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Anarquía relacional: la revolución que cambiará el amor para siempre
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hacía un nuevo tipo de relaciones

Anarquía relacional: la revolución que cambiará el amor para siempre

Hasta hace poco hablar del ocaso de la monogamia como el único tipo de relación sexual aceptado parecía una insensatez. Ya no lo es. Y hay propuestas radicales

Foto: La anarquía relacional insiste en la importancia de entender la amistad como amor. (Oliver Rossi/Corbis)
La anarquía relacional insiste en la importancia de entender la amistad como amor. (Oliver Rossi/Corbis)

Hasta hace bien poco hablar del ocaso de la monogamia como el único tipo de relación sexual aceptado parecía una insensatez. El hombre y la mujer –aseguran los defensores de las relaciones tradicionales– necesitan mantener vínculos exclusivos para garantizar la continuidad de la especie, y no hay razón para que esto deje de ser así, por mucho que haya avanzado la manera en que entendemos los vínculos amorosos. Sí, las relaciones monógamas no están exentas de dificultades –cómo explicar si no que la infidelidad sea algo común y generalizado–, pero al fin y al cabo es la única forma que tenemos de relacionarnos.

Este sigue siendo hoy el discurso imperante, pero cada vez hay más personas que piensan de forma distinta. El doctor y profesor Eric Anderson, autor de The Monogamy Gap (“La brecha de la monogamia”, Oxford Press), aseguró a El Confidencial que la monogamia no es algo natural y, aunque la mayoría de hombres y mujeres pueden convivir con ello durante mucho tiempo, lo que sustenta su existencia es un “deseo social”. “La naturaleza no ha diseñado a los hombres para ser monógamos”, aseveraba.

De un tiempo a esta parte, esta postura académica, sostenida por muchos otros investigadores, parece tener cada vez un mayor respaldo entre la población. Según recientes investigaciones, al menos el 5% de la población estadounidense –el país en el que más se ha estudiado el asunto– está inmerso en algún tipo de relación amorosa no-monógama: de mutuo acuerdo, se permite a ambas partes enamorarse y tener relaciones sexuales con otras personas.

Superando el poliamor

Por lo general este tipo de relaciones abiertas se han enmarcado en el concepto de “poliamor”, pero como apuntan los conocedores del tema, hay muchos subtipos dentro de este, y no todos son tan rupturistas.

Según se explica en una concurrida entrada del anónimo blog The Thinking Asexual (que ha sido traducida al español por el blog Demonio Blanco y tomada como referencia en la mayor comunidad espaola de activistas del poliamor, Golfxs con Principios), existen tres tipos fundamentales de relaciones poliamorosas.

1. Poliamor jerárquico

Aunque es quizá el tipo de poliamor más extendido, es el menos aceptado por los verdaderos defensores de este. En el poliamor jerárquico existe una relación romántico-sexual principal y el resto de relaciones románticas o sexuales están supeditadas a ella. La relación principal sostiene la mayor parte de carga emocional, de compromisos, de tiempo, etc; y, a menudo, la pareja principal tiene derecho de veto sobre el resto de relaciones romántico-sexuales. Las relaciones secundarias podrán sacrificarse, reducirse o sufrir perjuicio siempre que la relación principal así lo necesite.

Las personas en una relación de poliamor jerárquico solo consideran como parte de su red las relaciones romántico-sexuales, mientras que sus amistades se encuentran en una posición inferior, al igual que en las relaciones monógamas, ya que esas mismas amistades también funcionan de manera normativa.

Para el autor de The Thinking Asexual, se trata de “monógamos que mantienen una relación poliamorosa bajo normas monógamas”.

2. Poliamor no jerárquico

Los participantes en este tipo de poliamor consideran que ninguna de sus relaciones romántico-sexuales tiene una posición privilegiada con respecto a las demás. Nadie tiene derecho de veto y nadie tiene autoridad sobre las relaciones de los miembros de la red con terceras personas. Puede existir un sentimiento amoroso parejo entre sus componentes aunque los compromisos establecidos no sean idénticos.

Por otro lado, al igual que en las relaciones poliamorosas jerárquicas, las personas posicionan sus amistades de una manera normativa; solo consideran parte de su red a las personas con las que mantienen relaciones romántico-sexuales. Sus relaciones romántico-sexuales disfrutan de una posición homogénea, pero todas, en su conjunto, ostentan un lugar privilegiado dentro de su entorno social, frente a sus relaciones no románticas o no sexuales, que carecen de él, al igual que en relaciones monógamas.

3. Anarquía relacional

El concepto de anarquía relacional (AR) es el más novedoso de todos. Fue propuesto por primera vez en 2006, por la activista y productora de videojuegos sueca Andie Nordgren. Su manifiesto Relationsanarki i 8 punkter (que más tarde la autora amplió a nueve puntos) se convirtió en uno de los textos fundamentales de los defensores del poliamor.

Según The Thinking Asexual, la principal distinción del AR respecto a otras formas de poliamor es que no hace exclusivas las relaciones románticas ni el sexo, aunque puede incorporar tanto una como ambas. De esta manera, para una anarquista relacional, tanto sus relaciones convencionales como sus relaciones íntimas y más intensas no van a reducirse a las categorías de “pareja romántica”, “sexual” o “romántico-sexual”. En definitiva, no diferencia de forma jerárquica a alguien con quien se relacione de manera romántica de alguien con quien se relacione de manera no romántica.

“No existe un número finito de posibilidades de relación dentro de una red anarcorrelacional, y, de hecho, eso es lo que configura su núcleo, el que no importe cómo conformas tu relación”, subrayan en The Thinking Asexual.

Esto no quiere decir que un anarquista relacional reniege del compromiso. Como explicó en una conferencia reciente la autora del blog El bosque en el que vivo –que responde al seudónimo de Roma– la consecuencia principal de la AR es que descentra la pareja (o parejas) como lugar o espacio privilegiado donde se concretan la crianza, la convivencia a largo plazo, integrar en la familia de origen, tener una economía compartida... Para los defensores de la AR, esas cosas pasan a no depender de un vínculo romántico-sexual, no hace falta que exista ese elemento para llevar adelante esos proyectos, pero no significa que dejen de existir.

El objetivo de la AR pasa por cambiar radicalmente la noción que tenemos de “amor”, y a partir de ahí, cambiar la estructura de nuestras relaciones. Según sus defensores, la AR constituye el subtipo más genuino de poliamor y el único que rompe definitivamente con las normas de la monogamia: no basta con tener muchas parejas, además estás tienen que funcionar bajo diferentes premisas. Y, según el manifiesto de la anarquía relacional, tal como fue propuesto por Nordgren –y traducido al español por Oscar Wildest–, son estas:

1. Podemos amar a muchas personas y cada relación es única

El Anarquismo Relacional cuestiona la idea de que el amor es un recurso limitado que sólo puede ser real cuando se da entre dos personas. Es posible amar a más de una persona y el amor que se siente por una no hace disminuir el amor que se puede sentir por otra. No evaluemos ni comparemos a las personas y a las relaciones. Apreciemos a cada persona y nuestra relación con ella. Una persona que está en nuestra vida no necesita ser denominada “primaria” para que el vínculo sea real. Cada relación es independiente, y conecta individuos autónomos.

2. Amor y respeto en lugar de derechos

Que una relación no se base en la adquisición de derechos sobre otra persona supone respetar la independencia y la autodeterminación de los demás. Nuestros sentimientos hacia una persona o nuestra historia conjunta no nos da derecho a darle órdenes y a controlarla para que cumpla lo que se considera “normal” en una relación. Exploremos cómo comprometernos sin pisotear los límites y creencias personales de los demás. En lugar de buscar obligaciones en cada situación, dejemos que aquellos a quienes amamos escojan los caminos que les permitan mantener intacta su propia identidad, sin dejar que esto implique una crisis para la relación. Dejar a un lado los derechos y las demandas es la única manera de estar seguros de que tenemos una relación en la que los sentimientos son verdaderamente mutuos. El amor no es más “real” cuando las personas se comprometen simplemente porque eso es parte de lo que se espera que ocurra.

3. Encontremos nuestro conjunto básico de valores

¿Cómo deseamos ser tratados por los demás? ¿Cuáles son nuestros límites básicos y nuestras expectativas en todas las relaciones? ¿Con qué tipo de personas nos gustaría pasar la vida y cómo nos gustaría que funcionaran nuestras relaciones? Encontremos nuestro conjunto básico de valores y usémoslo para todos nuestros vínculos. No establezcamos excepciones y reglas especiales como manera de mostrar a las personas que las amamos “de verdad”.

4. El heterosexismo está por todas partes pero no dejemos que eso nos asuste

Recordemos que hay un sistema normativo muy potente en vigor que dicta qué es el amor real y cómo debemos vivir. Muchos nos cuestionarán, tanto a nosotros como a la validez de nuestras relaciones, cuando no seguimos las pautas. Esforcémonos con las personas que amamos para encontrar fórmulas que contrarresten las peores y más problemáticas de estas reglas. Eso sí, luchemos por lo que realmente queremos, no simplemente contra las normas. Encontremos sortilegios positivos que neutralicen el encantamiento colectivo de la normatividad y no dejemos que sea el miedo el que domine nuestras relaciones.

5. Espontaneidad en lugar de obligación

Sentirnos libres de ser espontáneos para expresarnos sin miedo de castigos o de obligaciones es lo que da vida a las relaciones basadas en el anarquismo relacional. Organicemos nuestra vida de acuerdo al deseo de conocernos y explorarnos unos a otros y no de acuerdo a obligaciones y demandas, y a decepciones cuándo éstas no son cubiertas.

6. Imaginémoslo hasta conseguirlo

A veces puede parecer que hace falta ser un superhéroe para gestionar toda la ruptura que conlleva establecer relaciones que no siguen la norma. Una estrategia útil se basa en imaginar, cuando nos sentimos seguros e inspirados, que actuamos y reaccionamos como queremos hacerlo. Podemos inferir de este comportamiento simulado unas directrices sencillas y mantenerlas y aplicarlas después, cuando nuestro estado de ánimo no es tan propicio. En cualquier caso, busquemos el apoyo de otras personas que también desafían las normas y no nos reprochemos a nosotros mismos cuando la presión de las reglas establecidas nos lleve a comportamientos que no nos gustan.

7. La confianza ayuda

Si decidimos asumir que las personas que queremos no desean hacernos daño, transitaremos un camino mucho más positivo que si nuestra aproximación es de sospecha y desconfianza, de necesidad de que la otra persona revalide constantemente que está en y por la relación. A veces hay tantas cosas sucediendo dentro de nosotros mismos que no nos queda energía remanente para mostrar nuestro cariño hacia los demás. Construyamos relaciones en las que los cambios y las retiradas sean aceptados y superados con facilidad, y en las que se ofrezcan muchas oportunidades de hablar, explicar, verse y ser responsables. Recordemos nuestros valores básicos y acordémonos de cuidarnos mucho a nosotros mismos también.

8. Cambiemos a través de la comunicación

En la mayoría de las actividades humanas hay algún tipo de norma preexistente que dicta cómo deben funcionar las cosas. Si queremos desviarnos de este patrón necesitamos comunicarnos. De otro modo, todo tiende a acabar siguiendo la pauta, dado que los demás se van a comportar de acuerdo a ella. La comunicación y las acciones conjuntas en pos del cambio constituyen la única forma de desvincularse de esta situación. Las relaciones radicales deben tener como eje central la conversación y la comunicación, no como un estado de emergencia que sólo asoma cuando hay “problemas”. Comuniquémonos en un contexto de confianza. Estamos tan acostumbrados a que las personas nunca digan lo que realmente piensan o sienten, que hemos de leer entre líneas y extrapolar para averiguar lo que realmente quieren decir. Pero estas interpretaciones sólo se pueden construir basándose en experiencias previas, usualmente basadas precisamente en las normas de cuyo control quieres escapar. ¡Preguntémonos cosas, y seamos explícitos!

9. Diseñemos los compromisos a nuestra medida

La vida no tendría mucho sentido si no nos unimos a otras personas para conseguir cosas, como construir una vida en común, un hogar, criar niños o crecer juntos en lo bueno y en lo malo. Estos proyectos necesitan normalmente de mucha confianza y compromiso entre las personas. El Anarquismo Relacional no se basa en el rechazo al compromiso sino en que seamos nosotros mismos y quienes nos rodean los que diseñemos los compromisos, liberándonos de las normas que dictan que ciertos tipos de compromiso son ineludibles para que el amor sea real, o que ciertos proyectos como criar niños o convivir han de corresponderse con determinadas conductas y sentimientos. ¡Partamos de cero y seamos explícitos sobre qué tipo de compromisos queremos con los demás!

Hasta hace bien poco hablar del ocaso de la monogamia como el único tipo de relación sexual aceptado parecía una insensatez. El hombre y la mujer –aseguran los defensores de las relaciones tradicionales– necesitan mantener vínculos exclusivos para garantizar la continuidad de la especie, y no hay razón para que esto deje de ser así, por mucho que haya avanzado la manera en que entendemos los vínculos amorosos. Sí, las relaciones monógamas no están exentas de dificultades –cómo explicar si no que la infidelidad sea algo común y generalizado–, pero al fin y al cabo es la única forma que tenemos de relacionarnos.

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