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Médicos y enfermeras: esto es lo que de verdad ocurre en su relación cotidiana
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UN LIBRO DENUNCIA EL ACOSO LABORAL

Médicos y enfermeras: esto es lo que de verdad ocurre en su relación cotidiana

En un nuevo libro, Alexandra Robbins denuncia el maltrato que muchas enfermeras reciben de parte de sus superiores, y que demuestra que el mundo laboral médico aún tiene mucho por aprender

Foto: El código de silencio impuesto impide que muchos casos de abuso salgan a la luz. (iStock)
El código de silencio impuesto impide que muchos casos de abuso salgan a la luz. (iStock)

El mundo sanitario es, paradójicamente, uno de los entornos laborales más agresivos que se pueden encontrar. No sólo porque la situación de los pacientes y la urgencia con que debe tratarse a estos puedan dar pie a tensiones entre el personal sanitario y los enfermos, sino también porque cuando un segundo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, el estrés puede ser intolerable y dar lugar a encontronazos entre profesionales. Además, el mundo médico sigue estando muy jerarquizado, lo que da pie a no pocos abusos de poder por parte de algunos galenos.

Es tristemente habitual que se tenga noticia de casos de abusos sexuales de médicos a enfermeras. En 2014, sin ir más lejos, un anestesista de Almería fue condenado por acosar durante tres años a una auxiliar de enfermería. Pero no hace falta ahondar únicamente en lo sexual para encontrar abusos en el entorno de trabajo. Según una investigación realizada en Madrid y recogida por El Mundo, el 31% de los profesionales sanitarios reconoce haber sufrido acoso en alguna ocasión, generalmente a causa de choques jerárquicos. La NHS británica, por su parte, aseguraba que más del 50% de casos de acoso son ocasionados por un superior.

Esta perversa situación ha sido denunciada por Alexandra Robbins en su libro The Nurses. A year of secrets, drama and miracles with the heroes of the hospital (Workman Publishing Company) y en un posterior artículo publicado en Slate. La autora expone en el libro cómo son las vidas de las enfermeras a partir del retrato de cuatro de ellas, tocando temas espinosos como los problemas que suelen causar las drogas, especialmente en los profesionales de mayor estatus y, sobre todo, “la epidemia que se oculta en los rincones de nuestra profesión” y que supone el abuso de médicos a enfermeras (y enfermeros).

Los datos proporcionados por el Instituto de Prácticas Médicas Seguras que la autora cita son aún más llamativos que los de sus equivalentes transatlánticos, y nos demuestran que el bullying puede tomar muy diferentes formas. El 87% de enfermeros señala haber sido ignorado por un doctor, el 74% recibir comentarios condescendientes o, directamente, insultos; el 42% haber sido humilladoo avergonzadopor superiores; y el 26%, haber tenido que esquivar un objeto lanzado por facultativos.

Lo que ocurre en los operatorios

“La mayor parte de las enfermeras han presenciado o han sido víctimas del acoso de los médicos”, escribe Robbins en su denuncia, y proporciona un buen número de historias que ilustran esta situación. “¿Estás tonta o qué?”, le gritó un cirujano de Maryland a una trabajadora antes de arrojarle una gasa llena de sangre. Otro lanzó un bisturí a una enfermera porque no tenía el equipamiento que necesitaba en ese momento y que no era de uso habitual.

Algunas de estas historias fueron recogidas en un informe realizado por A.H. Rosenstein y M. O’Daniel y publicado en el Journal of the American College of Surgeons. Entre ellas se encuentran aseveraciones como “me he sorprendido equivocándome de etiqueta en las muestrastras una discusión”, “cuando la enfermera le dijo al médico que su paciente estaba ansioso, este le respondió que le diese una medicación y que se tomase algo ella también” o “error causado porque el médico no escuchaba a la enfermera”. Un anestesiólogo le dijo a otra anestesista que “un mono podría hacer tu trabajo”.

No preguntar al médico por miedo puede tener consecuencias terrible para el paciente

Una de las protagonistas del libro de Robbins, Molly, explica cómo un médico decidido a amargarle la vida puso en peligro la vida de los pacientes por ello. Ese es uno de los grandes peligros de estos comportamientos, que pueden conducir a errores médicos y perjudicar de forma directa a los pacientes o agravar situaciones emocionales ya de por sí duras. Por ejemplo, a través de algo tan en apariencia inocuo como es que una enfermera tenga miedo a preguntar una duda a un doctor, lo que puede derivar en una mala práctica.

Corporativismo, machismo y sufrimiento

Aunque son historias aisladas, también son buenos síntomas de algunos de los problemas que debe resolver la profesión médica en el siglo XXI. Uno de ellos es un corporativismo que obliga a guardar silencio ante la mala praxis de los profesionales, sobre todo si estos son de una categoría superior. Como explica Robbins, “las enfermeras pueden tener miedo de denunciar a los doctores porque creen que los administradores se negarán a penalizar a aquellos que generan ingresos o porque les preocupa perder su trabajo como venganza, así como ser estigmatizadas por sus compañeros como unas chivatas”.

La autora describe como doble moral esa situación que protege a los médicos mientras desprecia a los auxiliares, un cóctel al que hay que añadir el hecho de trabajar a vida o muerte en situaciones de gran estrés. Buena muestra de ello es que entre los puestos que cometen más infracciones a menudofiguran los especialistas de urgencias y que en los departamentos donde hay más acosadores se encuentren las salas de operaciones, las unidades de cirugía, las urgencias y la UCI. Según los datos que proporciona la autora, los cirujanos tienen el doble de probabilidades de comportarse de forma incorrecta que los anestesiólogos y enfermeras.

La raíz del problema se encuentra, como señala la autora, en que las enfermeras aún siguen sin ser valoradas como profesionales en el mismo grado que los médicos, una jerarquía que pervive desde hace siglos. No hace tanto que estas debían ponerse de pie cuando un médico entraba en la misma habitación, o abrirle la puerta para que pasase antes que ellas. Como si se tratase de disciplina militar, no debían abrir la boca para cuestionar las decisiones del experto, sino que debían aguardar a que tomasen la mejor decisión. Hoy en día no se pide revertir la jerarquía, sino entender que ambas figuras, enfermero y doctor, son complementarias.

Como se pregunta la autora, “¿Es posible tener una cadena de mando de verdad sin que haya implicada una superioridad, ver los distintos niveles de la práctica como complementarios más que jerárquicos?” Al fin y al cabo, ambos tienen un objetivo común, que no es otro que el bienestar del paciente, y no el progreso profesional del médico a costa de sus compañeros ni la pervivencia de roles de género desfasados.

El mundo sanitario es, paradójicamente, uno de los entornos laborales más agresivos que se pueden encontrar. No sólo porque la situación de los pacientes y la urgencia con que debe tratarse a estos puedan dar pie a tensiones entre el personal sanitario y los enfermos, sino también porque cuando un segundo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, el estrés puede ser intolerable y dar lugar a encontronazos entre profesionales. Además, el mundo médico sigue estando muy jerarquizado, lo que da pie a no pocos abusos de poder por parte de algunos galenos.

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