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La envidia buena: ¿deseas lo que tienen los demás? Te viene bien
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La envidia buena: ¿deseas lo que tienen los demás? Te viene bien

Todos somos en, mayor o menor medida, envidiosos. Desde el nuevo trabajo del antiguo compañero de oficina hasta el flamante coche que ha adquirido el vecino

Foto: Gracias a la envidia podemos averiguar qué deseamos y movernos para  conseguirlo. (iStock)
Gracias a la envidia podemos averiguar qué deseamos y movernos para conseguirlo. (iStock)

Todos somos en, mayor o menor medida, envidiosos. Desde el nuevo trabajo de aquel antiguo compañero de oficina, hasta el flamante coche que ha adquirido el vecino de al lado. Cualquier detalle puede generar en nosotros cierto gusanillo y resquemor. Esta sensación no es, ni más ni menos, que la envidia.

Habitualmente, cuando escuchamos esta palabra nos viene a la cabeza una imagen negativa y es normal, desde pequeños nos han educado para asignarle un valor negativo. Desde un punto de vista moral, es evidente que entristecerse por el bien ajeno es algo reprobable. Sin embargo, a efectos prácticos no tiene por qué ser malo. O mejor dicho, no tiene por qué ser tan malo.

Para explicar esta idea es necesario partir de la idea de que además del concepto de envidia como pecado capital, aquella que es maliciosa por naturaleza, también existe otra envidia benigna que no solo no es tan dañina, sino que además puede servir para que alcancemos nuevas metas. Esta conclusión no es una noción abstracta de ningún librepensador, es lo que se desgrana de un artículo científico del Personality and Social Psychology Bulletin.

Lo que ocurre a nuestro alrededor nos afecta

Dicho artículo, redactado por los profesores de la Universidad de Tilburg, Niels van de Ven, Marcel Zeelenberg y Rik Pieters, explica que la considerada envidia benigna sirve como extra de motivación para esforzarse, trabajar duro y busca la autosuperación.

Por mucho que nos pese, vivimos en sociedad y somos un ser social. Todo aquello que ocurre a nuestro alrededor nos influye, por lo que ciertas dosis de envidia son lógicas. Sin embargo, es conveniente saber diferenciar entre esa envidia mala y negativa y esa que no tiene por qué ser nociva. El profesor de Psicología de la Universidad de Kentucky Richard H. Smith señala en un artículo de Psychology Today que ambos tipos de envidia pueden ser dolorosos, pero la reacción ante una y otra es bien diferente, ya que nos es lo mismo generar una sensación de motivación que una de decaimiento.

Hasta el detalle más nimio puede generar en nosotros una sensación de envidia. Si un conocido se acaba de comprar un iPhone, probablemente si no te interesa la tecnología móvil te traerá sin cuidado, mientras que a un apasionado de la manzanita le ocurrirá todo lo contrario. La respuesta de cada uno dependerá de diversos factores que pueden ir desde un pequeño 'pique' que se pasará al instante, a sentirse mal por no disponer de ese nuevo móvil e, incluso, llegar a culpar al que sí lo tiene, aportando decenas de excusas más o menos fundamentadas.

Tener una envidia sana depende de uno mismo

Entre medias se encuentra la del luchador que si lo quiere se lo propone como objetivo, se esforzará y cambiara ciertas actitudes para poder comprar ese iPhone, o cualquier otro producto, en un margen razonable de tiempo. ¿Pero cómo puede modificarse un patrón de conducta de envidia negativa hacia uno benigno? Smith considera que la clave es cultivar un pensamiento en el que la idea base sea que es posible cambiar para mejorar, en vez de recrearse en todo aquello que no se tiene o todos los defectos que uno posee, ya que no podemos tener todo bajo nuestro control.

Esta idea del doctor se apoya precisamente en una de las conclusiones a las que llegó el artículo de los investigadores de la Universidad de Tilburg. Estos detectaron dos patrones de comportamiento mayoritarios según dos modelos de experimento. En el primero los estudiantes leyeron la vida y logros alcanzados por grandes personalidades de un campo, mientras que en el segundo se les mostró el alto rendimiento de algunos compañeros suyos.

El primero se caracteriza por una reacción más nociva, relacionando esos logros con ciertas dotes naturales del investigador en cuestión y optaron por la resignación. En cambio, en el segundo muchos de los estudiantes mostraron una mayor motivación de cara a estudiar, mejorar y esforzarse para equiparar sus éxitos a los de los otros compañeros.

Esta distinción de reacciones no se diferencia tanto por los logros cosechados por unos y otros, sino que reside en la propia mentalidad de cada uno. El planteamiento difiere entre ver algo como inalcanzable al encontrarse con una trayectoria impecable, a ver una pequeña diferencia asequible con alguien parecido. Al fin y al cabo, la línea que separa a la envidia positiva de la benigna es el propio planteamiento de cada uno y no los éxitos que coseche el resto.

Todos somos en, mayor o menor medida, envidiosos. Desde el nuevo trabajo de aquel antiguo compañero de oficina, hasta el flamante coche que ha adquirido el vecino de al lado. Cualquier detalle puede generar en nosotros cierto gusanillo y resquemor. Esta sensación no es, ni más ni menos, que la envidia.

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