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Las fiestas de intercambio que se montan los informáticos e inversores de la tecnología
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DE LAS 'KEY PARTIES' A LAS 'BRONZE PARTIES'

Las fiestas de intercambio que se montan los informáticos e inversores de la tecnología

Si usted vive en Silicon Valley (EEUU) y es un trabajador cualificado o un capo del sector tecnológico, puede formar parte de estas curiosas (y horteras) fiestas

Foto: Gracias a las nuevas aplicaciones informáticas, los más ricos de Silicon Valley están encontrando parejas sexuales de forma más sencilla y fácil. (Corbis)
Gracias a las nuevas aplicaciones informáticas, los más ricos de Silicon Valley están encontrando parejas sexuales de forma más sencilla y fácil. (Corbis)

Dos de las razones que uno ostenta ante sí mismo para creerse superior a los demás–quizá las históricamente principales–, son las siguientes. Uno: soy más rico que ellos. O dos: soy más inteligente. También está “soy más guapo que los demás”, pero, reconozcámoslo, sin dinero y/o inteligencia, la belleza sólo te convierte en carne de cañón. Ambas razones se oponen a veces (ricos contra inteligentes), otras, las menos, van de la mano. Si usted vive en Silicon Valley (EEUU) y es un trabajador cualificado o un capo del sector tecnológico, puede alegar ambas con cierto fundamento real: es más rico y más inteligente que la mayoría de los mortales. Sin embargo, parece que a la hora de divertirse, los superhombres no han sido capaces de inventar nada nuevo. Como casi todo en el mundo tecnológico, sus excesos y experimentos son modificaciones más o menos estilosas de viejos patrones.

Silicon Valleyes la forma de llamar a una zona del sur de la bahía de San Francisco, en el norte de California, donde se asientan las sedes de muchas de las corporaciones tecnológicas más importantes del mundo, así como muchas compañías de startups,es decir, una mezcla de amos del mundo y de jóvenes cachorros que recuerda vagamente –en espíritu, aunque actualizado– a aquel Laurel Canyon donde se construían sus mansiones los hippies de éxito. Y la última tendencia entre la gente más ‘cool’ de esa zona no es sino una versión actualizada de las key partiesque hicieron furor en los setenta. Aquellas fiestas –hago memoria para quienes no vivieran la época o no hayan sido instruidos por sus madres sobre el fracaso de la contracultura– eran reuniones de la burguesía acomodada en las cuales ELLOS dejaban las llaves de sus coches en un recipiente al entrar en la casa y, al irse, ELLAS recogían una al azar y se iban con el propietario de dicha llave y dicho coche a pasar una noche en la que la normalidad de la vida marital era sustituida –se quería suponer– por los lujuriosos territorios de la aventura, la experiencia extrasensorial o vaya usted a saber qué.

Una ruleta rusa del “swinging” (intercambio de parejas), en definitiva, que fue brevemente popular y –ya fuera de foco, aunque no desaparecida– quedó como recurrente motivo de charlas y advertencias. De fugaz trending-topic sexual a apenas un recuerdo moralizante, ya saben: “yo estuve allí y me lo pasé muy bien, pero es malo, no lo hagas”. Ahora, parece, las “Bronze Parties” proponen esencialmente lo mismo –para gente rica, que no necesariamente famosa– con una cierta cobertura tecnológica que haga superfluo el marrón de sacar la llavecita del bol.

Nuevas fiestas: mismas ideas, pero más horteras

Las denominan “lifestyle parties” o “fiestas de estilo de vida” –lo cual no dice nada en sí mismo–y el invento, como se cuenta en este artículolo arrancó en 2011 Ben Fuller, un empresario y emprendedor tecnológico que vendió su primera compañía en 2000 por cinco millones de dólares y que parece haber encontrado un filón en nuestros deseos (más o menos) ocultos. Fuller afirma que hay unos 1.3000 ‘perfiles’ (ahora somos ‘perfiles’, recuerden) de gente que va a esas fiestas, y dirige, con otro socio, ‘Modern Lifestyle’, una plataforma online que conecta a unos 50 clubs de sexo en todo el país. El software que han desarrollado permite a la gente ver quién va a las fiestas y comprar entradas. El año pasado vendieron tres millones.

La idea es la misma, aunque algo más hortera: lencería, lujo asiático, camas disponibles, entrada sólo para parejas y la posibilidad de acabar –consentidamente– con alguien que no sea tu marido/mujer (o cualquiera de las posibilidades añadidas). La mayor diferencia/ventaja que ofrecen estas fiestas, sin embargo, para quienes puedan acceder (si está usted leyendo esto, probablemente no se encuentre en ese selecto grupo) es que el engorro de la llavecita ha desaparecido, gracias a una aplicación para iPhone que ayuda a gestionar la información necesaria. “Antiguamente nunca sabía a dónde ibas”, comenta Fuller. “Ahora te queda bastante claro, ya que los detalles del evento e incluso las fotos de quienes van a ir están a tu disposición. Una aplicación llamada Auto Date te permite entrar en la fiesta, elegir a la gente en quien estás interesado y, si esas personas te eligen y tú a ellas, recibes una notificación”.

Tan frío como, probablemente,útil.

“Creo que es una manera segura, no culpable, de ejercer una sexualidad libre”, dice Ana, que nunca ha estado en una de esas fiestas pero sí en locales de intercambio de parejas en España. “Aunque lo de libre”, puntualiza, “vaya entre comillas, porque parece todo muy supervisado. La gente quiere acostarse con otras personas, eso le pasa a todo el mundo, pero no quiere aventuras extraconyugales ocultas, porque las identifica como mentiras, y porque saben que pueden salirse de madre. Aquí todo está más pautado. La gente tiene miedo a otras cosas que le parecen transgresiones, y así encuentra una vía digamos ‘lícita’. Habrá quien lo lleve bien y quien lo lleve mal pero se deje arrastrar por la moda. Creo que, como en todo, es algo que la pareja debe hablar antes y que quizá la inmersión en ese mundo deba ser progresiva para no provocar traumas ni discusiones serias. ¿Realmente queremos, los dos? Si es así, puede ser muy enriquecedor”.

“Por lo demás”, dice, “todo el rollo elitista me repatea un poco. Por supuesto, la mayor parte de nosotros deseamos un cuerpo bonito, pero creo que hay algo en el intercambio de parejas que implica, eso, un intercambio, y ese intercambio tiene varios niveles. Reducirlo a un segmento de población y a un grupo económico muy concreto me parece empobrecedor”.

La élite del placer sexual

Más extrema es la visión de Santi, doctor en psicología de 35 años: “Se intenta eliminar la culpa, y sin culpa, personalmente, creo que no hay placer. El placer extra, el placer elitista está en la transgresión. Los que lo han buscado de verdad, desde Sade a Gilles de Rais, han acabado en el ‘crimen’ (novelado o real). Lo demás son excusas para no acostarse siempre con la misma persona. Un pacto anula la transgresión, aunque probablemente, es curioso, al final te traiga más problemas. De hecho creo que la infidelidad tradicional es tan común y tan potente por lo que tiene de oculto. Y creo que la moralidad general, tan definitiva, tan pacata, tiene la función de permitir una transgresión al alcance de cualquiera, no sólo de los ricos”.

“Sí, yo he estado en fiestas, en orgías”, reconoce. “Creo que el viejo que se acuesta con dos adolescentes roza una transgresión, y por eso lo disfruta. Creo que el homosexual inhibido que se deja sodomizar hace lo mismo. La normalización lleva al aburrimiento, y la falta de imaginación ante ese aburrimiento lleva a los años setenta (risas)”.

Conclusión: si es usted listo y rico –y tiene suerte– podrállegar a aburrirse tanto que irá con un móvil delante por una casa llena de gente igualmente aburrida de su dinero y sus neuronas para ver con cuál de ellos/ellas puede irse a una casa que no sea la propia y practicar allí el método anestésico más viejo de la humanidad.

Probablemente la mayor parte de la gracia esté en la mañana siguiente, aunque pocos lo vayan a reconocer.

Dos de las razones que uno ostenta ante sí mismo para creerse superior a los demás–quizá las históricamente principales–, son las siguientes. Uno: soy más rico que ellos. O dos: soy más inteligente. También está “soy más guapo que los demás”, pero, reconozcámoslo, sin dinero y/o inteligencia, la belleza sólo te convierte en carne de cañón. Ambas razones se oponen a veces (ricos contra inteligentes), otras, las menos, van de la mano. Si usted vive en Silicon Valley (EEUU) y es un trabajador cualificado o un capo del sector tecnológico, puede alegar ambas con cierto fundamento real: es más rico y más inteligente que la mayoría de los mortales. Sin embargo, parece que a la hora de divertirse, los superhombres no han sido capaces de inventar nada nuevo. Como casi todo en el mundo tecnológico, sus excesos y experimentos son modificaciones más o menos estilosas de viejos patrones.

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