Es noticia
Un Fernández en la Cataluña de Mas: “No se acepta ni una crítica al independentismo”
  1. Alma, Corazón, Vida
RICARDO FERNÁNDEZ aguilà, CATALÁN Y ESPAÑOL

Un Fernández en la Cataluña de Mas: “No se acepta ni una crítica al independentismo”

Cuando uno se llama Fernández y vive en Cataluña, acaba por convertirse en un Fernandes. Y ser un Fernandes es sentirse a la vez catalán y español

Foto: Ricardo Fernández Aguilà (Peninsula)
Ricardo Fernández Aguilà (Peninsula)

“Cuando uno se llama Fernández y vive en Cataluña, acaba por convertirse en un Fernandes”, explica el profesor de de lengua Ricardo Fernández Aguilà (Barcelona, 1951) en su ensayo, Un Fernandes entre banderas (Península). “Ser un Fernandes es ser una mezcla, más o menos conseguida, pero una mezcla. Es una semilla que maduró algún día en otras tierras españolas y creció en tierras catalanas. Es tener dos proximidades, a veces dos amores. Es manejar dos lenguas con afecto parecido”.

Ser un Fernandes es, en definitiva, sentirse a la vez catalán y español, algo que parece inimaginable en una sociedad que, de un tiempo a esta parte, parece decidida (o eso nos cuentan) a separarse de España. Una sociedad que, como a buen seguro insistirán los políticos partidarios de la independencia, saldrá masivamente a las calles mañana a pedir un tiempo nuevo. Pero ¿qué hay de todos los Fernandes que, sencillamente, quieren vivir en armonía en una Cataluña que encuentre encaje en España? En opinión del profesor, hasta ahora otro de esos ciudadanos anónimos a los que nadie pide opinión, están silenciados. Y en esta entrevista pretende dejar claro que son muchos más de los que pensamos.

PREGUNTA: José Antonio Zarzalejos, en el prólogo de su libro, afirma que el desafío independentista es el momento histórico más grave desde el inicio de la democracia en el 78. ¿Está de acuerdo?

RESPUESTA: Yo no soy especialista ni en política, ni en sociología ni en historia, pero estoy sumergido en Cataluña desde que nací y tengo bastante contacto con el resto de España. Y sí, tengo la impresión de que es un momento importante. Primero por lo que se plantea, que es un asunto grave: la independencia es una cuestión prácticamente irreversible, al menos en varias generaciones. Y grave también por la falta de alternativas, de soluciones y de espíritu para buscar soluciones, que está durando demasiado.

P.: Parece que la relación entre Cataluña y España ha cambiado de la noche a la mañana, sin casi darnos cuenta, y nos ha pillado con el paso cambiado. De repente, muchos de nuestros amigos catalanes se habían vuelto independentistas convencidos. ¿Qué ha ocurrido?

R.: En dos años se ha producido un movimiento mental en Cataluña de adhesiones al independentismo. Esto es verdad. Y también durante estos dos años, las personas que con diferentes actitudes no estábamos en esa línea, lo hemos visto venir y ha habido una pasividad importante. La pasividad gubernamental es evidente, pero también la de mucha otra gente sin esa capacidad. Pero si en dos años el subidón de gente independentista es tan alto quiere decir que estamos ante un movimiento muy emocional, muy rápido y muy reciente. Igual que esto se ha movido hacia arriba puede irse moviendo hacia abajo. De hecho hay síntomas de personas que conozco, en mi propia familia, que estaban con la estelada y han empezado a ponerla en cuestión. Esto es un síntoma cuyo alcance veremos dentro de un tiempo. Lo que no debemos olvidar es que estamos ante un fenómeno eléctrico, y las tormentas eléctricas vienen, producen lo que producen, pero también se calman.

P.: ¿Cree que estos síntomas se notarán mañana? ¿Vamos a asistir a una Diada más apagada que la de años anteriores?

R.: Da la impresión de que va a haber mucha gente, de que puede parecerse en cuanto a número de asistentes a la de otras veces, porque el movimiento está ahí, y más con la cuestión de que no nos dejan votar, que tiene mucha fuerza. Pero la pregunta sigue siendo la misma que anteriormente. Si se moviliza un millón de personas, entre las cuales hay muchas que no pueden votar, porque son niños, ¿qué pasa con el resto de millones de personas? Los que no han ido nunca. ¿Qué pasa con todos estos? ¿Qué mensaje nos representa? Está claro que a estos seis millones de personas no les importa en primer lugar la independencia. Y esto está saliendo en las encuestas.

P.: Pero, a nivel político, los partidarios de una tercera vía –que déuna salida a los anhelos nacionalistas y resuelva los conflictos fiscales sin optar por la independencia– no tienen apenas representación.

R.: Es verdad. Quienes defendemos esto tenemos un problema para explicar un mensaje nítido, pero también tenemos un problema de marketing. Aunque sea muy simplista, decir “queremos la independencia y la independencia llevará al progreso y la felicidad” es fácil de plantear. Por el otro lado, decir “no puede ser, digan lo que digan no vamos a discutir nada, porque esto va contra la Constitución”, también es un mensaje muy sencillo. El querer decir que la razón no puede estar en un solo lado, porque eso no ocurre prácticamente nunca entre personas civilizadas, y querer crear un clima de diálogo de verdad, con tiempo por delante, y ver que se puede reformar para mantener lo básico que nos una… Todo esto es muy complicado de explicar, y me da la impresión de que es muy poco televisivo. Tampoco tenemos una bandera, ni camisetas y, sobre todo, no tenemos líderes que articulen este sentimiento.

P.: ¿No hay nadie dispuesto a capitalizar la moderación y el diálogo, a convertirla en una opción política?

R.: No lo hay. Creo que el PSC, que históricamente había defendido esto –también CiU, aunque ha dado un giro importante– está pasando una época muy difícil, pero no sólo porque le vienen críticas de fuera, sino porque por dentro se mueve el suelo. Pero si a las personas que están en la línea de buscar una reforma y continuar en España se les diera una oportunidad, su impacto sería importante. Para que esto ocurra se necesita una pausa. Las prisas con las que se ha planteado el conflicto benefician a quienes desean la independencia, le vienen muy mal a quien quiera explicar que hay otra forma de ver las cosas. Pero, para lograr esto, además del apoyo de los medios de comunicación, se necesita que las instituciones del Estado rompan el bloqueo mental en el que están sumidas. O bueno, sencillamente que pase un año y medio y haya un cambio en el Gobierno de España.

P.: Está claro que un punto de inflexión en todo el conflicto fue la declaración de inconstitucionalidad de un Estatuto pactado por los Parlamentos catalán y español y aprobado en referéndum. ¿Hasta qué punto el PP, y su ataque feroz a la consulta, es culpable de que hayamos llegado a esta situación?

R.: Ha sido clave.Es más, a las personas que estamos en esta línea de diálogo, reforma, moderación y entendimiento, nos havenido fatal que los mensajes gubernamentales hayan sido de tanta pasividad y tan rígidos. Una cosa que ha fallado en este tiempo es ese fin de semana en que el presidente del Gobierno no vino a Cataluña. Hubo un momento en que todo esto empezó a subir y a subir y alguien le tendría que haber preparado un buen fin de semana al presidente del Gobierno en el que sencillamente viniera a aquí a hacer varias cosas. En primer lugar, porque venir aquí es venir a una parte de España. Pero tendría que haberse reunido con las personas que planteaban la postura más rupturista, con los representantes sociales, a visitar un museo, a ver una obra de teatro en catalán… Tendría que haber estado aquí. Esta sensación de lejanía no es nada buena y, evidentemente, nos ha quitado fuerza a quienes queremos plantear que es posible entrar en una gran conversación entre territorios, comunidades y ciudadanos para que todo esto coja otra deriva.

P.: ¿Cree que a los partidos del Gobierno, tanto catalán como español, les ha interesado mantener este conflicto para ocultar otros problemas que dependen más directamente de su gestión?

R.: Puede ser perfectamente. Es una hipótesis. Si esto es así, es un motivo más para desconfiar de las promesas políticas que hoy se nos hacen. Sería un tipo de cálculo estremecedor. Es evidente que el movimiento de protesta por la crisis en el resto de España es más intenso que en Cataluña. Lo hay, en educación, enseñanza y la cuestión de los desahucios. Pero yo diría que comparado con Madrid el número de manifestaciones por la cuestión de la crisis es mucho menor. Lo que pasa es que creo que no habrá una solución a todo este conflicto si no vamos más allá de la política, si no vamos a mejorar la comunicación y convivencia entre comunidades y ciudadanos de España.

P.: En su libro habla desde la experiencia de un Fernández en Cataluña, pero también hay Guillems y Ripolls perfectamente integrados en la sociedad española. ¿Los haencontrado? ¿Hay posibilidad de establecer lazos de contacto?

R.: Este vínculo no es nuevo. Hace muchos años yo le regalaba a la gente de Madrid discos de música catalana porque les encantaba. Hay más vasos comunicantes entre comunidades de los que están a la vista de la gente. Y he encontrado en Cataluña gente de raíz catalana por generacionesque habiendo leído el libro se han sentido muy identificados. Lo que pasa es que nos matan las generalizaciones. Yo empecé a escribir el libro porque comenzaron a salir mensajes en los que se me incluía y yo no estaba de acuerdo. “Cataluña le ha perdido el afecto a España”. Esto es un mecanismo de propaganda. No me sentía ni me siento representado, y como yo hay mucha gente que no tiene ahora mismo el canal para visibilizar sus matices, que no están representados en el mapa de opiniones de España y Cataluña. Por eso creo que es la hora de que se oiga más a los que no queremos subirnos a los trenes de choque.

P.: Dicen que el nacionalismo es como el olor corporal: uno huele el del resto, pero no el suyo. ¿Crees que hace falta superar el nacionalismo, tanto el español como el catalán, para que el debate avance?

R.: Si el nacionalismo es una vinculación con las raíces propias que está abierto a otras raíces y otras formas de entenderse hablamos de algo suave, cuando se trata de que yo no puedo existir si tu existes como eres, estamos ante un conflicto. La cuestión de la identidad, de las raíces, tiene un potencial sentimental y propagandístico muy fuerte. Creo que lo que estamos viviendo tiene mucho que ver con la idea de nacionalismo, y es algo que deberíamos superar. Hablemos de los problemas concretos, veamos cómo se puede solucionar, e intentemos hacer una restructuración del país con la que todo el mundo pueda vivir tranquilamente sus raíces y sus diferencias, pero también lo que nos une. Los nacionalismos tienen mucho que ver con la falta de entendimiento, y haríamos bien en ponerlos un poco a raya.

P.: Los movimientos secesionistas actuales están muy asociados a lo económico, y el catalán no es una excepción. Es dudoso que Cataluña se quisiera independizar si no fuera una región prospera y rica. A veces parece que lo único que les importa a los independentistas es ser más ricos. ¿Está el egoísmo detrás del independentismo?

R.: La cuestión económica ha sido muy importante en el caso catalán. Explicar que eso es una falta de solidaridad, que sería un planteamiento muy de izquierdas, cuando por en medio se da la sensación de que hay una estafa, el “España nos roba”, es muy complicado. Ese eslogan fue una de las peores cosas que se han escrito durante mucho tiempo, porque eso significa que cualquier amigo de otra parte de España nos está robando. Porque España es la gente, no sólo el Ministerio de Hacienda. En mi opinión, no obstante, a estas alturas de la historia el argumento económico está ocupando un plano secundario y lo que está aguantando y va a aguantar al movimiento independentista, son razones de tipo identitario, de querer hacer otro país distinto, separado, que no tenga nada que ver con España… Y estas razones sentimentales y estéticas están cogiendo cada vez más fuerza. Por una razón, porque las cuestiones económicas se pueden retocar, hablar, reajustar… Pero si llevamos el debate a cuestiones de fondo… Ya hay líderes de este movimiento que están diciendo que las cuestiones económicas no les importan, incluso si las cosas fueran a peor en una futura Cataluña independiente, lo que quieren es un estado distinto y un proyecto nuevo.

P.: Este nuevo proyecto se espera que sea mejor que el anterior, pero no hay demasiadas razones para pensar que vaya a ser así. ¿Falta pedagogía para explicar que si Cataluña se fuera de España su situación no sería mejor?

R.: La ciudadanía demanda que le expliquen qué es lo que va a pasar después de votar. Yo diría que lo que hay es un plan para separarse de España, pero no un proyecto para ser algo distinto. Mientras no se acepten las críticas por parte del independentismo respecto a que la independencia traería muchos problemas hay que concluir que esto es propaganda. Desde el primer momento no se ha aceptado ni una crítica al proyecto independentista. Era el miedo, era españolismo, pero nunca sentido común. Y si un movimiento funciona de esta manera es que hay algo ficticio, hay algo imaginado. ¿La gente en general quiere quedarse con un proyecto que no es más que una ilusión? No creo, cada vez más personas están comprendiendo que para tomar una decisión tan grave como esta habría que tener más información.

“Cuando uno se llama Fernández y vive en Cataluña, acaba por convertirse en un Fernandes”, explica el profesor de de lengua Ricardo Fernández Aguilà (Barcelona, 1951) en su ensayo, Un Fernandes entre banderas (Península). “Ser un Fernandes es ser una mezcla, más o menos conseguida, pero una mezcla. Es una semilla que maduró algún día en otras tierras españolas y creció en tierras catalanas. Es tener dos proximidades, a veces dos amores. Es manejar dos lenguas con afecto parecido”.

Marketing Pedagogía PSC Política Nacionalismo
El redactor recomienda