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"El paro en España demuestra que el trabajo en Occidente se asoma al precipicio"
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UNA BREVE HISTORIA DE LA HUMANIDAD

"El paro en España demuestra que el trabajo en Occidente se asoma al precipicio"

El profesor de historia Youval Noah Harari resume en "De animales a dioses" la historia del 'homo sapiens' y las ideas, útiles pero falsas, sobre las que se asienta

Foto: El profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Fotos: Enrique Villarino)
El profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Fotos: Enrique Villarino)

En su libro de memorias Mi último suspiro, el director de cine Luis Buñuel explica por qué detesta el turismo y nunca sintió la necesidad de visitar países lejanos. “Me dicen que por qué no viajo a la India, y me pregunto qué haría yo en la India a las cuatro de la tarde, cuando en casa me echaría una siesta”. Con vitriólica ironía, el cineasta resumía bien una realidad que tendemos a olvidar: la mayor parte de comportamientos del ser humano sólo tienen sentido dentro de la cultura en la que habitan. Esta es una de las ideas que dirigen el argumento de De animales a dioses (Debate; editado en catalán por Edicions 62), en el que el profesor de historia de la Universidad hebrea de Jerusalén Yuval Noah Harari plantea de forma bastante didáctica algunas reflexiones sugeridas por la historia humana.

“Breve historia de la humanidad” es el nada modesto subtítulo del libro, pero Harari recorre con elocuencia la historia del hombre desde la aparición del sapiens hasta el improbable futuro para desentrañar esas guías invisibles que se han mantenido invariables a lo largo del tiempo. Lección nº1: la evolución tecnológica raramente ha mejorado el bienestar material del hombre. Lección nº2: la mayor parte de las cosas que pensamos son naturales no son más que construcciones humanas. Lección nº3: la evolución es imparable, y no podemos saber qué ocurrirá en nuestro futuro, ya que todas las interpretaciones que el hombre realiza sobre su historia son retrospectivas y sólo tienen sentido una vez han ocurrido. El especialista en procesos macrohistóricos nos lo explica.

PREGUNTA. Una de las conclusiones que se extrae de la lectura de De animales a dioses es que revoluciones como la agrícola no sólo no han mejorado la calidad de vida individual de los seres humanos, sino que probablemente la han empeorado. Por ejemplo, el paso a comunidades asentadas aumentó el número de enfermedadese hizo que se dispararanlas necesidades de producción alimenticia, de forma paralela al crecimiento de la población. ¿Ha sido la evolución uno de los grandes enemigos de nuestro bienestar individual?

RESPUESTA. El mensaje principal es que la gente no es necesariamente más infeliz. Hay muchos ejemplos de avances que han conseguido que la gente viva mejor. En los últimos cien años hemos conseguido superar la mayor parte de las plagas epidémicas que ha sufrido la humanidad. La mortalidad infantil ha pasado del 33% a menos de un 1% en países desarrollados como España. Hay cosas buenas que el progreso trae, pero la idea principal es que no es forzoso que todo avance tecnológico, científico o económico lleve a una mejora de las condiciones en que vive el ser humano. La revolución agrícola permitió que el hombre se hiciese más poderoso, pero la vida del ser humano no mejoró. Para una persona normal y corriente, la vida seguramente fue más dura después de la revolución agrícola, porque nuestros cuerpos y nuestras mentes evolucionarion a lo largo de cientos de miles de años para adaptarse a la vida del cazador recolector, es decir, para subir a los árboles a coger fruta o correr para cazar conejos. De repente, pasar el día entero cavando canales y desviando agua, cosechando y recolectando o moliendo grano no era sano para el cuerpo y resultaba aburrido para la mente. Además, sudieta empeoró y empezaron a sufrir las consecuencias de la explotación y la jerarquía social.

P. Se puede trazar cierto paralelismo con lo que ocurrió con grandes masas de la población tras la Revolución Industrial. Hoy en día, vivimos más estresados, nos alimentamos mal y tenemos que trabajar más para conseguir un menor bienestar.

R. Un buen ejemplo que utilizo es la invención del correo electrónico. La gente pensaba que el correo electrónico iba a hacer nuestras vidas más cómodas. En lugar de emplear mucho tiempo escribiendo a mano, poniendo sellos, comprando sobres y yendo a correos a enviar las cartas, podemos hacer lo mismo de forma más rápida y cómoda. La gente pensó que sería una gran mejora, porque tendríamos más tiempo libre, estaríamos menos estresados y trabajaríamos menos pero, como todo el mundo sabe, ha ocurrido lo opuesto. Es cierto que el correo electrónico hace que la economía sea más eficaz en su funcionamiento porque la información es más rápida, pero el trabajo de oficina del empleado medio es mucho más estresante. Vemos que la gente está en el autobús o el tren con sus teléfonos recibiendo y escribiendo mensajes. Así que al final tenemos menos tiempo libre que antes y estamos más estresados.

P. Cuando el hombre pasa a ser sedentario, comienza esa escalada de crecimiento continuo que llega hasta hoy. Hay que cultivar más porque hay una mayor población, lo que a su vez hace aumentar el número de nacimientos y provoca que se cultive más. ¿Es ese crecimiento imparable, este círculo vicioso, lo que distingue al ser humano?

R. Sin duda, la economía de cualquier otro animal es estable. Por ejemplo, si uno vive en un valle donde hay hierba, conejos que la comen y zorros que comen a los conejos, la población siempre va a ser estable. Si un año los zorros comen demasiados conejos, el año siguiente no van a tener suficiente para comer y morirán de hambre, lo que estabilizará la población. La razón es que los animales no tienen control sobre la fuente que les proporciona alimento, no saben qué tienen que hacer para aumentar los recursos. Un zorro no sabe cómo aumentar la población de conejos, pero el hombre sí sabe cómo hacerlo.

Lo más importante que hay que comprender es que tendemos a pensar que sólo hay dos recursos principales en el mundo, las materias primas y la energía. Y creemos que estos dos recursos son constantes y que pueden limitar el crecimiento demográfico y económico. Pero la verdad es que hay tres recursos: las materias primas, la energía y el conocimiento. Si las materias primeras y la energía son más o menos estables, el conocimiento es un recurso que aumenta, en continua expansión. Cuanto más conocimiento se tiene, más se puede adquirir. Se expande, nunca se reduce. Los hombres descubren permanentemente nuevas formas de energía y nuevas fuentes de materias primas, lo que hace que su economía y población crezcan de forma indefinida. La mayor parte de materias que utilizamos hoy, como el petróleo, el aluminio o el plástico, apenas se conocían hace 200 años.

P. El trigo nos proporciona una buena lección. Usted dice que el hombre no domesticó el trigo, sino que fue el trigo el que domesticó al hombre, puesto que el paso a una existencia basada en la agricultura provocó que el trigo empezase a cultivarse de forma mucho más frecuente y, por lo tanto, a aumentar exponencialmente su presencia en el planeta. ¿Qué puede aprender el hombre de ello y de su posición en el mundo?

R. Se pueden extraer dos lecciones. En primer lugar, que la historia no circula alrededor del ser humano. No se puede decir que todo lo que ha ocurrido ha beneficiado al ser humano. Hay otra lección aún más importante. Los seres humanos son muy buenos a la hora de predecir las consecuencias a corto plazo de sus acciones, pero muy malos a la hora de predecir las consecuencias a largo plazo. Es lo que ocurrió con la revolución agrícola. La gente pensó que era una buena idea, pero para la mayor parte de la gente, su vida empeoró. Y está ocurriendo otra vez. Estamos produciendo programas extremadamente inteligentes que pensamos que nos facilitarán la vida, pero de hecho nadie sabe cuáles van a ser las consecuencias de estos avances tecnológicos en 20 años. Hay quien sostiene que dentro de 50 años la mayor parte de la gente no va a tener ninguna utilidad económica. El mayor problema de la economía del siglo XXI es pensar qué va a ocurrir con toda esta gente. Hay expertos que dicen que las tasas de desempleo que se ven en lugares como España significan que estamos cayendo al abismo, sobre todo en los países desarrollados, donde la mayor parte de los empleos no son físicos, sino que requieren habilidades cognitivas: abogados, médicos, gente que trabaja en los bancos… Son trabajos que los ordenadores van a saber hacer mejor que nosotros. Si alguien quiere ir a la universidad y se pregunta qué debe aprender para tener un futuro profesional dentro de 20 años, nadie sabe responderle.

P. El problema con el ser humano es que una vez una revolución tiene lugar, no hay vuelta atrás. No podemos volver a comer raíces y no podemos dejar de utilizar el corro electrónico. Es utópico que nadie pueda rebelarse de forma individual.

R. Por supuesto, es imposible volver atrás, y a nivel individual no se pueden frenar esos procesos. La lección más importante que nos enseña la historia es que no podemos asumir simplemente que cuando los seres humanos se hacen más poderosos, la vida de cada ser humano a nivel individual mejora. Somos mil veces más poderosos como raza que en la Edad Media, pero no somos mil veces más felices. Si pudieses conocer a alguno de tus ancestros y explicarle cómo vives, seguramente te diría que vives en el paraíso, que tienes que vivir lleno de felicidad, bailando y cantando todo el día. Pero no nos sentimos así, estamos muy insatisfechos. Un buen ejemplo es lo que ocurre en Oriente Medio. Desde el punto de vista material, la vida de un egipcio en 2011 era mucho mejor que en cualquier momento previo de la historia. La probabilidad de que un egipcio medio muera de hambre o enfermedad o en una guerra era muchísimo menor con Mubarak que con regímenes previos. Uno habría imaginado que los egipcios estarían contentos, pero sabemos que estaban enfadados e insatisfechos, porque a medida que su situación mejoraba, las expectativas también lo hacían, y eso significa que la gente no está más contenta de lo que estaba antes.

P. Otra de las lecciones del libro es que interpretamos la historia en retrospectiva. Para el ser humano del siglo XXI, es natural comprar un teléfono móvil cada año, un coche cada cinco y que queramos ir a vacaciones a un país extranjero todos los veranos, mientras que como explica en el libro, un egipcio no habría encontrado ningún sentido en hacer turismo, sino que probablemente habría visto más útil construir una pirámide para almacenar sus restos. ¿No es nuestra forma de vida una excepción a lo que ha sido habitual para el hombre durante milenios?

R. Lo que ocurre es que cada persona vive en una cultura determinada, y esa cultura está hecha de distintas narrativas. Estas son historias que oímos una y otra vez desde que nacemos. Estamos convencidos de que esa es la realidad, pero la mayor parte son narraciones propias de nuestra cultura, como viajar al extranjero. Pensamos que a todo el mundo le gusta, pero la mayor parte de la gente a lo largo de la historia no pensaba así. Los ricos del Antiguo Egipto nunca pensaron en ir de vacaciones al extranjero. A los chimpancés no se les ocurriría visitar a los chimpancés de otro territorio. Pensamos que es muy divertido ir a la playa, pero ¿dónde construían los palacios los reyes europeos hace 300 o 400 años? El valle del Loira está lleno de palacios, pero en la Riviera francesa no hay ninguno. A los reyes franceses no se les ocurría ir a pasarlo bien a la playa. No es que no tuvieran dinero, pero no era la clase de relato común en su cultura. La idea de ir a la playa empezó a evolucionar a partir del siglo XIX, forma parte de la cultura del Romanticismo.

P. Aunque sospechemos que puede ser así, para el ser humano es inaceptable psicológicamentereconocer que sus deseos están impuestos desde el exterior.

R. Es una idea que la gente entiende muy bien cuando se trata de los demás. Es fácil comprender que en alguna tribu india o en Oriente Medio a la gente la han lavado el cerebro desde su nacimiento con todo tipo de ideas y por eso se comportan de forma extraña. Nosotros pensamos que nos comportamos de forma normal, pero no hay más que echar un vistazo a la televisión para ver cómo cada anuncio es en sí mismo un mito que trata de convencernos de que vivamos de una forma determinada para ser más felices, estar más guapos y vivir más satisfechos.

P. ¿Cuáles son esos mitos que operan hoy y que habrían parecido absurdos hace 100 años?

R. La familia es un buen ejemplo. Pensamos que la función fundamental de la familia es satisfacer nuestras necesidades afectivas y emocionales. ¿Qué quiero de mi mujer o esposo? Creemos que la familia es una unidad emocional afectiva y, si no nos satisface, lo normal es que rompamos. Hace 100 o 200 años, y en la mayor parte de la historia, la familia era una unidad política y económica, no afectiva. La familia era nuestro fondo de pensiones, ya que estos no existían por aquel entonces. Si uno quería que alguien le cuidara cuando fuera viejo, necesitaba una familia, y por consiguiente, la familia también era el hospital, el colegio y el banco. Es lo que la gente esperaba de sus familias. Si pudieran vernos pensarían que somos muy extraños. Lo que ha cambiado en los últimos dos siglos es que el Estado y el mercado empezaron a ocuparse gran parte de las cosas de las que se ocupaban las familias. Ya no la necesitamos para esas cosas y, por consiguiente, se ha convertido en una unidad de afecto. Por eso hay una tasa de divorcio tan elevada. Cuando la familia era una unidad política y económica, era una locura romperla, incluso si no te gustaba tu marido o mujer. Cuando se convierte en una unidad afectiva, si estas necesidades afectivas no se satisfacen, es más fácil romper.

P. Ello tiene otra implicación: han aparecido sentimientos completamente nuevos para el ser humano como el amor romántico o la autorrealización en el trabajo. ¿Emergen los sentimientos como resultado de las condiciones materiales en las que vive el hombre?

R. Esos sentimientos tienen una base en nuestra biología y en nuestra mente. El amor romántico existía antes de la Edad Moderna, pero era mucho menos importante y frecuente. Había historias románticas en la Edad Media, pero la gente no pensaba en casarse por amor. Tampoco pensaban que fuera aceptable divorciarse sólo porque no te gustaba tu pareja. Lo fundamental en la familia no era el amor. Lo principal era crear una unidad económica que protegiera al individuo. No es que el amor romántico apareciera de repente, sino que pasó de ser algo marginal a ser algo fundamental, hasta tal punto que cambió el modo que la sociedad entiende las relaciones homosexuales. Cuando la idea principal de una pareja era tener hijos y unir las tierras de las familias, la idea de la pareja homosexual no tenía sentido. Una vez que lo principal es que la pareja nos aporte amor y plenitud sexual, si esto se encuentra con mayor facilidad con alguien del mismo sexo, tiene mucho más sentido.

P. Ni los comunistas ni los liberales estarían dispuestos a pensar que sus ideologías tienen mucho que ver con sistemas imaginarios semejantes a los de las religiones, pero usted dice que así es. El ser humano está dispuesto a aceptar sistemas como el liberalismo incluso en el caso de que nos pueda llevar a una grave crisis financiera. ¿Tan ciegos estamos ante nuestros sistemas de creencias?

R. No puedes tener una red de colaboración entre seres humanos si no hay una narrativa imaginaria. La principal pregunta en la historia es cómo millones de extraños que no se conocen mutuamente están dispuestos a cooperar entre sí en una empresa, en un país, en un ejército… Si analizamos cualquier emprendimiento humano, siempre vemos que en la base hay alguna ficción imaginaria. No puedes convencer a un mono de que nos dé un plátano prometiéndole que cuando muera irá al cielo, donde tendrá muchísimos plátanos. Por eso, los monos no pueden crear ejércitos ni Iglesias ni estados. Los seres humanos sí viven en esas historias imaginarias, y creen en ellas, y es la base de la creación de cualquier Iglesia y Estado, y eso se puede aplicar a la sociedad contemporánea. No existen Derechos Humanos en el mundo, es una historia que nos hemos contado, muy atractiva y bonita, pero es una ficción, como la historia de Dios y los cielos. Es como la economía. No existen corporaciones como Google, Microsoft, Fiat, Seat… Son ficciones jurídicas. Son como una especie de Dios: si cuentas una historia sobre ello, todo el mundo lo creerá, aunque no haya nada real que lo apoye.

P. La diferencia que aparece en los órdenes imaginarios tras la revolución científica es que tanto el sistema capitalista como el comunismo marxista intentan justificar su existencia a partir de una objetividad científica, lo que los hace más peligrosos.

R. Hoy, debido a ese prestigio de la ciencia, muchas religiones e ideologías tratan de basarse en ella. El ejemplo más fácil es el nazismo, que estaba basado en las leyes de la selección natural, y lo mismo ocurre con el comunismo y con el capitalismo. Pero el hecho es que todos ellos parten de una ficción. Sin ese relato ficticio, no podrían decir a la gente cómo tendrían que comportarse, porque la ciencia no tiene respuesta a preguntas sobre valores como qué es bueno o cómo debemos comportarnos. Esas no son cuestiones científicas. La ciencia no puede responder a la pregunta de si debemos invertir más en educación o en seguridad, no puede decirle a España si tiene que absorber las grandes masas de inmigrantes. Es una cuestión de valores. No hay ecuaciones matemáticas ni ningún experimento que pueda darnos una respuesta esas cuestiones, por lo que inventamos narrativas como los Derechos Humanos o la igualdad entre los hombres, pero el hecho es que no tienen ninguna base biológica, no son más que una historia que nos hemos inventado.

En su libro de memorias Mi último suspiro, el director de cine Luis Buñuel explica por qué detesta el turismo y nunca sintió la necesidad de visitar países lejanos. “Me dicen que por qué no viajo a la India, y me pregunto qué haría yo en la India a las cuatro de la tarde, cuando en casa me echaría una siesta”. Con vitriólica ironía, el cineasta resumía bien una realidad que tendemos a olvidar: la mayor parte de comportamientos del ser humano sólo tienen sentido dentro de la cultura en la que habitan. Esta es una de las ideas que dirigen el argumento de De animales a dioses (Debate; editado en catalán por Edicions 62), en el que el profesor de historia de la Universidad hebrea de Jerusalén Yuval Noah Harari plantea de forma bastante didáctica algunas reflexiones sugeridas por la historia humana.

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