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Íñigo Errejón cuenta qué pasará el día siguiente a su llegada al poder
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CONGRESO ESPAÑA SIN (UN) FRANCO

Íñigo Errejón cuenta qué pasará el día siguiente a su llegada al poder

La situación de cambio es evidente, pero no sólo porque hayan irrumpido nuevos actores, sino porque "el régimen del 78 ha entrado en descomposición"

Foto: Íñigo Errejón y Ernesto Castro.(España sin un Franco)
Íñigo Errejón y Ernesto Castro.(España sin un Franco)

40 años después de Franco estamos en una situación parecida: sufrimos una crisis económica, vivimos tiempos de deterioro institucional, y sentimos incertidumbre respecto de lo que vendrá. La sensación que se ha generado a partir de las últimas elecciones europeas de que estamos asistiendo a un periodo de transformación, se acentuó cuando vimos a buena parte de los personajes que habían dado forma a la vida institucional española retirarse a un segundo plano, cuando no al olvido.

La cuestión es si todo se quedará en la llegada de nuevos líderes o de si asistiremos también a novedades estructurales. Uno de los elementos que, en este sentido, con más insistencia se han señalado es el de la revisión de la Constitución Española, elemento de garantía y de cierre de nuestro sistema jurídico. La idea de reformar la norma fundamental o incluso de poner en marcha un proceso constituyente ha sido un lugar común en los debates de los últimos meses.

Este punto en el que la España que llega se une con la que se va fue abordado ayer en el CENDEAC de Murcia, en el congreso España sin (un) Franco: donde juristas y politólogos pusieron sobre la mesa diferentes visiones sobre las acciones a realizar. Algunos, como los profesores de derecho constitucional de la Universidad de Alcalá y de la Universidad Complutense de Madrid, María Díaz Crego e Ignacio García Vitoria, abogaron por la reforma de la CE desde la necesidad de adaptar a los tiempos nuestras estructuras normativas, algo en lo que, afirmaron, el conjunto de los constitucionalistas españoles parece estar de acuerdo. Crego y García Vitoria rechazaron la posibilidad de un proceso constituyente, ya que entienden que existen mecanismos adecuados en la propia CE para realizar las modificaciones necesarias, pero sí abogaron por la mejora de la norma constitucional. Entre los elementos que abordaron aparecieron la introducción de cambios en la figura de los decretos leyes para evitar abusos del legislativo, la reforma del Tribunal Constitucional y del Consejo Superior del Poder Judicial para dotarles de mayor autonomía, o la necesidad de recoger de forma explícita la relación de la CE con los tratados internacionales. García de Vitoria, además, abogó por un proceso de reformas parciales en el terreno de las competencias autonómicas que nos acercara al marco europeo o por eliminar la provincia como marco de circunscripción electoral, pasando éste a ser nacional.

Para César Rendueles, profesor de sociología de la Universidad Complutense y autor de Sociofobia, el problema excede el marco jurídico y se enraiza en aspectos materiales y sociales. Desde su perspectiva, España vivió un tránsito llamativo “que nos llevó desde el franquismo hasta el turbocapitalismo global, lo que fue posible porque el PSOEaplicó una nueva y peculiar forma de socialdemocracia, la neoliberal, que transformó España, y que utilizando términos de normalización y modernidad, generó una sociedad despolitizada y muy conformista. Eso supuso un alto coste institucional, porque la distorsión de la socialdemocracia por parte del PSOEllevó a la irrupción en los ochenta y noventa de aquellas figuras carismáticas alejadas de los partidos políticos tradicionales, que eran empresarios, que resaltaban la idoneidad del gestor apolítico y que hacían lo que se llamó populismo de la abundancia. Aunque ni Ruiz Mateos ni Jesús Gil ni Mario Conde lograron consolidar el proyecto de manera estable, se situaron en el epicentro de la burbuja y prefiguraron el tipo de funcionamiento institucional que después se extendería”.

Regreso a la normalidad capitalista

Ahora, después de la burbuja inmobiliaria y de la crisis, hemos regresado al pasado, a esas tasas enormes de paro, como las que se vivieron a finales de los setenta y a la necesidad de buscarse la vida fuera: "lo único que ha cambiado ha sido que antes se emigraba a Madrid o Barcelona, y ahora se busca trabajo en el extranjero. En ese nuevo contexto, nuestra época ha vivido una doble adaptación por arriba y por abajo. Hay una élite global desarraigada, cuya patria es el hotel Hilton más cercano y unos ultraprecarios que se han adaptado bien a vivir en pisos patera. Entre ellos, sólo ha quedado la clase media, residuo de ese populismo de la abundancia”.La posibilidad de modificar esa situación pasa, asegura Rendueles, por un cambio político que ya está en marcha. “Esperanza Aguirre dijo que era necesario modificar la ley electoral para evitar que ganase una coalición de perdedores. No se me ocurre mejor denominación: hay que impulsar esa coalición de perdedores para que no ganen los de siempre, los que han ganado con la Transición y los que han ganado con la especulación inmobiliaria”.

Para Íñigo Errejón, director de campaña de Podemos, la situación de cambio es evidente, pero no sólo porque hayan irrumpido nuevos actores, sino porque “el régimen del 78 ha entrado en proceso de descomposición. El simple hecho de que una fuerza que tuvo un éxito tan modesto como Podemos, que sólo logró el ocho por ciento de los votos en unas elecciones europeas, haya provocado tanto miedo, señala que la situación española sólo requería de un mínimo empujón para que sus equilibrios se tambaleasen. Al día siguiente, Rajoy salió corriendo a hablar de regeneración democrática, los otros trataron de vestir a uno viejo de modo que pareciera nuevo, y así sucesivamente”.

Para Errejón, la base de la crisis está en “el agotamiento de la capacidad de seducción de las élites, en su creciente dificultad para integrar las demandas que se les formulan, y en la consiguiente pérdida de capacidad para comprar obediencias”. Esa falta de reacción de las élites, “que ya no funcionan como un todo sino como partes (como familias) desagregadas”, demuestra que ya no pueden conducir el proceso más que a partir de una reducción de la democracia en su beneficio y a partir de la ineficacia en la gestión. “La mejor prueba la tienes en este gobierno que titubea continuamente, que va probando ocurrencias que no sabe gestionar lo que tiene entre manos, como ha demostrado con el ébola, y que cada vez se comporta más como si estuviera en una fortaleza sitiada”.

En esa ineficacia continua en la que vivimos, tiene mucho que ver, afirma Errejón, el procedimiento de selección de los dirigentes. “En las máquinas políticas han ganado quienes se caracterizan por no tener ideas. Al final, suele ganar el que no molesta, el que no se significa, el que no cuenta con ideas propias. Los dos últimos presidentes pertenecen a esa categoría, y también los que llegan ahora, esos viejos que están vistiendo de nuevos. Pero este procedimiento de selección negativa lo que provoca es que después no se pueda reaccionar, porque se carece de la imaginación necesaria para dar una respuesta eficaz cuando la sociedad lo necesita”.

Para Errejón, “a ese régimen del 78, que ha probado ya que hoy carece de proyecto y de alternativa, no hay que darle una mano de pintura que le modernice, sino transformarle. En este sentido, sólo queda una opción, la constituyente”.

Preguntado por lo que ocurriría el día siguiente de la hipotética llegada al poder de Podemos, y por las batallasque habría que dar en ese caso, Errejón señaló que siempre que se producen situaciones de esta clase “se genera una lucha de posiciones dentro del Estado, en la que una parte del poder, el político, que está sometido a control democrático y que es una cuña dentro de un conjunto de poderes cuya legitimidad no proviene de la soberanía popular, inicia una serie de pugnas con una administración, que te dice 'esto no se puede hacer de otra manera', con una buena parte de los poderes privados, que te dicen 'este sería un buen ministro de economía', con los dueños de la información, 'que no son los periodistas' o con los poderes financieros”. En ese contexto, señala Errejón, se trataría de “hacer algo igual a lo que hizo en neoliberalismo en Europa, pero en sentido inverso, que es lograr la conversión del adversario, que se convierta en algo similar a ti, que sepa que si quiere ganar tiene que utilizar tu mismo lenguaje. El neoliberalismo ha construido un tipo antropológico, un homo liberal, un tipo de administración pública, de modelo de desarrollo, de arquitectura financiera internacional… Hay que aprender del neoliberalismo pero para hacerlo al revés”.

En esa tarea de gobierno, advierte Errejón, quien tiene este fin de semana una complicada asamblea general en Podemos, “atreverse a ganar es atreverse a mancharse, a decir 'gané una parte en la negociación y hay otras que me tengo que comer', y a ser conscientes de que hay cosas a las que se tienen que renunciar. Hay que atreverse a abandonar el cómodo lugar estético e intelectual de las certezas”.

40 años después de Franco estamos en una situación parecida: sufrimos una crisis económica, vivimos tiempos de deterioro institucional, y sentimos incertidumbre respecto de lo que vendrá. La sensación que se ha generado a partir de las últimas elecciones europeas de que estamos asistiendo a un periodo de transformación, se acentuó cuando vimos a buena parte de los personajes que habían dado forma a la vida institucional española retirarse a un segundo plano, cuando no al olvido.

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