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"Muévete, gordo": cómo adelgazar mediante la humillación y el castigo
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EL INSOSPECHADO RETORNO DEL CONDICIONAMIENTO

"Muévete, gordo": cómo adelgazar mediante la humillación y el castigo

Durante décadas, la única forma de aprendizaje pasaba por aplicar el castigo cuando la conducta era incorrecta. Nuevos inventos están haciendo que volvamos a funcionar como el perro de Pavlov

Foto: Si quieres dejar de fumar, no mirar Facebook o comer menos, puede que necesites sentir un poco de dolor. (iStock)
Si quieres dejar de fumar, no mirar Facebook o comer menos, puede que necesites sentir un poco de dolor. (iStock)

Hasta hace unas décadas, el castigo era el motor de gran parte del aprendizaje. Si el alumno hacía lo que debía hacer, era su obligación. Si no lo hacía, recibía un castigo que, siguiendo las teorías de B.F. Skinner, podía traducirse tanto en la ausencia de algo deseado (por ejemplo, salir a jugar al patio durante el recreo) como experimentar algo desagradable (es lo que ocurre con el debidamente censurado castigo físico). No únicamente en la escuela: durante décadas, los homosexuales han tenido que sufrir inhumanas terapias para curarles de tal supuesta enfermedad. En definitiva, el comportamiento humano podía ser condicionado a base de premios y castigos.

La motivación, como bien explicaba José Antonio Marina en un artículo reciente, ha ocupado su lugar. Aunque puede ser que la vieja tendencia esté volviendo en forma de nuevos dispositivos tecnológicos. Es el caso de Pavlok (un nombre que deja poco a la imaginación), que inflige descargas eléctricas de hasta 255 voltios a su portador cuando este lleva a cabo una conducta que consideraba perniciosa. No sólo eso, sino que también publica en Facebook un mensaje humillante cuando no se hace lo que no se debe.

No es el único artilugio semejante. El HAPIfork es un invento de origen francés que consiste, básicamente, en un tenedor que se pone a vibrar a medida que el ritmo con el que comemos aumenta, de forma que si aceleramos nuestra deglución nos resultará imposible seguir comiendo. No todo son castigos: el GymPact, una aplicación americana para deportistas, permite ganar dinero… Siempre y cuando uno acuda al gimnasio con la regularidad que se ha prometido. Si no, lo perderá. Carrot Fit va un poco más allá soltando frases como "bienvenido, humano regordete", "sube en la báscula, saco de carne" o "¡muévete, vejestorio fofo!"

La adicción no se explica simplemente por las costumbres habituales o la falta de voluntad. Si no, haría mucho tiempo que habríamos erradicado el alcoholismo

Estos instrumentos consisten, básicamente, enintroducir agentes externos que nos ayudan a corregir nuestro comportamiento cuando hacemos algo mal. Sí, la motivación está bien, pero como recuerdan muchos expertos, la fuerza de voluntad es un recurso limitado, y cuando se agota, quizá no esté mal recibir algún empujón por parte de nuestros amigos, familia o teléfono móvil. ¿O no? Estos avances tecnológicos también plantean una serie de dilemas morales, y su verdadera utilidad es discutible.

¿Somos perros o somos personas?

Como denuncia Michel Hautefeuille, autor de La legalización de las drogas: una medida de salud pública (Editorial Odile Jacob) en Le Nouvel Observateur, lo que hacen estas herramientas es modificar superficialmente la conducta, pero sin solucionar aquello que, de forma profunda, la fomenta o la detiene. “Con Pavlok, no hay ninguna cura real. No funciona así: la adicción no se explica simplemente por las costumbres habituales o la falta de voluntad. Si no, haría mucho tiempo que habríamos erradicado el alcoholismo”.

Desde hace mucho tiempo, la psicología ha integrado las terapias cognitivas con las propiamente conductuales. Aunque la terapia cognitivo-conductual parte de las tesis conductistas que señalan que nuestro comportamiento es aprendido, también añade que no se trata de un mero vínculo entre estímulos y respuestas, sino que el ser humano genera significados y esquemas cognitivos y afectivos que afectan a nuestra relación con el mundo. Por eso, la terapia se basa en la flexibilización de los esquemas disfuncionales y los pensamientos que automáticamente aparecen ante determinadas situaciones. En otras palabras, no, no consiste únicamente en soltarte un sopapo cada vez que echas mano de la cajetilla si estás intentando dejar de fumar.

¿Una última aplicación para este tipo de ingenios? Se trata de una buena herramienta para sadomasoquistas, como sugiere el psicólogo Yann Valleur en el reportaje de L’Obs. Aunque advierte sobre la posible relación malsana que se puede desarrollar entre dichos usuarios y sus artilugios, también puede funcionar como peculiar extensión sexual (“hoy voy a ser un chico malo, voy a faltar al gimnasio y voy a recibir mi merecido”). A David Cronenberg le gustaría la idea.

Hasta hace unas décadas, el castigo era el motor de gran parte del aprendizaje. Si el alumno hacía lo que debía hacer, era su obligación. Si no lo hacía, recibía un castigo que, siguiendo las teorías de B.F. Skinner, podía traducirse tanto en la ausencia de algo deseado (por ejemplo, salir a jugar al patio durante el recreo) como experimentar algo desagradable (es lo que ocurre con el debidamente censurado castigo físico). No únicamente en la escuela: durante décadas, los homosexuales han tenido que sufrir inhumanas terapias para curarles de tal supuesta enfermedad. En definitiva, el comportamiento humano podía ser condicionado a base de premios y castigos.

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