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El error que destruye las relaciones de pareja (y que todos cometemos)
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El error que destruye las relaciones de pareja (y que todos cometemos)

Las prisas nunca son buenas consejeras y pueden ser la causa de una ruptura dolorosa. Cuidado porque cuando las cosas van de 0 a 100 rápidamente, pasan de 100 a 0 a la misma velocidad

Foto: Aunque podría serlo perfectamente, no, el motivo no es que no acabéis el puzzle de 1.000 piezas que os regalaron por Navidad. (iStock)
Aunque podría serlo perfectamente, no, el motivo no es que no acabéis el puzzle de 1.000 piezas que os regalaron por Navidad. (iStock)

Te enamoras y llegan las famosas mariposas al estómago, los nervios por encontrarte con la otra persona, las risitas sin sentido y demás menesteres que te mantienen desbordado de sentimientos durante todo el día. De pronto eres capaz de pasar de la alegría más absoluta a una tristeza infinita en raudos segundos. ¿Y todo por amor? No, más bien porque tu cerebro está drogado: a tope de hormonas.

Sin embargo, este estado de éxtasis inicial cuando empiezas una relación puede derivar en dos situaciones: 1) Has encontrado al amor de tu vida y viviréis felices –comáis o no perdices–; o 2) Alárgala cuanto puedas/quieras, tu relación de pareja está abocada al fracaso.

Cuando se da la segunda opción uno no deja de hacerse la eterna pregunta: si todo parecía de cuento de hadas, ¿qué es lo que ha pasado para que la cosa no funcione? ¿Cuándo se nos acabó el amor? ¿Fue de tanto usarlo o más bien de lo contrario? Este vídeo explica el error más común que (casi) todos cometemos alguna vez en la vida y que, señoras y señores, es el responsable de que las relaciones se destruyan.

¿Objetivos comunes o adquiridos?

Todo comienza en la etapa que en el vídeo denominan como druged state derivada del popurrí de hormonas que campan a sus anchas por nuestro cuerpo y nos hacen sentir, como comúnmente se conoce, embriagados o locos de amor. Apenas atiendes a razones y te autoconvences de que esa persona es la definitiva, ¡si es que lo tienes más claro que nunca!

Pero cuando nos lanzamos a la piscina prometiendo y prometiéndonos cosas de las que tan solo estamos seguros circunstancialmente, la cosa puede acabar –y espérate a ver cuando eres capaz de abortar plan– como el rosario de la aurora. Las prisas no son buenas consejeras y tomar decisiones precipitadas acabará en desastre cuando te quieras dar cuenta de que, en realidad, esto no es lo que querías y ni siquiera eres como la otra persona cree.

Genial si tenéis cosas en común desde el primer momento. Pero cuidado, que la otra persona también tenga pensado tener hijos no quiere decir que tengáis que pensar los nombres que tendrán vuestros futuros primogénitos cuando os conocéis desde hace un mes –si llega–. Ten en cuenta que amoldarse a los gustos de alguien a quien amas está bien, pero con cautela y sin dejar de respetar tus propios intereses y objetivos vitales. De hecho, es bastante común terminar por confundir qué es lo que te gusta hacer a ti y cuáles son las aficiones adquiridas por querer compartir cosas con tu pareja. Si no, párate a pensar: ¿qué haces celebrando a gritos un gol de Cristiano Ronaldo si, a día de hoy, sigues sin tener ni puñetera idea de cuándo ni cómo tiene lugar un fuera de juego?

'Los jóvenes que se precipitan a compartir casa, a menudo no son capaces de manejar la responsabilidad de vivir juntos y ser totalmente independientes'

“Si nos dejamos llevar en una relación con alguien que no tiene los mismos valores que nosotros puede haber problemas”, comenta en Deseret News el profesor de la Universidad de Virginia Bradford Wilcox, quien opina que “la gente debe ir poco a poco en una relación y meditar sobre ellos mismos y las decisiones que toman”.

Una dulce condena

Una cosas son las ataduras sentimentales y otra las materiales, que pueden hacerte alargar una relación que no funciona durante años por el simple pánico a enfrentarte al reparto de bienes compartidos. “Ya se trate de una mascota, un sofá o un coche en común, tener responsabilidades compartidas debilita al máximo tu capacidad de estar sobrio y ser capaz de tomar la decisión de acabar con una relación que sabes que no es la adecuada para ti y tu pareja en ese momento”, comenta Wilcox.

Según el profesor “las parejas deben esperar hasta después del matrimonio para tener este tipo de compromisos a largo plazo con la otra persona”. Pero no se trata de casarse o vivir arrejuntados, lo importante es ser capaz de esperar a tener las cosas claras antes de meternos en camisas de once varas (que terminas pagando a plazos con cuotas de pago que superan los 18 meses, estás perdido).

No hay un tiempo exacto que mida cuando uno debe tener o no claro si quiere hacer proyectos a largo plazo o adquirir compromisos compartidos con su pareja, pero precipitarse y jugársela, cuando hablamos de sentimientos, no es una buena idea. Todo lo que sube baja, y las relaciones que pasan de rápidamente de 0 a 100, por regla general, pasan de 100 a 0 a la misma velocidad.

Jugando a las casitas: momento convivencia

Por ahorrar dinero en dos alquileres cuando os veis todos los días, porque la otra persona tiene un piso en propiedad y te invita a compartirlo pagando ‘solo los gastos’ o porque –de estas también hay– tu pareja se va a vivir a Iowa y como tú tampoco tienes el trabajo de tu vida decidís iros juntos al culo del mundo. Hay mil excusas, pero lo cierto es que en la convivencia se demuestra mucho y es cuando puedes darte especial cuenta de que la relación no va a funcionar, por mucho que te hayas convencido.

Según una investigación realizada por el Council on Contemporary Families las parejas jóvenes que cohabitan son especialmente vulnerables a separarse. Como explica Herb Scribner “los jóvenes de menos de 23 años, que a veces se precipitan a compartir casa, a menudo no son capaces de manejar la responsabilidad de vivir juntos y ser totalmente independientes”.

Apenas atiendes a razones y te autoconvences de que esa persona es la definitiva, ¡si es que lo tienes más claro que nunca!

Gran parte de la culpa la tiene la inmadurez de uno de los dos miembros de la pareja. Según Arielle Kuperburg, profesor de la Universidad de Carolina del Norte, “los jóvenes no escogen a la persona adecuada porque ni ellos mismos están realmente configurados como individuos”.

No tanto la edad real como la mental, el problema de jugar a las casitas porque estamos encoñados cuando no somos personas lo suficientemente adultas, deriva, cuando menos, en alguna que otra trifulca hogareña que te podrías haber ahorrado si te lo hubieses tomado con calma.

Prevenir el desastre

Como se suele decir, el ser humano tropieza dos veces –cuando no en la misma piedra. Por lo que es bastante probable que si ya te has llevado un chasco en una relación que parecía idílica, al menos te toque otro más. Pero quizás tengas en cuenta el consejo de los expertos de PREmedia y no tomes una DUI (siglas de Decision Under Influence o lo que viene siendo una decisión precipitada) y optes por disfrutar el uno del otro sin adquirir compromisos a largo plazo que lo único que hacen es meter presión a ambas partes que se convencen de que ahora ya no se pueden separar.

El vídeo, que se está utilizando en conferencias en colegios, institutos y universidades, trata de enseñar a los jóvenes las consecuencias que pueden tener en la vida real la toma de decisiones a largo plazo, como cohabitar, con una pareja a la que apenas conocemos. Pero ojo, que no siempre tiene que salir mal. De un flechazo, meditado y disfrutado, surgen también las más bonitas historias de amor que, además, funcionan.

Te enamoras y llegan las famosas mariposas al estómago, los nervios por encontrarte con la otra persona, las risitas sin sentido y demás menesteres que te mantienen desbordado de sentimientos durante todo el día. De pronto eres capaz de pasar de la alegría más absoluta a una tristeza infinita en raudos segundos. ¿Y todo por amor? No, más bien porque tu cerebro está drogado: a tope de hormonas.

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