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“Sería letal que Podemos imitase el viejo modelo socialdemócrata”
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GUY STANDING y el precariado

“Sería letal que Podemos imitase el viejo modelo socialdemócrata”

Guy Standing ha acuñado el concepto de "precariado", en el que muchas personas se ven reflejadas y que se articula a partir de la incertidumbre sobre el futuro

Foto: Guy Standing trabajó más de 30 años como investigador en la Organización Internacional del Trabajo. (YouTube)
Guy Standing trabajó más de 30 años como investigador en la Organización Internacional del Trabajo. (YouTube)

En el año 2011, un gran número de jóvenes (y no tan jóvenes) vieron por fin reflejados sus problemas y su situación en un concepto, el de precariado, que acuñó el sociólogo y economista inglés Guy Standing. En El precariado (Pasado y presente), el creador del índice de trabajo decente explicaba qué características definían a esa nueva clase que ya no se sentía identificada con el viejo proletariado y que había descubierto que la sociedad no era capaz de cumplir sus promesas de mejora social y prosperidad.

El precariado vive de empleos inseguros mezclados con períodos de desempleo, su acceso a la vivienda propia es improbable, carece de prebendas no salariales como vacaciones pagadas o bajas médicas, se ven obligados a realizar mucho trabajo no remunerado y a estar siempre disponibles para sus empleadores, están sobrecualificados y su movilidad social es baja. Y, al menos hasta la publicación del libro, carecían de una narrativa ocupacional que dar a su vida, más allá de la incertidumbre perpetua. Desde entonces, esta clase social emergente ha visto cómo movimientos como Cinco Estrellas en Italia, Syriza en Grecia o Podemos en España han dado voz a sus peticiones.

Precariado. Una carta de derechos (Capitán Swing), el último trabajo de Standing, es una especie de programa político para todos aquellos miembros del colectivo que están entrando en la política activa. El economista ha visitado Madrid esta semana para presentar su último libro rodeado por líderes de Podemos como Íñigo Errejón o Juan Carlos Monedero, y ha concedido esta entrevista a El Confidencial en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, meollo del fenómeno Podemos, del que puede considerarse padre espiritual.

PREGUNTA. ¿Cumplirá el precariado el sueño que Marx tuvo con el proletariado?

RESPUESTA. Creo que tiene grandes posibilidades de conseguirlo. Una de las razones por las que digo que el precariado es peligroso es porque es una clase genuinamente transformadora, ya que, a diferencia del proletariado, que quería reproducirse a sí mismo en mejores condiciones, el precariado es revolucionario en el sentido de que quiere ser lo suficientemente fuerte para abolirse a sí mismo y las condiciones que definen su existencia. Y ello lo convierte en un ente social poderoso en las dinámicas de cambio que veremos en los próximos años.

P. En su libro anterior, aseguraba que el precariado estaba definido por los sentimientos de miedo y duda. ¿Siente que desde 2011 estos sentimientos se han transformado en furia que ha dado lugar a movimientos sociales?

R. Llevo escribiendo sobre el precariado 20 años, y el libro anterior salió en 2011, justo antes de Occupy Wall Street, de la primavera árabe y de los indignados, movimientos que se han desarrollado en los últimos cuatro o cinco años. El precariado, en ese tiempo, ha emergido como un sujeto, un grupo en el que la gente ha pasado de una situación en la que se miraban al espejo y veían a alguien fracasado, con defectos y condenado, a verse a sí mismos como parte de un grupo social globalizado, con características muy similares en todo el mundo.

Ese reconocimiento es el primer paso para desarrollar lo que los sociólogos denominan voluntad [agency], la capacidad de moverse al siguiente escalón, que es el reenganche con la política para convertirse en una fuerza del cambio, y pasar de sentirse una víctima a sentirse libre. ¡Soy libre para articular una estrategia compensatoria y que aquellos que me vayan a representar a mí, a mis amigos, a mi familia y a mis hijos, articulen una agenda política que pueda respetar!

Creo que es donde nos encontramos hoy en día, a finales de 2014. Lo que digo en el libro es que el próximo año es el 800 aniversario del documento que se considera la fundación de nuestras constituciones, la Carta Magna, que era una demanda de clase contra el Estado para incrementar los derechos de las clases masivas emergentes. Hoy necesitamos otra carta de peticiones, desarrollada por y para los precarios.

Por eso me gusta que se traduzca en español ahora, porque afortunada o desafortunadamente os encontráis en un momento históricamente rico. Los partidos políticos, la casta [en español], como Podemos la denomina acertadamente, están desacreditados. Desde mi punto de vista, no tiene nada que ver con la corrupción, que no es más que otra consecuencia de la comoditificación de la política, sino que estamos en un momento de vacío político, en el que debido a las inseguridades y miedos de parte del precariado, el utilitarismo ha conducido la opinión y las leyes a una dirección populista neofascista. Eso debe asustar a cualquiera que tenga un poco de inteligencia y compasión. El viejo centro-izquierda, los socialdemócratas, se han desacreditado. Como Beppe Grillo dijo, son “muertos andantes”. Intelectualmente, tiene razón: no hay ninguna visión sobre el futuro, lo que se ofrece es una distopía de más consumo, más trabajo, más subsidios para desempleados a cambio de trabajo forzado… Es lo que nos ofrecen. El precariado tiene el suficiente poder para decir “que les j…”.

Es una fase importante, porque ahora hay que conseguir que la gente que entra en el espacio político no se comprometa para convertirse en aceptable para el Estado y los medios de comunicación, que mantengan su voluntad de ser una alternativa, que retengan su voluntad de luchar por más libertad, solidaridad e igualdad, o que se vayan al infierno. Diría a todos los activistas que entran en el espacio político que recuerden la historia, y que la visión radical de hoy es la visión convencional de mañana. Ellos deben ser los primeros que lo articulen.

P. Una de las sensaciones que se tienen últimamente en España es que Podemos está articulando los principios socialdemócratas que partidos como el PSOE, el Partido Laborista u otros han dejado de aplicar.

R. Creo que es un peligro, un riesgo real y los animaría a no seguir esa dirección. Intento elaborar ese argumento en mi libro, y explico por qué sería letal volver al viejo modelo laborista. Sería letal que investigasen si una persona tiene derecho o no a prestaciones sociales en lugar de apostar por una renta básica universal. Sería letal que abandonasen una agenda y un vocabulario de solidaridad, libertad e igualdad. Tienen una oportunidad maravillosa, pero no deben escapar del hecho de que estamos en el contexto de la globalización, que convierte cualquier vieja agenda democrática en algo no sólo irrelevante sino, paradójicamente, algo que crea mayor desigualdad, inseguridad y da más control al Estado para que limite la libertad.

Hace 100 años, la socialdemocracia y el partido laborista que se desarrollaron en Europa eran parte de una evolución progresista. Los sindicatos también. Tenemos que entender que todas las transformaciones de las estructuras de la sociedad y la economía requieren nuevas formas de acción colectiva, nuevas formas de libertad asociativa y nuevas formas de distribución y regulación. A no ser que esto se entienda, no puedes escapar de la trampa de la socialdemocracia. Lo terrible es que si miras a los últimos 50 años, son los socialdemócratas (en EEUU o en Reino Unido) quienes han impulsado las prestaciones por desempleo a cambio de trabajo obligatorio, que es básicamente imponer trabajo a la gente. Así, los grupos más desfavorecidos de nuestra sociedad pierden sus beneficios sociales y sus derechos. ¿Es esa una agenda progresista? Por supuesto que no, pero es lo que ha ocurrido. A medida que los partidos demócratas y laboristas intentaron ser aceptados por el poder que ya estaba impuesto, perdieron su crédito y su función histórica.

No hay que ser un marxista o un revolucionario para entender que la legitimidad y la ética de los movimientos progresistas se basan en la empatía. Y esto es la capacidad de ponerte en la posición de otro que es más vulnerable dentro de una sociedad. En lugar de eso, cada vez más, los socialdemócratas se han convertido en conservadores. O peor aún, en moralistas, que sienten pena por la gente más desfavorecida y piensan que esta debe ser elevada y, si no lo hacen, la condenarán al no ser capaz de hacerlo. Es una posición moralista. Si eres progresista, debes estar conducido por sentimientos de compasión, solidaridad y empatía. La derecha se conduce por la pena, la condena: ¡nosotros te reformaremos! Ese ha sido el triunfo de la distopía neoliberal, arrastrar a la llamada izquierda a ese espacio. El reto para los progresistas es volver a arrastrar a las instituciones hacia la empatía.

P. Uno de los puntos más estimulantes de su libro es que argumenta que el precariado sufre unos problemas evidentemente negativos, como la incertidumbre económica y vital, pero que eso puede dar lugar a un nuevo sistema de valores en el que la meta no sea necesariamente convertirse en un asalariado.

R. Es la parte que más me entusiasma del desarrollo del precariado. En cierto sentido, puedes decir que la gente que forma el precariado no son sólo víctimas, sino que también son libres en cuanto que no son presa de esa falsa conciencia de pensar que son sus trabajos lo que los define o les proporciona su felicidad. Saben perfectamente que eso es mentira, y son lo suficientemente realistas para pensar que los trabajos, en la mayor parte de casos, no son fuentes de satisfacción, creatividad o humanidad. Lo hacemos porque necesitamos ingresos, pero que no nos digan que tenemos que encontrar ahí nuestra felicidad.

Su libertad es también una libertad política, en el sentido de que ya no están unidos a una vieja agenda política. Me defino a mí mismo a partir de cómo desarrollo mis capacidades, mi conocimiento, mi sentido de la historia, mi cultura, pero también mis relaciones con los que me rodean y mi comunidad. Eso es por lo que doy prioridad a descomoditificar la educación. En las últimas dos décadas, con la privatización, la élite todavía tiene acceso a una educación que le proporciona sentido de la historia, de la filosofía, pero para el precariado no tiene valor, hasta el grado de que carece de la parte liberadora de la educación.

Cada vez más gente sale de las instituciones educativas sin conocer su historia, ni su cultura, ni su filosofía, ni el sentido del arte. Eso significa que a cada vez más gente se le niega un desarrollo que los ayude a ser subversivos y a articular su idea del futuro. Debemos restaurar el valor de la educación como una experiencia liberadora. También para que el precariado entienda que una renta básica universal es parte necesaria de ese progreso: quieren seguridad básica, quieren control de su fuerza de trabajo para poder desarrollar sus capacidades y pasar más tiempo educándose a sí mismos y a sus hijos, con sus amigos y comunidad, y participando en trabajo ecológico.

El precariado se ha liberado en un sentido material real. Y eso ha dado lugar a una gran cantidad de pensamiento innovador. Diría a mis amigos españoles en el precariado o cerca de él que están mostrando un liderazgo fantástico con nuevas ideas. Es un período muy fértil para la imaginación humana, no deberíamos verlo sólo como algo negativo. Lo es –inseguridad, paro, pobreza–, pero es hora de que digamos a los poderes fácticos que su agenda es repugnante e innecesaria. Esas dos cosas son las que deberían avergonzar a la casta. Un paradigma nunca cambia a no ser que haya un paradigma alternativo que tome su lugar. Espero que mi libro contribuya a la aparición de ese nuevo paradigma.

En el año 2011, un gran número de jóvenes (y no tan jóvenes) vieron por fin reflejados sus problemas y su situación en un concepto, el de precariado, que acuñó el sociólogo y economista inglés Guy Standing. En El precariado (Pasado y presente), el creador del índice de trabajo decente explicaba qué características definían a esa nueva clase que ya no se sentía identificada con el viejo proletariado y que había descubierto que la sociedad no era capaz de cumplir sus promesas de mejora social y prosperidad.

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