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La lección que nos enseña la película 300: lo que no te mata te hace más fuerte
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PSICOLOGÍA EN EL CINE

La lección que nos enseña la película 300: lo que no te mata te hace más fuerte

300, la adaptación cinematográfica de la serie de cómics del mismo nombre de Frank Miller, obtuvo un enorme y merecido éxito, pero pocos se plantearon que el film guarda una poderosa lección

Foto: Imagen de la película 300. (Warner Bros. Pictures)
Imagen de la película 300. (Warner Bros. Pictures)

El cine no es más que un modo de contar historias e incluso las películas más comerciales pueden darnos lecciones vitales de primer orden. En su libro Lo que Freud le diría a Spielberg (Espasa) Samer Soufi, conocido conferenciante en el campo del desarrollo del potencial humano y el liderazgo, comenta 47 grandes películas, y profundiza en los motivos que llevan a sus protagonistas a hacer lo que hacen.

Este es el extracto del libro en el que Soufi comenta la película 300, dirigida por Zack Snyder y basada en el famoso cómic del mismo nombre.

300, la adaptación cinematográfica de la serie de cómics del mismo nombre de Frank Miller, obtuvo un enorme y merecido éxito. La plasmación visual de las escenas como si fueran viñetas de un cómic en movimiento, la fotografía con su tono sepia predominante que le aporta una atmósfera fabulosamente irreal, el ritmo trepidante, la violencia descarnada, el tono heroico y terrible de la épica narrada, se juntan para crear esta obra impactante e inolvidable.

La película describe la batalla de las Termópilas, donde el rey Leónidas y sus 300 guerreros espartanos pelearon a muerte contra el «dios-rey» persa Jerjes I y su armada, supuestamente integrada por un millón de soldados, gradas a la cual la alianza griega consi-guió recomponerse exitosamente para hacer frente al ejército persa y acabar consiguiendo la victoria final contra el imperio invasor.

Al comienzo de la película, Dilios, que es quien relata la lucha épica y el sacrificio de Leónidas y sus 300, empieza narrando la crianza de Leónidas cuando era un niño:

“Cuando el niño nació, fue examinado como todo espartano. Si hubiese nacido pequeño o raquítico, enfermizo o deforme, habría sido descartado. En cuanto pudo mantenerse en pie fue bautizado en el noble arte del combate. Le enseñaron a no retirarse jamás, a no rendirse jamás, a que morir en el campo de batalla, al servicio de Esparta, era la mayor gloria que podía alcanzar en vida.

La agogé, como se la conoce, obligaba al niño a luchar, a pasar hambre, le obligaba a robar, y, si era necesario, a matar. Castigado a golpes de vara y látigo, le enseñaron a no mostrar dolor ni piedad. Le ponían a prueba continuamente, le abandonaban a su suerte, dejaban que midiera su ingenio y determinación con la furia de la naturaleza. Esa era su iniciación, lejos de la civilización, y volvería junto a su pueblo como espartano o no regresaría”.

Este relato recoge de forma bastante fidedigna la tradición de los espartanos a la hora de educar a sus hijos.

La educación espartana tenía como objetivo fundamental tratar de endurecer a las personas, habituándolas a las condiciones más adversas

Esparta era una antigua ciudad griega erigida en el centro de un gran valle entre dos cadenas montañosas de ásperas pendientes y nieves eternas. Sus habitantes eran conocidos por su disciplina y sus estrictas costumbres, que les llevaron a someter a los pueblos de su entorno, y que les dieron fama de guerreros valientes e indomables.

La educación espartana tenía como objetivo fundamental tratar de endurecer a las personas, habituándolas a las condiciones más adversas desde el comienzo de su infancia. El propósito era que en su edad adulta llegasen a ser fuertes, valientes, esforzados y disciplinados, capaces de batir a cualquier adversario en la guerra o en los Juegos Olímpicos.

Para alcanzar sus objetivos de endurecimiento, la educación espartana se basaba fundamentalmente en someter a los niños y jóvenes a continuas pruebas, cada vez más duras, que debían superar para ser socialmente aceptados. Debían ser valientes desde que eran capaces de andar por sí mismos y demostrar que no tenían miedo a la oscuridad. Que la soledad del bosque no les infundía temor. Y que las supersticiones no les causaban recelo alguno. Aprendían a resistir el frío y el calor, pues solo recibían una túnica ligera al año y ningún manto. Se entrenaban intensamente mediante el constante ejercicio físico y realizaban descalzos largas caminatas por las montañas. Dormían por las noches sobre cañas trenzadas que ellos mismos debían construir con sus manos.

Los espartanos aplicaban el viejo principio de que «Lo que no nos mata, hace más fuertes». Pero, ¿tenían razón?

Los beneficios de pequeñas dosis de estrés

Sorprendentemente, las investigaciones científicas han venido a confirmar que, básicamente, estaban en lo cierto. Bajo determinadas circunstancias, el estrés, como el que debían soportar los espartanos, puede actuar como un agente que incrementa la resistencia a nuevos agentes estresantes. Es decir, enfrentarse a situaciones de adversidad y superarlas generalmente fortalece, no debilita.

Los investigadores Edward Calabrese y Linda Baldwin, de la Universidad de Massachussets, han dedicado varios años a estudiar el fenómeno de la “hormosis”, término que designa la forma en que ciertos agentes químicos y físicos afectan a los seres vivos: dosis bajas provocan efectos favorables, mientras que dosis altas provocan efectos adversos.

Es posible fortalecer a las personas sometiéndolas a dosis gradualmente incrementadas de un determinado agente estresante

Estos investigadores creen que, salvo algunos casos excepcionales, la regla general es que todos los agentes que normalmente son perjudiciales para los seres vivos producen efectos beneficiosos cuando la exposición es a dosis bajas. Sometido a una leve exposición de cualquier forma de estrés, el organismo respondería tratan-do de maximizar su eficiencia metabólica para hacer frente al desafío. Y ello produciría efectos fortalecedores en su sistema inmune, permitiéndole una adaptación paulatina que incrementaría su capacidad de resistencia al agente estresante.

Así que, tal como intuyeron los antiguos espartanos, es posible fortalecer a las personas, física y emocionalmente, sometiéndolas a dosis gradualmente incrementadas de un determinado agente estresante.

Esta conclusión fue también corroborada por el psicólogo Salvatore Maddi, que se hizo conocido por sus trabajos a raíz del seguimiento psicológico que llevó a cabo en los años 1980 de cerca de 10000 personas que fueron despedidas de la compañía AT&T. Esta empresa era considerada hasta entonces no solo la mayor compañía estadounidense, sino también el paradigma de la estabilidad y seguridad laboral, de modo que los despidos resultaron particularmente traumáticos para quienes los sufrieron.

Maddi comprobó que un porcentaje importante de estas personas despedidas sufrió problemas de ansiedad, depresión y enfermedades cardiovasculares, y también hubo muchos casos de divorcios, suicidios y otros desenlaces dramáticos.

Todos los agentes que normalmente son perjudiciales para los seres vivos producen efectos beneficiosos cuando la exposición es a dosis bajas

Pero también hubo otro porcentaje de personas que salieron adelante sin ningún tipo de secuela, encontraron otro trabajo y mantuvieron su salud física y mental intacta. Maddi averiguó que muchas de estas personas que habían salido psicológicamente indemnes después del despido habían tenido problemas de estrés familiar en su niñez: divorcios, constantes cambios de domicilio y otros acontecimientos estresantes.

Pero estas personas no solo no habían desarrollado mayor vulnerabilidad al estrés en su edad adulta, sino que, por el contrario, parecían haber interiorizado el hecho de que el cambio y los problemas en la vida son inevitables, y se sentían menos abatidos cuando estos tenían lugar.

Para ellos, el estrés era una parte normal de su existencia. Su experiencia les enseñó a no sentirse desvalidos ni venirse abajo cuando llegasen malos tiempos, sino que por, el contrario, aprendieron que trabajando más duro serían capaces de buscar una solución a los problemas y que podían luchar para influir en su desenlace positivo.

Ciertamente, como averiguó Maddi y como sabían los espartanos, con unas pocas excepciones, lo que no nos mata, nos hace más fuertes. Ya lo dijo Arturo Graf: «Bien poco enseñó la vida a quien no le enseñó a soportar el dolor».

El cine no es más que un modo de contar historias e incluso las películas más comerciales pueden darnos lecciones vitales de primer orden. En su libro Lo que Freud le diría a Spielberg (Espasa) Samer Soufi, conocido conferenciante en el campo del desarrollo del potencial humano y el liderazgo, comenta 47 grandes películas, y profundiza en los motivos que llevan a sus protagonistas a hacer lo que hacen.

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