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Ataque en la sede del PP: los psicólogos dicen que “puede haber efecto contagio”
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Ataque en la sede del PP: los psicólogos dicen que “puede haber efecto contagio”

El suceso de ayer en la sede del PP en Génova ha sido preocupante, pero no sorprendente. Lo raro, aseguran los psicólogos es que no se hayan dado más casos

Foto: Fotografía cedida por el PP del coche que un hombre ha empotrado contra su sede en Madrid.
Fotografía cedida por el PP del coche que un hombre ha empotrado contra su sede en Madrid.

El suceso de ayer en la sede del PP en Génova ha sido preocupante, pero no sorprendente. Los dramas personales a los que una situación económica muy difícil está sometiendo a muchas personas en nuestro país y la sensación de que esto no va a tener fin está provocando que se pase de la depresión yla desesperanza a la hostilidad, algo que están viviendo especialmente los políticos.

Según los psicólogos consultados por El Confidencial, puede tratarse de un acto preocupante, pero no sorprendente. Guillermo Fouce, psicólogo social, señala que, “como la cuerda se está estirando mucho, no es raro que este tipo de actos comiencen a producirse.En este sentido apuntaban todos los análisis que estábamos haciendo. En España van a empezar a pasar cosas como las de Grecia, con gente que se quema en público, porque se está perpetuando la situación de desesperanza, y sobre todo, de falta de alternativa, que desde la Psicología es la peor de las situaciones”. En consecuencia, es bastante probable que “se genere un efecto de imitación, porque la gente vive muy estrujada y eso puede llevar a una fractura importante y a la comisión de actos desesperados”.

Hay dos elementos que pueden impedir que el acto de ayer se convierta en el detonante que abra la puerta a acciones mucho más frecuentes. Uno de los rasgos más habituales de las personas que los cometen, afirma el psicólogo Luis Muiño, es que “dado sudeterioro psíquico, no suelen funcionar grupalmente, lo que limita mucho la posibilidad de contagio”.

La peor situación

En segundo lugar, hemos de tener en cuenta que el paso al acto comienza a ser probable cuando la gente se percibe definitivamente sin opciones. Como apunta Fouce, “cuando tienes un reto por delante para el que tienes un plan de acción, no hay problema, porque te pones en marcha, aunque luego el resultado no sea el esperado. Pero cuando no sabes hacia dónde tirar es cuando los actos desesperados tienen lugar. Esta es la peor situación”.

Coincide Muiño, para quien es la pérdida del instinto de supervivencia, (“cuando sientes que te da igual lo que te pueda ocurrir”) lo que provoca que lo hasta entonces fantaseado se lleve a la práctica. Pero normalmente, incluso en esos momentos, hay una suerte de mecanismo de seguridad que nos impide ir más allá. “La inmensa mayoría de las personas, aunque hayan perdido todo, suelen aferrarse a la esperanza. Seguimos pensando que algo ocurrirá que nos saque de ahí, aunque sea mágico. La salida normal de la frustración es la ira, pero evitamos manifestarla de manera violenta tanto porque valoramos las consecuencias que nos acarreará, como porque tenemos esperanzas de que las cosas cambien. Es esta capacidad la que nos frena. Y esta es la explicación a la pregunta que nos hacemos sobre por qué, en un momento como este, no hay más situaciones de violencia”.

Los políticos, chivos expiatorios

Los destinatarios habituales de las manifestaciones de ira y desprecio por el contexto económico tan negativo que atravesamos han sido los políticos. Además de los numerosos casos de corrupción, que son más consecuencia que causa, lo cierto es que no son los responsables primeros de esta crisis endémica, pero sí sobre quienes se ha descargado el descontento. Desde la extendida pérdida de prestigio hasta los escraches, hemos visto cómo la responsabilidad última de los problemas económicos se ha canalizado a través de estas figuras públicas. No es de extrañar, pues, que en el instante en el que la agresividad toma cuerpo, sean también instituciones o personas vinculadas con la política quienes la sufran.

“Desde un punto de vista puramente ético, los responsables de la crisis han sido lo que más se han enriquecido, y estos no son los políticos, pero sí son la cara visible. Cuando algo te produce frustración y más si te fastidia la vida, buscas un chivo expiatorio, y los políticos son los más evidentes”, apunta Muiño. Coincide Fouce en esta necesidad de un responsable sobre el que descargar la ira, especialmente cuando vivimos una situación difusa en la que no sabemos muy bien quién está dando las órdenes. “A los mercados y a la economía no les ponemos cara. Los recortes y la austeridad, que nos han hundido más profundamente tras la crisis, son algo que no sabemos muy bien quién ha instigado. No podemos poner rostro a la prima de riesgo, pero sí a esos intermediarios, como son los políticos, que no hicieron lo posible para evitar la crisis o que tomaron medidas que nos han perjudicado mucho. Esta, en general, es nuestra vida: vivimos con un miedo constante, pero no sabemos muy bien de qué. Es lo que Bauman llama miedo líquido”.

Perder el miedo en positivo o en negativo

Lo que sí parece claro es que, sean cuales sean los destinatarios finales, habrá un aumento de las situaciones violentas relacionadas con la crisis. Hay dos formas de salir de esta situación, señala Fouce, que son perder el miedo en positivo o perderlo en negativo. “En el primer caso, uno canaliza la frustración y la desesperanza juntándose con otros, protestando o poniendo en marcha alternativas que le ayuden a salir de dificultades. Pero si el miedo no se supera, llega la desesperanza, y comienza a darte todo igual. Hasta ahora, esa ausencia de perspectivas ha llevado generalmente a una violencia contra sí mismo cuyo caso más claro es el suicidio, que ha aumentado estos años por la crisis”.

Es determinante en este sentido, no solamente el hecho de la desesperanza, sino el de la soledad. “Uno de los criterios más claros de las personas que llevan a cabo actos violentos es la falta de apoyo. Cuanto más aislamiento, más desesperanza y más probabilidad de que acabe cometiendo alguna acción violenta”.

El suceso de ayer en la sede del PP en Génova ha sido preocupante, pero no sorprendente. Los dramas personales a los que una situación económica muy difícil está sometiendo a muchas personas en nuestro país y la sensación de que esto no va a tener fin está provocando que se pase de la depresión yla desesperanza a la hostilidad, algo que están viviendo especialmente los políticos.

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