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Hablan los que de verdad saben lo que quieren las mujeres: los escorts masculinos
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Hablan los que de verdad saben lo que quieren las mujeres: los escorts masculinos

Pagar por sexo suele es considerado la máxima expresión de la opresión que los hombres ejercen sobre las mujeres y sus cuerpos. ¿Qué ocurre cuando es al revés?

Foto: El hábitat natural del escort masculino no es el burdel o la calle, sino las páginas de contactos. (iStock)
El hábitat natural del escort masculino no es el burdel o la calle, sino las páginas de contactos. (iStock)

Pagar por sexo suele ser considerado como la máxima expresión de la opresión que los hombres ejercen sobre las mujeres y sus cuerpos. Es, para muchas personas, la última frontera de la humillación humana, al disponer plenamente de un cuerpo por puro capricho e ignorando absolutamente el deseo y la intimidad de la otra persona. Así pues, ¿qué ocurre cuando es una mujer la que paga por sexo con un escort masculino? ¿Es un signo de que los roles se están invirtiendo o una involuntaria venganza? No hay duda que entre gigolos, rentboys, jineteros –el nombre que reciben en Cuba aquellos que “cabalgan a la turista”– o gogoboys, el hombre tiene a su disposición muchas formas de vender su cuerpo no sólo a otros hombres, sino también a las mujeres.

La diferencia se encuentra en que la relación que la mayor parte de estos escorts mantienen con sus clientes es muy diferente a las relaciones habituales de la prostitución femenina. Durante el último siglo y medio, obviando peculiaridades culturales de muy diferente cariz, esta se ha desarrollado entre las calles de las ciudades industrializadas y los prostíbulos a las afueras de los pueblos. En la mayor parte de casos, la subordinación de la prostituta respecto al que paga por ella era evidente, hasta el punto que caer en las redes de un proxeneta ha sido uno de los grandes peligros de la emigración. Actualmente, sólo en el turismo sexual se establece una relación tan desigual, aunque los hombres que se prestan a ella, como los que aparecían en la película de Laurent Cantet Hacia al sur, no suelen estar tan coaccionados.

placeholder En 'Hacia el sur', Charlotte Rampling encontraba el sexo en un hotel turístico de Haití.

Más bien, el perfil del escort moderno se parece a aquel al que dio vida Richard Gere en la película de Paul Schrader American Gigolo o a, llevado al extremo, a Leonardo Lucatto, considerado como “el escort más reputado de Europa”. Como él mismo explicaba en una entrevista en El Confidencial, su contacto con deportistas, políticos de élite y otras figuras públicas le ha hecho vivir “historias de película”. La prostitución masculina en auge en Occidente está asociada al lujo o, al menos, a un alto poder adquisitivo, como señala un completo artículo publicado en Aeon, que recoge los datos de una agencia de escorts masculinos australiana llamad Aphrodisiac. El perfil de sus clientes son mujeres de más de 30 años (sólo un 10% tiene menos de dicha edad), solteras (aunque un 18% están casadas) que exigen rigurosos procesos de selección entre sus hombres y están dispuestas a pagar por un producto de calidad.

El hombre ideal no se encuentra en un bar

Por lo general, los hombres suelen recurrir a la prostitución por razones casi exclusivamente sexuales, o al menos eso es lo que sugieren los tópicos. Perder la virginidad, buscar fuera de casa aquello que resulta difícil de encontrar en el hogar o, simplemente, divertirse con los amigos eran razones habituales para visitar un prostíbulo. En el caso de las mujeres, el artículo sugiere que el proceso es algo diferente, y tiene más que ver con la posibilidad de elección del hombre ideal que la mera satisfacción de los deseos. De ahí que sus servicios sean mucho más caros y que los procesos de selección, mucho más duros. “Las relacionas casuales o los romances pueden ser complicados; contratar un escort ofrece control, la oportunidad para experimentar sexualmente y la exploración de fantasías sin el miedo de ser juzgado por el compañero”, señala la autora, Clarissa Sebag-Montefiore, en dicho artículo.

Los escorts presentan los comentarios de sus clientes en sus perfiles, como si se tratase de Amazon o cualquier otra tienda 'online'

El texto expone la seguridad y satisfacción que encuentran las clientas en este servicio frente al sexo casual con extraños al azar. “En lugar de ir a un bar y conocer a cualquier perdedor, les doy todo y un poco más”, explica el escort Christian, que añade que sus clientas son mujeres de negocios con mucho dinero. Por el contrario, internet ha permitido no sólo el anonimato de dichos encuentros amorosos, sino también la seguridad de que el producto por el que se está pagando merece realmente la pena. Los escorts presentan los comentarios de sus clientes en sus perfiles, como si se tratase de Amazon o cualquier otra tienda online, y hacen lo propio con los exámenes médicos que desvelan que no tienen ninguna enfermedad de transmisión sexual.

Las mujeres tienen ahora una mayor independencia, un nivel adquisitivo muchísimo más alto y un mayor poder en las relaciones sociales. Además, el tabú sobre la sexualidad femenina ha desaparecido poco a poco y el auge de la literatura erótica, si bien no ha cambiado las cosas tanto como se piensa, sí ha servido para visualizar el deseo femenino como algo tan natural como el masculino. No pagan por cantidad, sino por calidad. Como explica uno de los maduros escorts que aparecen en el artículo de Aeon, persiguen hombres “que conozcan sus cuerpos, que tengan confianza en sí mismos, y no estén atrapados en la trampa de los jóvenes”, reflejando las preferencias de hombres y mujeres en cuanto a la edad de sus compañeros.

placeholder En 'American Gigolo', el personaje interpretado por Richard Gere se ganaba la vida gracias a su belleza y atractivo físico.

No se puede decir que el grupo de mujeres que buscan compañía masculina sea residual. Una reciente encuesta realizada en Nueva Zelanda aseguraba que una de cada cuatro mujeres no tendría problema en contratar a un escort masculino. Según una investigación de mercado realizada por IBISWorld, en 2010, el 6% de los clientes de prostitución en Australia eran mujeres. No obstante, hay una diferencia sustancial en el modus operandi de estos hombres, que muestra que no son el equivalente masculino a la meretriz callejera. Por lo general, sus servicios deben contratarse por un mínimo de dos horas, en ocasiones hay que pagar una fianza previa y, sobre todo, no cobran un dinero extra por servicios adicionales como escuchar, besar o abrazar de forma cariñosa a sus clientas.

¿Amor o sexo?

¿Los hombres quieren sexo y las mujeres, amor? El estereotipo parece haberse trasladado también al mundo de la prostitución masculina, en cuanto que todos los escorts del artículo señalan que está comúnmente aceptado que las mujeres necesitan no sólo sexo, sino también una cita, cariño y alguien que las escuche. Sin embargo, testimonios como el de la exitosa escort Svetlana Z., sugieren que los hombres tampoco quieren algo muy distinto cuando contratan los servicios de una prostituta: conversación, consuelo y desahogo con una persona que se preste a escucharlos. La diferencia entre una buena escort y una a la que todos acuden es, precisamente, la capacidad de mostrar interés por lo que los clientes tienen que decir, aunque este no sea real. No obstante, sigue pensándose que la prostitución masculina llena más agujeros emocionales que la femenina: Cantet, por ejemplo, prefería utilizar el término “turismo de amor” en lugar del de “turismo sexual” para hablar de su película.

Muy pocos pasan la prueba para ser escorts, porque no se trata de su satisfacción, sino de la de la clienta

Hay otra diferencia sustancial. Mientras que tan sólo un pequeño porcentaje de mujeres en el mundo decide dedicarse a la prostitución motu proprio, o sin ningún condicionante económico o social externo, los hombres lo ven como una forma de ganar dinero mientras se hace el amor con muchas mujeres. En definitiva, una situación de win-win que provoca que todas las semanas 150 hombres se postulen para ser contratados en Aphrodisiac. Casi todos son rechazados, no sólo porque sólo ocho personas trabajan en la agencia, sino porque suelen pensar antes en su satisfacción que en la de la clienta que, como de costumbre, es quien tiene la razón, y puede abarcar edades y situaciones físicas que quizá no encajen en el ideal masculino de la belleza.

No todo es color de rosa, como muestra el último de los testimonios que recoge el artículo, y en el que un hombre de 28 años conocido como Adrià explica que algunas de sus clientas suelen traspasar ciertos límites. “Dios mío, me gusta que sea duro, pero no tanto”, en referencia a los mordiscos, agresiones y penetraciones indeseadas que sufre. Pero, al fin y al cabo, reconoce que no puede hacer gran cosa: “Te están comprando”.

Pagar por sexo suele ser considerado como la máxima expresión de la opresión que los hombres ejercen sobre las mujeres y sus cuerpos. Es, para muchas personas, la última frontera de la humillación humana, al disponer plenamente de un cuerpo por puro capricho e ignorando absolutamente el deseo y la intimidad de la otra persona. Así pues, ¿qué ocurre cuando es una mujer la que paga por sexo con un escort masculino? ¿Es un signo de que los roles se están invirtiendo o una involuntaria venganza? No hay duda que entre gigolos, rentboys, jineteros –el nombre que reciben en Cuba aquellos que “cabalgan a la turista”– o gogoboys, el hombre tiene a su disposición muchas formas de vender su cuerpo no sólo a otros hombres, sino también a las mujeres.

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