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Las 5 grandes cosas que nos amargan la vida a las mujeres, según Moderna de Pueblo
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basta de dramas: asume que eres imperfecta

Las 5 grandes cosas que nos amargan la vida a las mujeres, según Moderna de Pueblo

Las mujeres tenemos una tendencia masoquista a amargarnos por cosas mundanas y llevamos el drama a extremos insospechados. ¿Por qué nos ocurre esto?

Foto: En 'Dejar de amargarse para imperfectas' se recogen algunas de las principales cosas que amargan a las mujeres como el amor, el físico, el trabajo, la salud o el futuro. (Zenith)
En 'Dejar de amargarse para imperfectas' se recogen algunas de las principales cosas que amargan a las mujeres como el amor, el físico, el trabajo, la salud o el futuro. (Zenith)

Tengamos la edad que tengamos, las mujeres tenemos una tendencia masoquista a amargarnos por las cosas mundanas que nos ocurren y –en momentos puntuales, tampoco exageremos– llevamos el drama hasta extremos insospechados. Pero, ¿por qué nos ocurre esto?

Lucía Taboada y Raquel Córcoles –más conocida como Modena de Pueblo– se plantean en Dejar de amargarse, para imperfectas (Zenith) algunas de las razones sociales, biológicas y psicológicas, que hacen que tengamos esa tendencia a verlo todo negro, a autoexigirnos demasiado y a sacarnos defectos prácticamente imperceptibles a simple vista.

En clave de humor y desde la autocrítica, el libro obsequia a los lectores con pequeños consejos para dejar a un lado estos sentimientos de castigo y autocompasión, y comenzar a ser felices. “No se trata de buenrollismo injustificado”, puntúa Córcoles (autora de Cooltureta, Lumen), sino de consejos para empezar a cuidarnos y querernos más a nosotras mismas tal y como somos.

En el libro, reconocerás a tu amiga la que se quiere tanto –y tan constantemente– con su pareja en todas las redes sociales, a tu prima la hipocondríaca diagnosticada por el doctor Google, a tu tía la que no duda en soltarte perlas del calibre de “se te va a pasar el arroz”, y a todo un elenco de personajes comunes entre los que destacarás tú misma como la gran crítica de tu propio ser.

ACyV ha hablado con las autoras para analizar cinco de los terrenos más pantanosos que sacan la parte más melodramática y autoflageladora de las mujeres, encontrar algunas soluciones para dejar de amargarnos y subrayar algunas de esas frases tópicas que nos sacan de quicio y desearíamos ensordecer cada vez que alguien las dice.

Nos amarga porque… Es bastante mágico: el hecho es que a las mujeres las relaciones sentimentales nos amargan casi por igual cuando carecemos de ellas como cuando estamos sumergidas en un torbellino de amor. Si estamos solas, nos deprime el hecho de no tener novio y nos resulta muy molesto “que la familia y amigos nos impongan que tenemos que tener pareja”, explica Taboada, pero cuando estamos en pareja anhelamos tener tiempo para nosotras mismas y vivir como nuestras amigas solteras.

Pese a que las cosas han cambiado y cada vez está mejor aceptado el estar soltera a los 30, 35 o 40 años, “la búsqueda del amor sigue estando ahí presente” como un objetivo vital, comenta Córcoles. “Es un mensaje que nos repiten constantemente y no se dan cuenta de que hacen sentir a la otra persona como que si no has encontrado a la otra persona no estás completo”.

Posible solución: “En el caso de la persona soltera aprender a sentirte completo sin necesitar a nadie y en el caso de los emparejados casi al revés: aprender a tener tu espacio dentro de una relación”, resume Taboada.

Para dejar de amargarnos es importante ser conscientes de que esa presión por tener pareja muchas veces nos la ponemos nosotras mismas o se la imponemos a nuestras amigas sin darnos cuenta (preguntándoles si ya han conocido o no a alguien, presentándoles a todos los solteros que nos encontramos por las calles a ver si surge el amor, animándolas a apuntarse a páginas para “conocer gente”…). Relájate y disfruta de lo que tienes o no, que nada es obligatorio.

Queremos dejar de escuchar…

  • “Se te está pasando el arroz”
  • “Cuando menos te lo esperes encontrarás a alguien”
  • Los "para cuándo: os mudáis, casáis, tenéis un hijo, te echas novio…”.

Nos amarga porque… El bombardeo mediático de gente maravillosamente perfecta nos ha convertido en mujeres muy autoexigentes. Siempre queremos estar mejor de lo que estamos, y es prácticamente imposible alcanzar la belleza de las referencias que nos vienen desde fuera (queridas: recordemos que esas “mujeres” tienen las 24 horas del día para dedicarse única y exclusivamente a sí mismas).

Trillones de blogs de moda y maquillaje nos enseñan qué podríamos hacer para estar divinas, pero “no puedes aprender tantos trucos si tienes vida”, sentencia Córcoles. Además, en general, tenemos una tendencia masoquista a compararnos con todo lo que es mejor.

Como nos dice Córcoles: “Nunca se te va a ocurrir compararte con alguien que es menos agraciada que tú, siempre vas a buscar a la mujer más perfecta”.

Posible solución: En primer lugar: evitar comentarios tóxicos. Desde las críticas de familiares o amigas (digamos que la sinceridad está sobrevalorada, gracias) hasta los insistentes consejos de los nuevos adictos al fitness empeñados en que “deberías cuidarte más o hacer como yo porque yo hago…”. Enhorabuena, de verdad.

“Está bien intentar mejorar e intentar hacer algo de ejercicio, pero la clave está en no basar toda tu vida en tu imagen y no obsesionarte”, dice Taboada. Aceptarnos a nosotras mismas con nuestras cosas buenas y malas es completamente conseguible. Por si nos cuesta más de lo normal, he aquí un realista y mordaz consejo de Córcoles que nos ayudará a espabilar: “Siempre vas a peor en físico ósea que plantéatelo. Nunca estarás tan bien como ahora así que si no te empiezas a gustar ya lo llevas chungo dentro de diez años”.

Queremos dejar de escuchar…

  • “Te estás dejando”
  • “Es normal engordar un poco cuando tienes pareja”
  • “Con lo mona que estarías…” + añada aquí su crítica (en general “esas críticas disfrazadas de consejos”, comenta la Moderna).

Nos amarga porque… Lo primero que debe quedar claro es que si hay algo que nos amargue más que el trabajo es no tenerlo. La cantidad de horas, la escasa remuneración, la incompatibilidad de horarios con la vida personal, que valoren poco nuestro trabajo o ver cómo ascienden personas con menos méritos, nos amarga.

Por otra parte. También influyen nuestras autoexigencias para ser las trabajadoras del mes: no sabemos delegar en otros, nos cargamos de demasiadas responsabilidades, no sabemos pedir ayuda e incluso, cuando algo nos sale bien, siempre tendemos a pensar que podríamos haberlo hecho mejor. “Nos culpamos a nosotras y al informático”, explica Taboada.

Posible solución: Darnos cuenta de los fallos que tenemos. “Si intentas abarcar más de lo que físicamente puedes, no le pones remedio y no te propones cambiar esa situación, nunca vas a mejorar y, por tanto, el trabajo te traerá más quebraderos de cabeza”, resume Córcoles. Mantener nuestros hobbies e inquietudes paralelas nos ayudarán a verlo como lo que realmente es: trabajo. Y si llegas a un tope de amargura laboral, una solución sencilla y efectiva es plantearte que "primero estás tú antes que tu trabajo”, dice Taboada.

Queremos dejar de escuchar…

  • “No te quejes, que al menos tienes trabajo”
  • “Si no lo haces tú, hay otro detrás esperando tu puesto”
  • “Quédate tú el puente que no tienes hijos”

Nos amarga porque… Con el paso de los años comenzamos a notar cambios en nuestra salud (“los achaques empiezan a ser notables y van aumentando tanto como las resacas”, dice entre risas Taboada) y también empieza a preocuparnos la salud de nuestros familiares.

El exceso de información al que estamos sometidos actualmente, influye claramente en que le demos más vueltas a si la dieta que llevamos tiene o no gluten, si el tomate que estamos poniendo en la ensalada es verdaderamente orgánico, debemos o no beber leche o qué cantidad de complementos alimenticios debemos tomar o tirar por el retrete. “Cada día sacan algo y tú te das cuenta de que no puedes cumplirlo todo, por tanto piensas que estás actuando mal y se convierte en una preocupación”, explica Córcoles.

Posible solución: No podemos hacer frente a todos los consejos que escuchamos. Cuidarnos en la medida de lo posible evitando malos hábitos como el sedentarismo o hacer algo de ejercicio (incluso desde casa, basta de excusas), nos vendrá bien. Pero ambas señalan que la clave está en el siguiente lema: “obsesionarte con tu salud es perjudicial para la salud”.

Queremos dejar de escuchar…

  • “Todo es cancerígeno”
  • “¿Cómo puedes comer…” + aquel alimento que nos hayamos llevado a la boca en ese mismo instante.
  • “No comas carbohidratos a partir de las cinco de la tarde” (Córcoles ironiza con que “el carbohidrato es como un Gremlin si lo tomas por la noche”).

Nos amarga porque… Pensamos tanto en el futuro que no terminamos de disfrutar el presente. Siempre estamos pensando en el qué pasará y, generalmente, tendemos a imaginarnos que ocurrirá lo peor tarde o temprano: “Incluso cuando te va bien en la vida te da por pensar que no te puede ir bien tanto tiempo y que algo malo te va a pasar”, ejemplifica Taboada.

Posible solución: Asume que tener dudas e incertidumbre es normal y no todo tiene que ser negativo. “De la misma manera que imaginas que te van a pasar cosas malas, también puedes imaginar que te van a pasar cosas buenas”, opina Córcoles.

Es muy importante para dejar de amargarnos con el futuro no ponernos retos imposibles.

Queremos dejar de decirnos a nosotras mismas (que ya nos vale)…

  • “Espero que dentro de un año me vaya mejor”.
  • “Me va a salir mal”: me van a echar, me va a dejar”.
  • “Voy a morir joven”.

Tengamos la edad que tengamos, las mujeres tenemos una tendencia masoquista a amargarnos por las cosas mundanas que nos ocurren y –en momentos puntuales, tampoco exageremos– llevamos el drama hasta extremos insospechados. Pero, ¿por qué nos ocurre esto?

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