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Los mejores consejos científicos para tener una imagen corporal maravillosa
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LA BELLEZA EMPIEZA POR UNO MISMO

Los mejores consejos científicos para tener una imagen corporal maravillosa

Por imagen corporal se entiende la percepción que tenemos de nuestro propio cuerpo. Es el primer paso para ser bellos, y nosotros mismos podemos mejorarla

Foto: Cuando nos miramos al espejo, raramente nos gusta lo que vemos. ¿Qué podemos hacer para evitarlo? (iStock)
Cuando nos miramos al espejo, raramente nos gusta lo que vemos. ¿Qué podemos hacer para evitarlo? (iStock)

Por imagen corporal se entiende, al menos en inglés, la percepción que tenemos de nuestro propio cuerpo. Atañe no sólo a nuestra belleza o delgadez, sino también a nuestra constitución y a la forma que tenemos de movernos o de dirigirnos a los demás. Hasta hace relativamente poco, a la mayor parte de la población le daba absolutamente igual su imagen corporal. Durante milenios, el ser humano no tuvo ningún espejo en el que reflejarse, por lo que sólo podía fiarse de la mirada de los demás y de reflejos deformantes como el del agua para saber cómo eran realmente.

Hoy en día, todos formamos una clara conciencia de nuestro cuerpo y, por lo general, esta nos desagrada. A un nivel extremo, esta falta de conformidad con nuestra apariencia puede conducir a la anorexia, la bulimia y otros desórdenes alimenticios. Pero no hace falta irse tan lejos: es relativamente normal que, al vernos un poco más gordos o más calvos de lo que nos gustaría, nos sintamos más inseguros, un poco perdedores o incluso deprimidos, lo que nos impide ser felices en nuestra vida personal y condiciona nuestra carrera profesional.

La inseguridad que causa nuestra imagen personal conforma un círculo vicioso, ya que precisamente las personas con una menor confianza tienden a comportarse de forma más timorata, lo que hace descender aún más su autoestima. Con el objetivo de ayudarnos a mejorar la percepción que tenemos de nosotros mismos, la psicóloga Shawn Megan Burn, autora de Women Across Cultures: a Global Perspective, ha recogido en Psychology Today algunas de las conclusiones que distintas investigaciones han aportado sobre el tema para ser más bellos sintiéndonos a gusto con nosotros mismos.

Evita las imágenes distorsionadas de los medios de comunicación

Si la televisión, la prensa e internet son el espejo en que nos reflejamos, es probable que obtengamos una visión distorsionada de nosotros mismos, sobre todo si nos centramos en la sección del corazón y en los anuncios, que por lo general ofrecen imágenes idealizadas, cuando no directamente falsas, del cuerpo humano. Como puso de manifiesto una investigación publicada en Clinical Psychological Review, los hombres también lloran, y el intento por conseguir un cuerpo musculoso atlético puede llevar a comportamientos perniciosos como la utilización de esteroides.

Cuidado con quién te rodeas

A veces nos sentimos como el amigo feo o menos atractivo cuando salimos de fiesta. Quizá lo único que ocurre es que ellos le dan más importancia a sus cuerpos y apariencia que tú, lo que poco a poco erosiona tu confianza. De igual manera, la gente que sólo sabe hablar del gimnasio, de dietas y de la mejor forma de adelgazar nos empuja a pensar que estos son factores realmente decisivos en nuestra felicidad. Ten cuidado con el lookism o aspectismo y las personas que la promueven, advierte la psicóloga: como advertía un metaestudio publicado en Clinical Psychological, nuestra imagen viene definida tanto por lo que vemos frente al espejo como por lo que los demás dicen por nosotros o, peor aún, lo que los demás consideran que es el estándar de belleza.

Escribe una carta a un joven explicándole por qué la apariencia no importa

Este ejercicio propuesto por la autora tiene como objetivo poner en perspectiva nuestras creencias sobre los ideales de belleza. Al adoptar la posición de padre o mentor responsable, recordaremos aquello que nuestros progenitores y, sobre todo, las películas Disney decían: que la belleza se encuentra en el interior. Conviene enfatizar los problemas mentales y físicos que puede acarrear una obsesión por mantener una imagen impoluta.

Identifica y acaba con los pensamientos irracionales

“Ya conozco todas esas lecciones”, pensará el lector, y probablemente tenga razón: lo complicado a la hora de sentirnos bien con nosotros mismos es la práctica, no la teoría. Burn propone un ejercicio que puede realizarse de forma fácil y barata: basta con coger un folio cada vez que nos sintamos mal y realizar dos columnas. En una de ellas, debes escribir todas aquellas ideas extremas que te atormentan, y en la otra, las frases racionales y tranquilizadoras que en el fondo de tu mente sabes que debes recordar.

Tres ejemplos: frente a “debo tener un cuerpo perfecto o los demás no me querrán”, debes pensar “me cae bien la gente que no tiene cuerpos perfectos”; frente a “mi cuerpo es imperfecto porque…”, debemos pensar “mi estómago puede no ser liso pero tengo buena salud y mi pareja me encuentra atractivo”; frente a “odio mi cuerpo porque no se parece en nada al de mis compañeros del gimnasio”, debemos penar “tener un cuerpo perfecto es poco realista para mí, como para la mayoría, que no tenemos ni la genética ni los recursos necesarios”.

Cambia de dieta no para adelgazar, sino para sentirte mejor

No nos engañemos: la mayor parte de regímenes que seguimos suelen tener como objetivo, confeso o no, nuestra pérdida de peso. Puede ser que nos queramos alimentar de forma más sana, pero lo que solemos tener en mente es mejorar nuestra imagen. La solución pasa por olvidarnos de milagros y, simplemente, cuidar nuestra salud, propone Burn. Aspirar a tener ese estómago plano o cuadriculado de los modelos profesionales probablemente nos conducirá al fracaso; si nos limitamos a cuidar lo que nos llevamos a la boca, quizá tarde o temprano reparemos en que estamos muchos más guapos sin firmar pactos (imposibles) con el diablo.

Por imagen corporal se entiende, al menos en inglés, la percepción que tenemos de nuestro propio cuerpo. Atañe no sólo a nuestra belleza o delgadez, sino también a nuestra constitución y a la forma que tenemos de movernos o de dirigirnos a los demás. Hasta hace relativamente poco, a la mayor parte de la población le daba absolutamente igual su imagen corporal. Durante milenios, el ser humano no tuvo ningún espejo en el que reflejarse, por lo que sólo podía fiarse de la mirada de los demás y de reflejos deformantes como el del agua para saber cómo eran realmente.

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