Es noticia
Las claves para triunfar en los negocios, según una escort de lujo
  1. Alma, Corazón, Vida
“EL SEXO ES SEXO, Y EL DINERO ES DINERO”

Las claves para triunfar en los negocios, según una escort de lujo

“Soy una mujer de negocios. Trabajé duro, perseguií las oportunidades y exploté mi talento”. Svetlana es una escort de alto nivel, y tiene claro cuál es su trabajo

Foto: Como todo negocio, la prostitución tiene sus propias reglas... que podemos aplicar a otros ámbitos de nuestra vida profesional. (iStock)
Como todo negocio, la prostitución tiene sus propias reglas... que podemos aplicar a otros ámbitos de nuestra vida profesional. (iStock)

“Soy una mujer de negocios. Hice lo que los políticos de este país siempre animan a los inmigrantes a hacer. Trabajar duro, perseguir las oportunidades, explotar tu talento, y ajustarte y adaptarte a la nueva economía mundial”. No, no se trata de la escena inicial de El Padrino, sino de la confesión de una tal Svetlana Z, escort originaria de Rusia que ha expuesto su vida y estrategias empresariales en un artículo publicado en Medium. Es un potente relato en primera persona de su trayectoria desde la pequeña Chelyabinsk, que abandonó a los 19 años con 300 dólares en el bolsillo, a Nueva York, donde ha conseguido ahorrar 200.000 dólares “follando por dinero”, en sus propias palabras.

No es un retrato de desesperación, sino más bien, una peripecia algo agridulce pero marcada, por el pragmatismo y las constantes del Sueño Americano, ese que también aparecía en la historia de Belle Knox. “No odio a los hombres. No soy una víctima del tráfico de niños. Nunca he sido violada, o drogada o he hecho porno. No soy una adicta. Nunca he tenido un chulo”, confiesa. Y, como cantaba Edith Piaf, no se arrepiente de nada: si ha abandonado la prostitución es porque quiere centrarse en sus estudios de cine y psicología, que ahora, cinco años después de empezar su carrera, puede costearse. También quiere casarse y tener hijos, algo altamente incompatible con su antiguo trabajo.

De la calle a Wall Street

Sus primeros días en Nueva York recuerdan poderosamente a El sueño de Ellis, la película dirigida por James Gray. “Mierda, esta no es la América de la que había oído hablar”, piensa cuando se baja del tren en Brooklyn. Su primer trabajo será de “masajista” (sí, así, entrecomillado). El anuncio rezaba que no se necesitaba experiencia y que, a cambio, podría ganar unos 500 dólares al día. Cuando vio cómo su compañera empezaba a ser tocada por su cliente, se dio cuenta de cuál era la razón por la que estaba cobrando 100 dólares la hora. Pronto empezaría a trabajar cinco días a la semana, hasta que dos meses después, fue despedida.

Fue entonces cuando, en compañía de su compañera de piso, arrancó con su propio negocio. Los masajes-con-final-feliz les permitían ganar unos 800 dólares al día, y poco a poco, el recato de Svetlana empezó a desaparecer y a traspasar más fronteras. Fue entonces cuando diseñó sus dos personajes: la “dulce, inteligente y divertida” Angelina, que costaba 800 dólares la hora, y la tímida y europea Anna, aficionada a los viajes de lujo, y que cobraba 900 cada hora. Ambas se encontraban en el 1% de las escorts que más ganan en la Gran Manzana.

Dicho artículo sirve para entender unas cuantas peculiaridades del negocio. Por ejemplo, que los días más flojos del año eran tanto San Valentín como Navidad o Pascua, ya que el 90% de sus clientes estaban casados (y la mayor parte de ellos eran banqueros): “Si alguna vez conoces a un banquero de inversión que te dice que nunca ha estado con una escort, te has encontrado con un santo o, probablemente, un mentiroso.” Curiosamente, lo que un hombre prefiere no es su placer sexual, sino el de la mujer a la que está pagando: un 80% le preguntaba si había tenido un orgasmo. “El hombre de 60 años que quiere que me corra cinco veces antes que él cree que lo hace porque se preocupa por mí, pero es porque quiere pensar que aún puede hacer que una chica se corra”.

La escort también perfila cuatro perfiles de clientes: los que pagan por algo de compañía (los más sencillos), los que piensan que están comprando una novia (los más dulces pero los más exigentes), los que creen que te poseen (los más duros) y las parejas, sus preferidas, porque suelen ser más románticas y se preocupan ante todo por la satisfacción de la mujer. Son sesiones que suelen durar entre dos y tres horas. Actualmente, Svetlana busca pareja en internet y en redes sociales, pero se da cuenta de que falta algo en la ecuación cada vez que se acuesta con alguien: el dinero. “Si alguien no te paga, no tienes que chupársela, no tienes que sonreír todo el tiempo, puedes ser tú misma”, afirma. “Pero después de un rato te das cuenta de que falta algo. Ese algo es el dinero. Tu cartera está vacía. El sexo es sexo, pero el dinero es dinero”.

Pero la historia de Svetlana es, sobre todo, el de una empresaria que ha conseguido llegar lejos. “Trabajaba duro, pero una vez que empecé a trabajar por mi cuenta, trabajé duro para mí misma, no para nadie más”. Lección número uno: “Son los emprendedores quienes se enriquecen”. Desde luego, tiene claro el aspecto positivo del capitalismo, como ella misma lo llama. Es lo que ocurre cuando se decide a cobrar 2.000 por hora a parejas, “no porque el trabajo fuese más complicado, sino simplemente porque podía”. ¿Qué más enseña a otros emprendedores que quieran poner en marcha su negocio?

  • Para ganar dinero, hace falta gastar dinero

Si fue ella la que llegó al 1%, y no otra, fue precisamente por invertir en sí misma, explica Stevlana. Gastó dinero en publicidad, en fotógrafos profesionales, en promocionar su anuncio en páginas de contactos (hasta unos 4.000 dólares mensuales) y en alquilar un apartamento para ella sola (unos 3.000 dólares en Manhattan). Mientras tanto, el resto de compañeras tenía que conformarse con los clientes menos exigentes que, al mismo tiempo, son los más peligrosos. Un consejo publicitario: la mayor parte de clientes quieren sentir una conexión personal con la escort. De ahí que definiese a sus personajes en detalle, algo que les hace sentir más cómodos.

  • Crea estereotipos

Tanto Anna como Angelina encajaban en una vaga idea de lo exótico, pero carecían de nacionalidad. Como recuerda en el artículo, todos tenemos en nuestra cabeza los estereotipos sobre cada región del mundo: las sudamericanas son salvajes, las rusas son frías y las americanas son divertidas. Qué mejor decisión que convertir a Angelina y Anna en mujeres “bellas y misteriosas, cosmopolitas, pero incapaces de decirte de qué parte del mundo provienen”. La clave se encuentra, simplemente, en encajar en el estereotipo.

  • Aporta valor añadido

Svetlana se lleva las manos a la cabeza cuando se da cuenta de lo poco que cobran algunas de sus compañeras americanas. “No sé si es porque son estúpidas o vagas o no se toman en serio su trabajo”, se pregunta ante las que cobran sólo 400 dólares. Para evitar caer en ese grupo, y eliminar la fuerte competencia (“hoy en día puedes acostarte con una estrella porno por 2.000 dólares”), hay que marcar la diferencia. “Si quieres hacer dinero como escort, tienes que ofrecer algo especial”. En su caso, “comprensión”. “Incluso los chicos con los que estaba tres o cuatro horas, el sexo sólo duraba quince minutos”, explica. Como señala al principio del artículo, lo importante es que el cliente sienta que tiene todo el tiempo del mundo para charlar, aunque no sea así. Se trata de la parte “delicada” de su trabajo.

  • Trabaja para ti misma

La escort califica de “miope” la decisión de trabajar con una agencia, puesto que ello obliga a trabajar mucho más por el mismo dinero y, además, renunciar a la capacidad de elección. Estas agencias pueden llevarse un 30%, 50% en el caso de los masajes. Todo consiste en cuidar el producto, como califica a su cuerpo de “largas piernas, rabios rellenos y delgado que ha llamado la atención desde la pubertad”. “Es la materia prima, así que la cuido”.

  • Cómo tratar al cliente

Varias reglas de oro: nunca preguntes al cliente por su familia, no porque sea inapropiado –la mayor parte de ellos habla de ella sin que se les pregunte–, sino porque es fácil entristecerlos (“y no quieres un cliente triste”). Déjale que se queje, pero no te quejes tú. No les interesa. Además, hay que intentar ser entretenida: “A los tíos les gusta follar con mujeres guapas y delgadas, pero también con chicas interesantes”. Nunca seas borde, porque “una o dos críticas negativas pueden hundir tu negocio”. ¿La fórmula ideal? Mejor dos clientes dependientes que 10 ocasionales: “Es la regla del 80-20, la leí en un libro de negocios”.

  • Escuchar no es fácil

Como explica en la continuación de su artículo inicial, aunque no es fácil, lo más importante es que el hombre sienta que te interesa lo que estás contando. También, que se sientan comprendidos y atractivos. “Muchas chicas jóvenes y guapas saben hacer eso”, por lo que tenía que llevar a cabo otras estrategias, como contar pequeñas bromas o halagar, de forma lasciva, al cliente.

  • Protégete

Una regla que no se puede soslayar. “Los tienes y los usas”. Sin embargo, Svetlana advierte que muchas compañeras que conocen la identidad de sus clientes podían llegar a agujerear los preservativos para quedarse embarazadas y presentar una demanda de paternidad. Así que concluye con una recomendación para el cliente: “Los tipos realmente ricos deberían comprar sus propios condones”.

“Soy una mujer de negocios. Hice lo que los políticos de este país siempre animan a los inmigrantes a hacer. Trabajar duro, perseguir las oportunidades, explotar tu talento, y ajustarte y adaptarte a la nueva economía mundial”. No, no se trata de la escena inicial de El Padrino, sino de la confesión de una tal Svetlana Z, escort originaria de Rusia que ha expuesto su vida y estrategias empresariales en un artículo publicado en Medium. Es un potente relato en primera persona de su trayectoria desde la pequeña Chelyabinsk, que abandonó a los 19 años con 300 dólares en el bolsillo, a Nueva York, donde ha conseguido ahorrar 200.000 dólares “follando por dinero”, en sus propias palabras.

Trabajo Lujo Wall Street Prostitución
El redactor recomienda