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10 insultos españoles que debes utilizar más, como 'mamacallos' o 'gaznápiro'
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LA INSONDABLE RIQUEZA DEL CASTELLANO

10 insultos españoles que debes utilizar más, como 'mamacallos' o 'gaznápiro'

Cada vez tenemos menos imaginación a la hora de descalificar a los que nos rodean. Tenemos la solución: una breve guía de términos humillantes y denigrantes

Foto: Cómo decir "que te jodan" sin tener que levantar ningún dedo. (Corbis)
Cómo decir "que te jodan" sin tener que levantar ningún dedo. (Corbis)

Las generaciones que han crecido leyendo los comics de Tintín dibujados por Hergé probablemente recuerden la sarta de originales insultos que el capitán Haddock era capaz de proferir cada vez que algo o alguien le tocaba las narices. A juzgar por las ediciones originales, hay que reconocer que el trabajo de traducción era tan imaginativo como riguroso: por cada ornythorinque hay un “ornitorrinco”; por cada jocrisse había un “zopenco”.

Desde luego, el español o tiene nada que envidiar al francés a la hora de permitirnos descalificar a las personas que nos rodean. Sin embargo, la pobreza del lenguaje se ha adueñado de nuestro idioma y nos falta imaginación a la hora de elegir nuestras palabras vejatorias. Hay que reconocer que gran parte de la responsabilidad la tiene la influencia del lenguaje políticamente correcto, pues muchos de los términos descalificatorios que empleábamos hacían referencia a profesiones, defectos físicos o procedencias geográficas (“gallego” sigue figurando como sinónimo de “tonto” en la RAE aunque, ejem, sólo en Costa Rica).

En definitiva, no salimos del “tonto”, “idiota”, “gilipollas”, "hijo de puta" o “estúpido”. Parecemos niños. Los más audaces, como mucho, pueden entonar un “memo”, “necio” o “mentecato”. ¿No va siendo hora de renovar nuestro fondo de armario de insultos? Aquí tienes una pequeña selección que pueden funcionar en contextos de extrema violencia verbal. Seguramente no ofenderemos a nadie, pero probablemente lo despistaremos.

  • Berzotas: “persona ignorante o necia”. Un personaje humorístico aparecido en las páginas del Diario de Barcelona a principios de los años setenta se llamaba, precisamente, Levy Berzotas. Según Pancracio Celdrán, autor de El gran libro de los insultos (La Esfera de los Libros), se trata de un personaje alocado y poco serio. En definitiva, un chisgarabís. Sin embargo, en su origen parece haber sido un sinónimo de “cabrón”, ya que puede surgir del refrán “vos a las berzas, yo a la carne” para denominar a aquel que permitía el adulterio de su pareja. Murat, el representante de Napoleón en Madrid fue denominado como “el Berzas”, puesto que su título era el del Gran Duque de Berg.
  • Botarate: “hombre alborotado y de poco juicio”; también, “persona derrochadora, manirrota”. Su origen proviene de la palabra “botar”, es decir, “saltar”. Como ocurre con tantas de estas palabras, “botarate” forma parte de una de las tiras de Mortadelo y Filemón, en concreto de “El rescate botarate”. Recientemente, fue el término utilizado por Alfonso Ussía para referirse al futbolista Diego Armando Maradona, dando buena muestra de una utilización justa de la palabra: “Maradona, que me da náuseas, que es un botarate y un clamoroso imbécil, fue mejor que Messi”.
  • Bucéfalo: “hombre rudo, estúpido, incapaz”. Una de las palabras más señeras de la lista, en cuanto que proviene del griego “Boucefalos”, que era el nombre del caballo de Alejandro Magno. ¿Qué tenía tan ilustre equino para dar lugar a una palabra como esta? Montura del conquistador desde los nueve años, era un animal especialmente tosco y salvaje y tan sólo se dejaba montar por su dueño. Además, presentaba un rostro ancho y redondeado, de ahí su nombre “Bucéfalo” (“cabeza de buey”). En el momento en que Alejandro fue capaz de montar en el caballo de un solo salto, su padre le dijo: “Hijo, búscate un reino que se iguale a tu grandeza, porque Macedonia es pequeña para ti”.
  • Chiquilicuatre: “zascandil, mequetrefe”. No confundir con el artista anteriormente conocido como David Fernández y que nos llevó a la gloria de los puestos más bajos de Eurovisión. Fue utilizado por escritores como Benito Pérez Galdós y aparecía con frecuencia en los sainetes del siglo XIX como un adjetivo despectivo con un matiz que hacía referencia al aspecto de la persona, generalmente pequeña de trabajo o desgarbada. Como un piltrafilla o un mequetrefe, vaya.
  • Estulto: “necio, tonto”. Probablemente usted haya empleado alguna vez que otra la palabra “estulticia”, pero es menos probable que haya utilizado “estulto”. Una palabra para denominar a un estúpido que, paradójicamente, tiene un origen culto; en concreto, el latín. Procede de la raíz “stel-”, es decir, “colocar”; el “estulto” vendría a ser a alguien como puesto por el ayuntamiento, es decir, un poco lento de reflejos o embotado.
  • Facineroso: “delincuente habitual”; “hombre malvado, de perversa condición”. La palabra “facineroso” hará que nuestros millones de lectores recuerden a Jesús Gil soltando aquello de “facineroso, sociata, babioso”. Es un préstamo del siglo XV del latín “facinorosus”, derivado de “facinus, facinoris”, “hazaña” o “crimen”. Quizá no es tanto un insulto como la descripción de un corrupto o un criminal; de ahí que el Batman de Adam West utilizase la palabra a menudo para referirse a los malhechores.
  • Gaznápiro: “palurdo, simplón, torpe, que se queda embobado con cualquier cosa”. Una de esas palabras que suenan tan bien que no parecen un insulto. Su origen es incierto, uno de los pocos que apenas han podido ser trazados a lo largo de la investigación académica. Se trata de una de las 7.120 palabras que figuran en la Reserva de Palabras, un proyecto para rescatar del olvido términos que están a punto de olvidarse.
  • Mamacallos: “hombre tonto y pusilánime”. Como decíamos al comienzo del artículo, muchos de estos términos denigrantes son palabras compuestas que definen al que practica una actividad humillante, inútil o directamente absurda. Nuestra preferida es ese mamacallos que junta “mamar” (“comer, engullir”) con “callos”, no sabemos si para referirse a la dureza de los pies, a los extremos de la herradura o a las mujeres muy feas (efectivamente, esta es una de las acepciones que siguen figurando en el diccionario de la RAE).
  • Morlaco: “que finge tontería o ignorancia”. Se dice también del natural de Morlaquia, una región del norte de Dalmacia (Croacia), o del toro de lidia de gran tamaño. Su origen proviene del italiano morlacco, una palabra italiana que sirve para designar a los hombres rústicos y que da buena fe de la opinión que los habitantes italianos tenían de sus vecinos.
  • Petimetre: “persona que se preocupa mucho de su compostura y de seguir las modas”. Efectivamente, no es un insulto en el mismo grado que otras palabras de la lista, pero si alguien se siente ofendido cuando le llaman “pijo”, también podría hacerlo si le llaman “petimetre”. La palabra proviene del francés petit maître, es decir, “señorito”, y básicamente alude a los hábitos y costumbres en exceso refinadas del que recibe dicha calificación. Por qué no, podríamos empezar a utilizar la palabra “petimetre” en lugar de hipster. Al fin y al cabo, la propia palabra petimetre es muy hipster.

Las generaciones que han crecido leyendo los comics de Tintín dibujados por Hergé probablemente recuerden la sarta de originales insultos que el capitán Haddock era capaz de proferir cada vez que algo o alguien le tocaba las narices. A juzgar por las ediciones originales, hay que reconocer que el trabajo de traducción era tan imaginativo como riguroso: por cada ornythorinque hay un “ornitorrinco”; por cada jocrisse había un “zopenco”.

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