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"Después de que me hicieran la ablación pasaba una hora en el baño sin poder orinar"
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DÍA INTERNACIONAL DE LA TOLERANCIA CERO

"Después de que me hicieran la ablación pasaba una hora en el baño sin poder orinar"

Mutilada con sólo 5 años, Nafissatou es una de las chicas que cuenta su historia para combatir la mutilación genital femenina

“Mi marido y yo viajamos a Kenia para conocer en persona los proyectos de ‘Ayuda en Acción’ en los que colaborábamos. Cuando estábamos en uno de los poblados, oímos cánticos y preguntamos que qué eran. Para nuestra sorpresa, nos dijeron que iban a realizar la ablación en una de las casas”. Tan nítido como si hubiera sucedido ayer. Estrella Giménez –presidenta de la Fundación Kirira– recuerda lo que por puro azar presenció hace 14 años.

En esa ocasión, la suerte estuvo de parte de esta profesora de inglés y de su marido, ingeniero, que hasta entonces no se habían tenido que enfrentar de manera tan directa al gravísimo problema que viven en 29 países de África y Oriente Medio, sobre todo Somalia, Yibuti, Yemen o Guinea. “Hablando con el padre conseguimos parar dos ablaciones”, comenta Estrella, quien seis años después de su experiencia fundó Kirira.

[Aquí puedes leer: "6 de febrero, el mundo planta cara a la ablación: Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina"]

"La tribu que estábamos visitando no había visto un blanco en su vida, así que aprovechamos el tirón por haberles caído bien y convencimos al padre de que no mutilara a las dos chicas”, relata Estrella. Después, con el paso del tiempo, desde Kirira se han dado cuenta de que la mejor manera para luchar contra la ablación es “educar y transmitir el conocimiento” para que sean las propias mujeres las que combatan la mutilación.

Palizas y castigos por parte de las familias

Las tribus que practican la ablación intentan realizar las mutilaciones a edades cada vez más tempranas para que las chicas no puedan entrar a juzgar estas prácticas. “Cuanto más jóvenes son, menos problemas causan”, reconoce Begoña Navarro, responsable de Sensibilización y Actividades de la Fundación Kirira. “Las chicas desconocen que van a ser mutiladas, y valoran positivamente este acto porque muchas veces implica recibir regalos en metálico, vestidos nuevos, cabras… y esto las enorgullece”, revela Begoña.

Una vez más, la educación juega un papel fundamental para evitar las mutilaciones: “Cuando la gente de allí nos escucha (a través de nuestros clubs antiablación o las experiencias propias que les contamos), sabe lo que es la ablación y lo que tienen que hacer”, dice Estrella, que recuerda el caso de una niña a la que recogieron en el segundo proyecto de la Fundación después de que se escapara de su hogar para evitar ser mutilada. Se llama Chepturu y pertenece a la tribu pokot, una población que practica la infibulación. Esta praxis se diferencia de la ablación en que, además del clítoris, se extirpan los labios mayores y menores de la mujer y se cose el orificio vaginal reduciéndolo a pocos milímetros.

Con tan sólo 12 años, Chepturu se escapó de su casa y estuvo viviendo entre colchones, barro y lluvia hasta que Kirira le proporcionó cobijo (no en vano, Kirira significa “apoyo, auxilio” en el idioma kitharaka). Había recibido una paliza de su familia porque no quería dejarse mutilar: era consciente de que su matrimonio estaba apalabrado con un señor mayor, y sabía que en cuanto fuera mutilada tendría que casarse. Dos años más tarde, la joven quiso volver a su hogar sin hacer caso a las recomendaciones de la Fundación: “Volverán a pegarte”, le decían. Sin embargo, Chepturu decidió hacer caso omiso: en su mente estaba la idea de rescatar a su hermana de un futuro igual que el que ella dejó atrás, aunque regresó con la cara amoratada y golpes repartidos por todo el cuerpo.

Estos castigos son una tónica habitual en las tribus que practican ablaciones. “Las niñas que ‘no se han portado bien’ son castigadas físicamente, pues se considera que han deshonrado a su familia”, explica Begoña, que añade: “En las zonas en las que trabaja la Fundación Kirira, los casos de mutilación se han reducido hasta casi su totalidad. En Tharaka, por ejemplo, estaríamos hablando de un 10 por ciento”.

El ritual de la ablación, paso a paso

Desde Kirira informan de que las mutilaciones se realizan en agosto, y antes de ponerlas en práctica se danzan las “Nbovoi” y “Naji”. Estos bailes, además de formar parte del ritual de mutilación, sirven para que las niñas sientan “cierto orgullo” por el hecho de que estos actos se realicen en su honor. Posteriormente, tal y como explica Begoña Navarro a El Confidencial, “son mutiladas con el instrumental más rudimentario que se puede imaginar y, por supuesto, sin anestesia”.

La responsabilidad de las exéresis recae sobre la “matron”, nombre que recibe la curandera de la tribu. Ella es la que lesiona los órganos sexuales de las adolescentes, quienes no pueden llorar, gritar ni demostrar ningún tipo de dolor. Sin embargo, el sufrimiento es tan grande que alguna de ellas ha confesado “que creía morirse” durante la intervención.

La recuperación posterior a la operación suele estar rodeada de múltiples infecciones y dolores, por lo que las niñas son recluidas durante un tiempo. La Fundación Mujeres Felices recuerda la tragedia de Nafissatou, una niña que fue mutilada con cinco años: “Se pasaba más de una hora en el baño sin poder orinar. Yo creí que le habían hecho un hechizo”, reconoce su madre. Tras la curación, una nueva ceremonia: “Nyambura” o “Mbumiro”, unas prácticas durante las cuales los adultos aportan consejos a las jóvenes para entrar en su nueva etapa, ya consideradas miembros de la sociedad puesto que han sido mutiladas.

La ayuda, fundamental en estos casos

Para lograr llegar al mayor número de gente posible, Kirira recurre a varias fuentes de financiación. “Contamos con ayuda de las diputaciones y ayuntamientos”, reconoce Estrella Giménez, su presidenta. Gracias a la colaboración de estos organismos se han podido realizar obras como, por ejemplo, los dormitorios donde descansa Chepturu después de su odisea viviendo al raso (levantados gracias a la ayuda de Diputación de Ciudad Real).

“También conseguimos construir letrinas para que las chicas puedan ir al baño o asearse cuando tienen la regla”, comenta Estrella, quien asegura que gracias a estos edificios se evita el peligro de que las niñas sean violadas cuando realizan sus necesidades o se asean al aire libre. La Diputación de Córdoba ha financiado proyectos de este tipo.

Por supuesto, la colaboración de particulares también es bien recibida, y tanto la Fundación Kirira como la Fundación Mujeres Felices tienen a disposición del público un sistema que permite ayudarlas en su tarea.

La ablación es reversible

Con motivo del Día Internacional de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina, las fundaciones antiablación como Kirira o Mujeres Felices han impulsado sus campañas informativas para seguir concienciando y poniendo freno a estas agresiones.

En concreto, la Fundación Mujeres Felices ha afianzado su lucha a favor de conseguir un acceso a la cirugía que revierta los efectos de la ablación para las víctimas. A través de una sencilla operación en la que se practica una técnica ideada por el doctor Pierre Foldes (de origen húngaro, pero residente en París) se recupera el clítoris con su total funcionalidad. La ablación suele cortar únicamente la parte visible de este órgano, por lo que gracias a la cirugía se puede extraer la parte interior del mismo con sus 8.000 terminaciones nerviosas y rescatar su actividad.

En Burkina Faso, Mujeres Felices ha conseguido hacer realidad este sueño para muchas mujeres. En colaboración con el hospital público de la región de Yatenga, las chicas mutiladas pueden ver reconstruido su clítoris por apenas 50 euros (que cubren los gastos de material y logística), una cuantía que se paga gracias a las aportaciones que reciben y que incluye la cirugía reparadora de fístulas, además de otros problemas asociados a la ablación.

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“Mi marido y yo viajamos a Kenia para conocer en persona los proyectos de ‘Ayuda en Acción’ en los que colaborábamos. Cuando estábamos en uno de los poblados, oímos cánticos y preguntamos que qué eran. Para nuestra sorpresa, nos dijeron que iban a realizar la ablación en una de las casas”. Tan nítido como si hubiera sucedido ayer. Estrella Giménez –presidenta de la Fundación Kirira– recuerda lo que por puro azar presenció hace 14 años.

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