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En la mente del ‘troll’: son sádicos, psicópatas, maquiavélicos (y divertidos)
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En la mente del ‘troll’: son sádicos, psicópatas, maquiavélicos (y divertidos)

Antes de la aparición de internet, ya existía el troll, ese simpático usuario de internet que pasa gran parte de su vida online metiendo el dedo en el ojo de los demás

Foto: "Jaja, ¡ha picado! A ver si nos retuitean 30 veces más..." (iStock)
"Jaja, ¡ha picado! A ver si nos retuitean 30 veces más..." (iStock)

Antes de la aparición de internet, ya existía el troll, ese simpático usuario que pasa gran parte de su vida online metiendo el dedo en el ojo de los demás o tirando el cebo para que algún ingenuo pique y sea arrastrado a una discusión sin fin en la que pierda los nervios, la paciencia y la dignidad. El arquetipo del trickster o pícaro divino, el bufón o embaucador que toma forma en la tradición del Carnaval Medieval podría ser un antecedente, como sugiere un libro publicado por Lewis Hyde. Se trata, como explica un estudio publicado en Personality and Individual Differences, de “un agente del caos” que se aprovecha de los temas candentes para “hacer que el resto de usuarios se muestren sensibles o estúpidos”.

El troleo es definido en el estudio realizado por investigadores canadienses como “la práctica de comportarse de una forma engañosa, destructiva o perturbadora en el ambiente social de internet sin un propósito instrumental aparente”. En otras definitivas, tocar las narices por las risas (o, en jerga internáutica, for the lulz). Si se entra en su juego es peor, recuerdan los psicólogos: “si una persona desafortunada cae en sus redes, el troleo se intensifica en aras de una mayor diversión sin piedad”. De ahí nace la frase don’t feed the troll ("no alimentar al troll"): responder es haber perdido la batalla, y seguramente, la guerra.

El objetivo de esta investigación, llamada Los trolls sólo quieren divertirse, es averiguar si los rasgos de estos personajes de la red se identifican con la llamada Tétrada Oscura, de la que ya hemos hablado en algunas ocasión yque está formada por el narcisismo, el maquiavelismo, la psicopatía y el sadismo. Y parece ser que así es, como han demostrado a través de dos estudios, y de una forma aún más estrecha de lo que sospechaban. Se trata de una cultura que abraza el placer sádico obtenido de la desgracia ajena, y de ahí que proliferen en los sitios considerados como troleables, es decir, aquellos donde los usuarios pueden dejar sus propios comentarios como este mismo periódico,agregadores como Menéame o foros como Forocoches.

Usos y hábitos de los trolls

Los datos mandan, como muestra el gráfico que se puede ver un poco más abajo. Mientras que otros usos de la red como el debate o la charla apenas están relacionados con los indicadores de la Tétrada Oscura, el troleo sí que lo está. Por primera vez, aseguran los autores, se ha conseguido mostrar que el sadismo, entendido como el placer derivado del dolor de los demás, es el rasgo de personalidad más asociado con los trolls. Como señaló otra investigación previa publicada en Psychological Science, los trolls son prototípicos sádicos diarios (aquellos que disfrutan del dolor moderado de los demás de forma continua). Por el contrario, aquellas personas que simplemente usaban mucho internet para otros motivos no presentaban dicho rasgo.

¿Qué lleva a un troll a comportarse como tal? Según sugiere la investigación citando el trabajo de P. Shachaf y N. Hara, las principales motivaciones son “el aburrimiento, llamar la atención, la venganza, el placer y un deseo de causar daño a la comunidad”. No debe confundirse, recuerdan, con el cyber-bulling o acoso cibernético, donde la identidad del agresor está mucho más clara y el objetivo es muy concreto. Cualquiera, incluso un amigo, puede ser el objetivo de un troll. Al fin y al cabo, no se trata de ataques personales, sino de mera diversión arbitraria. No eres tú, son ellos.

El primer estudio, realizado entre 412 usuarios de Amazon Mechanical Turk, puso de manifiesto que los trolls estaban altamente relacionados con la psicopatía, el maquiavelismo (la tendencia a manipular a los demás), y el sadismo tanto directo como vicario, es decir, experimentar el placer de la desgracia ajena sin ser los agresores. Tan sólo un 5,6% del total manifestaba su gusto por trolear a los demás. Dentro de este grupo se compartían otros rasgos a priori positivos como la extroversión o negativos como la antipatía, aunque eran tan neuróticos, abiertos o meticulosos como la media.

En el segundo experimento, los investigadores construyeron un nuevo índice para clasificar a sus objetos de estudio. Se trata del Cálculo Global del Troleo de Internet (Global Assessment of Internet Trolling, o GAIT), que confirmó los puntos anteriores con una salvedad. Mientras que el sadismo, la psicopatía o el maquiavelismo eran frecuentes entre los troll, el narcisismo (entendido como la incapacidad de ponerse en el lugar del otro), el otro componente de la Tétrada Oscura, no lo era. Por el contrario, esta abundaba entre aquellos que disfrutaban debatiendo en internet, al igual que el sadismo vicario. En todas partes, hasta en las mejores casas, cuecen habas.

¿Qué convierte al troll en troll? Básicamente, lo hacen “porque lo disfrutan”. Otra mala noticia: parece ser que, debido a esta gratificación psicológica, las personas antisociales tienen a abusar de la tecnología puesto que esta les permite dar salida a sus pulsiones malvadas, así como conectar con otras persones similares. Como concluye el estudio, “los sádicos simplemente quieren pasárselo bien… ¡e Internet es su patio de recreo!”

Antes de la aparición de internet, ya existía el troll, ese simpático usuario que pasa gran parte de su vida online metiendo el dedo en el ojo de los demás o tirando el cebo para que algún ingenuo pique y sea arrastrado a una discusión sin fin en la que pierda los nervios, la paciencia y la dignidad. El arquetipo del trickster o pícaro divino, el bufón o embaucador que toma forma en la tradición del Carnaval Medieval podría ser un antecedente, como sugiere un libro publicado por Lewis Hyde. Se trata, como explica un estudio publicado en Personality and Individual Differences, de “un agente del caos” que se aprovecha de los temas candentes para “hacer que el resto de usuarios se muestren sensibles o estúpidos”.

Investigación Ciberacoso
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