campo cerrado, sobre la vida de un castellonense que llega a Barcelona pocos años antes de la Guerra Civil: “Sobre el mármol veteado de la mesilla de noche el reloj pulsera del hobachón”.

Jumera: “borrachera, embriaguez”

La próxima vez que el lector pierda la cuenta de las cervezas, vinos o gin-tonics que ha ingerido puede dárselas de Galdós, que utilizó el término en Fortunata y Jacinta (“sus jumeras eran siempre una fuerte emersión de lágrimas patrióticas, porque todo lo decía llorando”) y afirmar que hemos pillado una jumera de campeonato.

Majagranzas: coloquial, “hombre pesado y necio”

Como habrá descubierto el lector, es sencillo averiguar el significado de esta palabra: se trata de la composición de “majar” y “granzas”. ¿Uh? Para el que aún tenga dudas, recordemos que “majar” es un sinónimo de “machacar” y la granza son los residuos del grano cuando este es aventado. En resumidas cuentas, algo semejante a un mamacallos.

Occiso: “muerto violentamente”

Advertimos que si al lector le da por buscar por la red el término “occiso”se encontrará con una larga serie de fotos de cadáveres degollados, cuando no desmembrados. Se trata de un término empleado de forma habitual en el ámbito policial y criminal. Aunque suene un tanto extraña, comparte el mismo origen que Occidente, que hace referencia al lugar por donde muere el Sol.

Parusía: “advenimiento glorioso de Jesucristo al fin de los tiempos”

No confundir con la parresía de la que hablaba Michel Foucault. Proviene de la palabra utilizada en griego para referirse a “presencia” o “bienes”, pero también “venida”. El libro del pastor James Stuart Russell La parusía devolvió el término a la actualidad… del siglo XIX.

Penseque: coloquial, “error nacido de ligereza, descuido o falta de meditación”

Como hemos demostrado en otras ocasiones, somos grandes admiradores del refrán “el creique y el penseque son amigos del tonteque”. Por eso rescatamos este término empleado, entre otros, por Tirso de Molina. En Quien calla otorga, uno de los personajes preguntaba a otro “¿sois hombre de penseque?” después de que dudase al decir “pensé que el conde...”

Sicofanta: “impostor, calumniador”

En la Atenas clásica, el nombre que recibía el denunciante profesional, generalmente a sueldo de un interesado que no quería que su identidad se desvelase o que pretendría que un adversario fuese calumniado, aunque fuese sin razón. Hoy en día sería el delator, acusador o soplón medio.

Si de verdad aprecias a tu jefe y consideras que mereces un ascenso, puedes agasajarlo llamándole cultipicaño. Si quieres meterte con tu suegra, quizá llamarla virago sea una buena idea. Y si no aguantas más, avisa a tus compañeros: estás tan furiente que tienes ganas de empezar una pelamesa con los trapalones que te rodean. Lo más probable es que termines de patitas en la calle, recibas una paliza o mueras envenenado o, si tienes suerte, que no entiendan nada de nada. En realidad, has llamado “culto y pícaro” a tu jefe, “mujer varonil” a la progenitora de tu esposa y has dicho que estás tan enfadado que tirarías del pelo a los bocazas de tus compañeros.

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