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Manual de uso de las miradas: cómo utilizar el contacto visual para tu provecho
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LOS SECRETOS DEL LENGUAJE NO VERBAL

Manual de uso de las miradas: cómo utilizar el contacto visual para tu provecho

A quién no le ha ocurrido nunca que una persona le genera buenas, o malas vibraciones, sin saber por qué. El secreto se encuentra en su forma de mirar

Foto: Los ojos pueden convertirse en el órgano que más puertas nos abra. (Corbis)
Los ojos pueden convertirse en el órgano que más puertas nos abra. (Corbis)

A quién no le ha ocurrido nunca que una persona le genera buenas, o malas vibraciones, sin saber por qué. Incluso, aunque sus palabras no sean negativas o sean educadas o amables, hay algo en él que no nos inspira ninguna confianza.

Este factor no es ni más ni menos que el lenguaje no verbal. Aunque todavía queda gente que es escéptica, muchas son las certezas que nos indican la importancia que tiene el lenguaje no verbal en nuestra comunicación. Todos hemos experimentado como en alguna situación determinada, una sonrisa ha sido mejor aliada que cualquier palabra. Sin embargo, no todos los gestos nos valen para todo... Ni todas las sonrisas son iguales.

Muchas son las formas que tenemos para decir las cosas sin necesidad de articular palabra. Manos, boca, hombros... Casi cualquier parte del cuerpo sirve para que nos comuniquemos, pero no hay ninguna con tanto poder como la mirada. Ya lo dice el refrán: “La mirada es el espejo del alma”, por mucho que intentemos ocultar algo con nuestras palabras o tratemos de restar importancia a algún problema con una sonrisa, es muy complicado que podamos hacer lo mismo con nuestra mirada.

Las miradas son una poderosa arma en nuestra vida social. Por estos motivos, el profesor de psicología en la University College London Adrian Furnham, trata de desentrañar algunos de sus claves en un artículo publicado en Psychology Today. Furnham destaca lo persuasiva que puede llegar a ser una mirada si se sabe cómo debe utilizarse. Aunque existen infinitos condicionantes, es necesario ser conscientes del enorme potencial que tiene el contacto visual directo. Con solo una mirada podemos hacer ver el interés que tenemos por hablar con alguien, saber lo seria que va a ser una conversación o, incluso, detectar el nivel de confianza que existe entre dos personas.

Un buen comunicador ha de prestar especial atención al contacto visual. Cualquier político o comercial sabe lo importante que es la mirada a la hora de convencer a su público o cliente y además hacer ver que está ante una persona en la que se puede confiar, que es creíble y seria. Sin embargo, la línea que separa un buen comunicador de la excelencia es la capacidad de observación, ya que, por ejemplo, solo con las pupilas se puede saber si una persona tiene interés sexual, o no, en otra.

Para comprender mejor este interesante pero a veces complejo campo, Furnham establece algunos factores que pueden servir de ayuda en numerosas situaciones.

1. La mirada en el ascensor

Cuando nos subimos en un ascensor con con ese vecino al que apenas conocemos, lo más habitual es que dirijamos nuestra mirada hacia la puerta. La razón es que en un espacio tan reducido trataremos de sentirnos lo menos invadidos posible y mirando hacia la salida nos encontramos menos intimidados. Este efecto aumenta cuando estemos varias personas juntas o apretadas, ya que aunque no podamos mirar hacia la salida, al menos evitaremos a toda costa tener un contacto visual directo y prolongado.

2. La mirada en las conversaciones incómodas

Cuando sentimos vergüenza sobre algo que estamos contando, lo más habitual es que intentemos evitar la mirada de nuestros dialogantes. Esta reacción es similar a la de un niño pequeño que se tapa los ojos cuando no quiere ser visto y aunque nos pueda parecer ridículo, la realidad es que es un gesto muy habitual. Una buena forma de gestionar este tipo de conversaciones consiste en mantenerlas mientras se da un paseo o se hace algún trabajo doméstico como lavar los platos, ya que Furnham señala que así se sentirá a la otra persona cerca, pero sin notar una mirada inquisitiva.

3. Aprender a mirar cuando se escucha

Miramos mucho más cuando hablamos que cuando escuchamos. Es lógico que busquemos un contacto visual cuando se habla para resultar convincente, pero también es importante hacer entender a la gente que se le está prestando atención cuando habla. La comunicación es un proceso habitualmente bidireccional, por lo que se resultará más convincente, dialogante y fiable cuando la otra persona sienta que está resultando interesante su conversación.

4. No miramos a todos igual

En un grupo más o menos numeroso, ni tenemos todos el mismo papel, ni nos despiertan el mismo interés cada interlocutor. Aunque tratemos de evitarlo, todos miramos más a las personas que nos interesan y menos a los que no nos llaman la atención, por lo que con un mínimo de observación será sencillo detectar a los líderes, el grado de relación entre los diferentes participantes o posibles conflictos internos. Este factor gana importancia cuando hay atracción de por medio y aunque sea políticamente incorrecto, todos hemos de reconocer que miramos mucho más a la gente que nos parece guapa, que a las personas que consideramos feas.

5. La mirada y nosotros mismos

Nuestra mirada indica mucho sobre nosotros y nuestra forma de ser. La gente extrovertida mira mucho a los ojos, mientras que alguien más reservado tratará de ocultar su mirada con mayor asiduidad. Además ocultaremos nuestra mirada en mayor o menor medida según nuestro estado anímico, pues si estamos tristes no miraremos fijamente a alguien (salvo que se lo queramos hacer ver). Por otro lado, la mirada no es igual en todas las culturas. En Estados Unidos el contacto visual se considera un aspecto importante, mientras que en muchas culturas asiáticas, como la nipona, trata de evitarse.

A quién no le ha ocurrido nunca que una persona le genera buenas, o malas vibraciones, sin saber por qué. Incluso, aunque sus palabras no sean negativas o sean educadas o amables, hay algo en él que no nos inspira ninguna confianza.

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