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“La gente necesita que yo sea un genio y, como no lo soy, se enoja conmigo”
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JORGE BUCAY Y NUESTRA MEJORABLE VIDA

“La gente necesita que yo sea un genio y, como no lo soy, se enoja conmigo”

El terapeuta Jorge Bucay explica a ACyV por qué los españoles tendemos a exagerar, cómo podemos cambiar nuestros hábitos y algún cuento que otro

¿Necesita Jorge Bucay presentación? Si no lo conoce por su nombre, seguramente le sonarán los títulos Cartas para Claudia, Déjame que te cuente o El mito de la diosa Fortuna. Si no, es imposible que no haya visto la portada de alguno de sus libros, que generalmente presentan a una mujer que mira al horizonte en un ambiente bucólico. Es sencillo, y relativamente habitual, considerar al bonaerense como el epítome de la literatura de autoayuda, pero su carrera de 40 años como terapeuta y editor de la revista Mente Sana lo avalan, así como una capacidad oratoria que lo convierte en un conversador (y aún más, un storyteller) de primera. Su último trabajo, Rumbo a una vida mejor (RBA), es precisamente una recopilación de artículos publicados en dicha revista, un trabajo que lo ha traído de vuelta a España, donde vivió durante 12 años (concretamente, en Nerja) antes de trasladarse a México, donde reside actualmente.

PREGUNTA: Ahora que vuelve a España, ¿cómo nos ve en comparación a cuando se marchó?

RESPUESTA: Cuando me fui de España hace tres años, yo sostenía entre mis amigos que los españoles, como siempre, exagerábamos los problemas. En realidad, “¡la crisis, la crisis!” no era para tanto. El tiempo fue demostrando que estaba equivocado, que sí era para tanto. Yo viví 40 o 50 años de mi vida en Argentina, y comparado con una crisis allá, esto no es una crisis. Pero hay un tema que a mí me parece clave, que es que la gente no tiene trabajo. No haytrabajo suficiente para capturar toda esa gente que necesita entrar en el mercado laboral, y eso es lo que más me preocupa de España, porque achicarse del nivel de vida que los españoles tenían y que no podían afrontar no es el problema.

Asumir que en realidad tengo que vivir gastando lo que tengo y no por encima de mis posibilidades no es un problema, porque tarde o temprano tenía que pasar. España estaba gastando a manos llenas lo que no tenía. El 50% de los matrimonios tenía comprometido 30 años del salario de ambos, y cuando venía de Argentina y veía los anuncios de dinero fácil en la televisión me preocupaba. “Llévese 6.000 euros y nadie le va a preguntar para qué los quiere”. Es un anuncio dañoso y malintencionado, donde aparecía gente querida por el televidente que te decía que te daba un crédito en cinco minutos.

Dicen las malas lenguas que tengo un cuento para cada cosa, y para esto también. Había un rey tirano muy maligno que oprimía a la gente y que sacó un decreto por el cual el día de su cumpleaños saldría a pasear por su reino y todos tendrían que arrodillarse delante de él para mostrarle su afecto, su amor y su admiración, y al que osara desafiar eso le cortaría la cabeza. Todos se arrodillaron menos un tipo que se puso delante del carruaje y dijo “¿y qué?”. El rey lo tomó como un desafío y lo obligó a ponerse de rodillas, pues de lo contrario, su cabeza rodaría. “Eso quiero”. Llama a la guardia para que lo capturen, y cuando están a punto de llevárselo, llega otro tipo en la multitud y dice “majestad, ¿puedo hacer uso del derecho de una persona de que lo maten en lugar de otro?”. “No”, responde el otro, “¡yo quiero que me maten a mí!”.

El caso es que el rey dijo “vamos a matar a los dos”. Al rato eran quince los que pedían morir. Empezó a preguntar qué pasaba y llamó al monje: “¿Qué hace que tu gente quiere estar muerta?”. Este confesó que estaba en las Escrituras, cuyas profecías siempre se habían cumplido. Hay un texto que dice que el que muriese ese día, resucitaría y viviría para siempre. Lo que más temía el rey era morirse, así quefirma su ejecución a manos del verdugo, que cumple la orden con mucha alegría. Todo el mundo se pregunta cómo este tipo que había oprimido al pueblo desde hacía 30 años era tan estúpido como para creerse esa mentira sólo porque ellos habían cambiado las Escrituras. El monje dijo: “Nadie tiene más posibilidades de creerse una mentira que aquel que quisiera que fuera cierta”. Cuando entramos en esta locura de creer que podemos seguir gastando sin ningún problema, lo creemos porque lo queremos creer.

P: Dice que el hombre da dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás. En los 40 años que lleva trabajando, ¿cuáles serían?

R: Déjame que te ponga un ejemplo. Hace unos años, un ejército checheno atacó una escuela y pusieron a todos los niños en las ventanas para utilizarlos como escudos. Que el mundo sea capaz de llegar a eso era ese paso hacia atrás, no sólo de los chechenos y los rusos, sino de todo el mundo. Al día siguiente, la biblioteca más importante de Europa, la de la duquesa Anna Amalia, se prendió fuego. Toda la población entró en la biblioteca para salvar los libros que se están quemando, gente que nunca leería ninguno de esos ejemplares. Toda esta gente que arriesgó su vida para salvar esos libros es el paso para adelante. Mi padre decía que antes los malos tenían una cierta ética, y de alguna manera es verdad. Hace 40 años a ningún delincuente se le habría ocurrido meterse en un hospital y utilizar a los enfermos como escudos. La pérdida de valores aun entre los más malos es uno de los pasos atrás. Pero sigue existiendo la voluntad de hacerlo mejor.

P: El título del libro es Rumbo a una vida mejor, lo cual implica que vivimos peor de lo que deberíamos…

R: No tengas ninguna duda. El título no lo elegí yo, pero si se interpreta que estamos viviendo peor de lo que deberíamos, estoy de acuerdo. Tiene que ver con los hábitos. Voy a pedirle a usted que está leyendo esto que se crucede brazos. Como verá, hay un brazo que queda por encima del otro. Es un tema de hábitos, no tiene ninguna importancia ni ninguna raíz anatómica. Ahora cambiede brazo. Lo puedehacer, pero es difícil. Y si le digo que lo hagarápido, ya ni le cuento, porque tiendea hacerlo como hacesiempre. Estamos habituados a hacer no lo que es mejor para nosotros, sino lo que todo el mundo dice que es mejor para nosotros. Si es difícil cambiar elhábito de cruzarse de brazos, imagínate. Nos hemos acomodado a esta realidad que no es nada cómoda.

P: En un capítulo del libro, usted dice que siempre se puede estar mejor, pero su padre le replicaba que siempre se puede estar peor. ¿No es esa expectativa de ir siempre mejor lo que nos perjudica, no deberíamos conformarnos con estar como estamos?

R: Me lo he preguntado muchas veces. Está bien conformarse a veces, no soy de los que piensan que el conformismo está mal. Vamos a evaluar nuestro potencial. Yo creo que tú te mereces vivir de la mejor manera que puedas, y yo creo que merezco vivir de la mejor manera que pueda. ¿Pero y si me conformo antes? El mejor tú es el que da las mejores cosas de ti. Este efecto multiplicador es el que me hace pensar que tú deberías vivir lo mejor que puedas, no que tengas que ser más que otros. Cuando yo digo estar mejor, significa disfrutar más, crecer más, llegar más lejos. Vivir mejor significa crecer, y crecer desde el punto de vista de la psicología tiene un punto de vista muy determinado, significa expandir la frontera de tu yo. ¿Hasta dónde llegas tú tranquilo y sin inquietarte? Si un día decides conformarte con dónde estás, que sea una decisión tuya, no una incapacidad.

P: ¿Por qué nos resulta tan complicado cambiar esos hábitos perniciosos? ¿En qué momento el hombre se desvió de su camino?

R: Vamos a encararlo del punto de vista biológico. El ser humano es un animal, y tenemos un mecanismo animal de respuesta frente a situaciones de alarma, de huir del presunto peligro. Se llama ataque-huida. Si nos enfrentáramos ahora mismo con un león pasarían unas cosas en nuestro cuerpo capitaneadas por una secreción brutal de adrenalina para atacar o para huir. Sin embargo, no hay muchos leones ahora mismo que nos amenacen, pero sí un jefe que nos pone cara de malo, una esposa, un suegro.

Nuestro cuerpo sigue funcionando y respondiendo igual. ¿Cuál es el efecto de la adrenalina? Provoca una activación muscular bestial, circula por todo el organismo preparando al cuerpo para hacer algo que finalmente no hace. Esa adrenalina como respuesta a una amenaza que no llega tiene que consumirse de alguna manera. El estrés es ese intento de quemar la adrenalina de más que la sociedad genera todo el tiempo. Seguramente nos estresaríamos menos si le rompiésemos la silla en la cabeza al jefe, pero no podríamos vivir así. Esta distorsión del mecanismo natural de uso de la adrenalina genera que vivamos a un ritmo que no es natural del ser humano. Si sumamos a eso la historia propagandística del hombre exitoso que hace muchas cosas y todas bien, tienes el menú completo.

P: La escuela puede transmitir lo mejor y lo peor. Y, quizá en este momento, se transmiten ideas perniciosas, que ya están fijadas en los niños de cinco años.

R: El problema es que el 85% del material educativo fue creado hace 100 años para esta realidad. Todo lo de la repetición. A los chicos hay cosas que se le enseñan de memoria, y eso es una locura. Tiene sentido. Las escuelas siempre han querido formar buenos, adaptados y sumisos ciudadanos. La escuela cumple con las reglas del sistema que la ha formado, siempre está a favor del establishment. En la Revolución Industrial, los artesanos son apresados por las maquinarias. En esta cadena de producción se optimiza el rendimiento de los obreros unas 200 veces. Se produce más, se gana más dinero, etc. ¿Qué se necesita que este obrero sepa? Repetir. La educación es eso: dos más dos, cuatro;dos más tres, cinco. Se enseña la repetición porque el trabajo es repetición. ¿Pero qué ha pasado? Que el trabajo ya no es repetición, cada vez más es creatividad, inventar algo nuevo, descubrir, pero la educación no ha sufrido esa misma evolución.

La nueva escuela debería enseñar creatividad, diseño, expansión, investigación. Se venden a los niños herramientas que ya no se utilizan. No es mala intención, sólo que la realidad ha cambiado tan rápido que la educación no ha podido acompañarla. No se trata de tener escuelas más lindas o de tener más ordenadores, hay que cambiar los programas.

P: Sus abuelos eran árabes y judíos, ¿cómo influyó eso en su carácter?

R: En Argentina, la comunidad árabe y la judía han sido muy amigas. Cuando se produjo el atentado en la embajada de Israel, la comunidad árabe salió codo con codo con la judía a protestar. Creo que el conflicto árabe-israelí es derivado de la economía, y no de las diferencias raciales o de fe. Se parecen mucho, hasta físicamente. Los dos son pueblos muy abiertos, muy sociables. Lo que yo creo es que mi abuelo judío era un poco más rebuscado, más sofisticado en su pensamiento. Les daba vueltas a las cosas. Aprendí de él a pensar y repensar las cosas. De mis abuelos árabes aprendí a dejarse fluir, a ser siendo, una cosa más relajada, amable y divertida. Y de los dos aprendí a comer, por eso soy gordo. La comida judía es maravillosa, y la árabe, aún más.

P: En el prólogo habla de un encuentro con una pareja que se quejaba en voz alta de su trabajo y de su figura, a quien acusaban de simplificar la realidad. ¿Tiene muchos críticos?

R: Sí, claro, me parece bien. Si haces, tienes críticos. Si no, no.

P: ¿Qué les habría dicho si se hubiese dado la vuelta?

R: La tentación era decir que no era así, defenderme. Hubo un momento en mi vida que entendí que a la gente le gusta oponerse a lo que le gusta a la mayoría. Por ejemplo, me hablan bien de una película, y cuando finalmente la veo, ya no me gusta. Yo soy muchas cosas buenas y malas, lo que no soy es humilde. Pero te garantizo que no soy el genio que la gente quiera que yo sea. La gente necesita que yo sea un genio y, cuando no me comporto como tal, porque no lo soy, se enoja conmigo. Yo nunca dije que lo fuese, no soy un iluminado, no soy un filósofo genial. Soy un docente, un terapeuta, comparto cosas que me han servido… Y además, somos latinos, y estamos signados por la historia del cangrejo.

Un científico experimenta con animales, dos acuarios de cangrejos, uno con tapa y otra no. “¿Por qué?”, pregunta un compañero. “Los cangrejos que tienen tapa son japoneses, porque si no les pongo tapa, al tercer día se dan cuenta que pueden hacer una escalera, trepar y se escapan”. ¿Y los otros? “Son latinos, con eso no hay problema”. ¿Por qué, son estúpidos? “No, se dan cuenta al primer día que pueden trepar. Cada vez que uno está a punto de saltar, el de abajo le agarra y le dice ‘eh, ¿dónde te crees que vas?'”. Eso forma parte de nuestra manera de ser, nos molesta a todos que otro se destaque.

Cuando vendí mis primeros 10.000 libros, decían “mira este chico”. Cuando vendí 50.000, “¡opa!” Y cuando vendí 100.000… “¿quién este tipo?”. Me acuerdo de que me dieron un premio cuando vendí 250.000 libros, un periodista dijo “qué habrá hecho este tipo, con quién y por qué para vender tantos libros”. Forma parte de nuestra estructura. Pero a mí no me parece mal, sólo me molesta cuando alguien, en lugar de tomarla con lo que hago, la toma conmigo. Que lo que escribo es pobre, obvio y poco original, es una opinión. Que yo soy idiota ya no lo es.

P: ¿Se arrepiente de haber escrito algo? ¿De qué está más orgulloso?

R: Arrepentirme no, pero hay muchas cosas que hoy no escribiría, aunque piense lo mismo. Hay que ser cauteloso. En la medida en que uno va ganando cantidad de lectores, va ganando responsabilidad frente a ellos, y uno no sabe a manos de quién llegarán los libros. Tengo muchas ideas que hoy se han vuelto ideas fuertes y que escucho en boca de muchos, a veces mencionándome y a veces no. La idea de autodependencia, que quiere decir que nadie es independiente pero que todo el mundo puede ser autodependiente, me llena de orgullo.

P: ¿Cómo le gustaría que se hablase de usted y cómo no?

R: Yo soy un ayudador profesional, y a mí me gusta esa definición. Soy un tipo que ayuda a otros a curarse a sí mismos. Me parece que es la mejor definición. No me gusta que se hable de mí como un gurú, en el peor sentido de la palabra, como un vendedor de ilusiones falsas.

¿Necesita Jorge Bucay presentación? Si no lo conoce por su nombre, seguramente le sonarán los títulos Cartas para Claudia, Déjame que te cuente o El mito de la diosa Fortuna. Si no, es imposible que no haya visto la portada de alguno de sus libros, que generalmente presentan a una mujer que mira al horizonte en un ambiente bucólico. Es sencillo, y relativamente habitual, considerar al bonaerense como el epítome de la literatura de autoayuda, pero su carrera de 40 años como terapeuta y editor de la revista Mente Sana lo avalan, así como una capacidad oratoria que lo convierte en un conversador (y aún más, un storyteller) de primera. Su último trabajo, Rumbo a una vida mejor (RBA), es precisamente una recopilación de artículos publicados en dicha revista, un trabajo que lo ha traído de vuelta a España, donde vivió durante 12 años (concretamente, en Nerja) antes de trasladarse a México, donde reside actualmente.

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