Es noticia
Un examen de ADN descubre por fin la verdadera identidad de Jack el Destripador
  1. Alma, Corazón, Vida
AARON KOMINSKI, MISÓGINO PELUQUERO POLACO

Un examen de ADN descubre por fin la verdadera identidad de Jack el Destripador

Ni un político, ni el nieto de la reina, ni un cirujano. Un libro publicado esta misma semana desvela de forma definitiva la verdadera identidad de Jack el Destripador

Foto: La policía de Scotland Yard descubre el cadáver de Mary Jane Kelly, la última víctima de Jack el Destripador. (Corbis)
La policía de Scotland Yard descubre el cadáver de Mary Jane Kelly, la última víctima de Jack el Destripador. (Corbis)

Ni un ex Primer Ministro, ni un descendiente de la Familia Real, ni un cirujano obsesionado por la precisión quirúrgica. Un libro que será publicado esta misma semana desvela de forma definitiva (o al menos, eso promete) la identidad de Jack el Destripador. Según los exámenes del ADN encontrado en el chal de una de las víctimas, se trataría del polaco Aaron Kosminski, que desde el otoño de 1888 figuraba en la lista de los seis principales sospechosos del asesinato de al menos cinco mujeres en el Londres victoriano. De ser así, acabaría de una vez por todas con las interpretaciones políticas que se han popularizado durante las últimas décadas, gracias a obras como el cómic From Hell de Alan Moore, que nunca dio pábulo a dicha versión más que como material narrativo.

Si Aaron Kosminski fue Jack el Destripador, los crímenes fueron el producto de una mente enferma. El polaco había escapado a Londres con el resto de su familia huyendo de los pogromos que el zar Alejandro III abrió para detener a la población judía tras el asesinato de su predecesor. Se cree que su profesión era la de peluquero, como figura en la documentación que se conserva, y vivía en el pobre barrio de Whitechapel, donde las prostitutas fueron asesinadas. Y nadie duda de que se trataba de un misógino que padecía esquizofrenia paranoide aderezada con alucinaciones auditivas, como explicó el doctor Houchin. Este lo trató después de que ser ingresado en un hospital psiquiátrico en marzo de 1889, pocos meses después de los crímenes del Destripador. Apenas tenía 23 años.

Kosminski murió de gangrena en 1919 en el manicomio de Levesden, y no en 1890, como algunas fuentes habían asegurado. Pesaba apenas 45 kilogramos y había perdido toda conexión con el mundo. No conocía su nombre ni el tiempo que había pasado ingresado, ni seguramente tampoco recordaría que en el otoño de 1888 pasó 24 horas bajo la custodia de la policía como sospechoso de los crímenes de Jack el Destripador, ni de que apenas dos años más tarde, un testigo que después se retractaría, lo reconoció como el acompañante de una de las mujeres asesinadas apenas horas después. No obstante, Kosminski no se comportó de forma particularmente agresiva en su cautiverio. El doctor señalaba en sus notas que era, ante todo, una persona incoherente y excitada. En una ocasión, intentó golpear a su asistente, aunque fue descrito como un “enfermo crónico inofensivo” que se recluyó poco a poco en su propio mundo.

Un arduo camino hacia la verdad

No se podría haber resuelto el enigma de la identidad de Jack el Destripador sin los avances en genética de los últimos años. El hallazgo tiene su origen en marzo de 2007, tras la compra del chal que perteneció a una de las víctimas, Catherine Eddowes, por el empresario Russell Edwards, autor de Dándole un nombre a Jack el destripador (Sidgwick & Jackson), en el que se refleja todo el proceso. Se trataba de una prenda de colores azules y marrón oscuro que presentaba un ribete de margaritas de la fiesta de San Miguel Arcángel, hoy olvidada pero frecuentemente celebrada en la Inglaterra victoriana. El chal había llegado a la casa de subastas pasando de generación en generación a partir de un policía que había estado presente en la escena del crimen.

El problema con la prenda es que nunca se había podido probar su autenticidad, por mucho que su dueño, David Melville-Hayes, asegurase que perteneció a su tatarabuelo, el sargento Amos Simpson, que pidió a Scotland Yard llevárselo para regalárselo a su mujer. Esta lo rechazó al estar lleno de sangre y ni siquiera llegó a lavarlo. El primer test realizado en 2006 no pudo demostrar su autenticidad, pero a pesar de ello, fue adquirido por Edwards, a quien le llamaron la atención las margaritas de San Miguel bordadas. Esta festividad se celebróel 29 de septiembre y el 8 de noviembre, justo las noches en las que murieron Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly, la última víctima de Jack.

Una vez en su poder, Edwards comenzó a atar cabos y a sospechar de Kosminski. Demostrar la culpabilidad del polaco era tarea harto ardua, en cuanto apenas existen pistas que pudiesen conectar a este con sus víctimas. La clave, pronto descubriría, se encontraba en el chal. Este fue examinado en 2011 por el experto en genética y profesor de la Universidad de Liverpool Jari Louhelainen, y lo que encontró en la tela fue sorprendente. No sólo porque gracias a una cámara de infrarrojos descubriese que la sangre del chal provenía de un tajo en el cuello de la víctima, sino también porque encontró en ella manchas de lo que parecía ser semen. Además, el biólogo identificó una célula del riñón de la víctima, lo que prácticamente confirmaba que la prenda había sido portada por Eddowes en el momento de su muerte, ya que sus riñones habían sido arrancados.

No fue particularmente difícil para los investigadores topar con descendientes del agresor y la víctima. Una mujer llamada Karen Miller, descendiente de Eddowes, se prestó a proporcionar una muestra del ADN a Louhelainen. El resultado, una correlación perfecta. Era la primera vez que una prueba biológica se relacionaba de manera directa con la escena de alguno de los crímenes perpetrados por el Destripador. Algo más complicado fue analizar el semen, puesto que las células podrían no haber sobrevivido desde entonces. Gracias al experto mundial David Miller, encontraron epitelio probablemente proveniente de la uretra del asesino. Una descendiente de la hermana de Kosminski se prestó a dejar analizar el ADN de su boca por los investigadores. Bingo: después de secuenciar el ADN de ambos, la correlación entre las células encontradas en el chal y la de los Kosminski proporcionaba también una correlación perfecta.

Nunca antes la ciencia había proporcionado una pista tan clara sobre la identidad de Jack el Destripador. La mayor parte de intepretaciones, dejando un lado las directamente fantasiosas, habían recurrido a hipótesis puramente intuitivas, como la que en el año 2005 sugirió que Jack el Destripador tenía que haber sido un cirujano por la precisión con la que extraía los órganos de sus víctimas. La navaja de Ockham vuelve a funcionar una vez más, y los nombres de los que habían sido acusados de ocultarse tras el manto negro de Jack pueden descansar en paz. Ni el pintor posimpresionista Walter Sickert, ni el ex Primer Ministro William Gladstone, ni Lewis Carroll, ni el príncipe Alberto Víctor, nieto de la Reina Victoria. Lo más probable es que Jack el Destripador no fuese más que un enfermo mental, uno de los primeros serial killers de la historia.

Ni un ex Primer Ministro, ni un descendiente de la Familia Real, ni un cirujano obsesionado por la precisión quirúrgica. Un libro que será publicado esta misma semana desvela de forma definitiva (o al menos, eso promete) la identidad de Jack el Destripador. Según los exámenes del ADN encontrado en el chal de una de las víctimas, se trataría del polaco Aaron Kosminski, que desde el otoño de 1888 figuraba en la lista de los seis principales sospechosos del asesinato de al menos cinco mujeres en el Londres victoriano. De ser así, acabaría de una vez por todas con las interpretaciones políticas que se han popularizado durante las últimas décadas, gracias a obras como el cómic From Hell de Alan Moore, que nunca dio pábulo a dicha versión más que como material narrativo.

Scotland Yard Londres