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¿Sabes lo que dices? Lo que significan literalmente palabras como "bici" o "cine"
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PECULIARIDADES SEMÁNTICAS DE LA COMPOSICIÓN

¿Sabes lo que dices? Lo que significan literalmente palabras como "bici" o "cine"

¿Sabemos lo que queremos decir al pronunciar una palabra, o ha sido tan utilizada la lengua que las palabras han terminado por perder su significado?

Foto: La mayor parte de lexemas del español provienen del latín y el griego. (iStock)
La mayor parte de lexemas del español provienen del latín y el griego. (iStock)

¿Sabemos lo que queremos decir cuando pronunciamos una palabra, o ha sido tan utilizada la lengua a lo largo de los siglos que las palabras han terminado por perder su significado? Lo que está fuera de duda es que solemos desconocer la formación de la mayor parte de palabras de nuestra lengua, lo cual, por supuesto, no quiere decir que no las podamos utilizar. En realidad, si nos centrásemos únicamente en la semántica de las palabras y de sus diferentes lexemas, nuestro idioma sería mucho menos rico.

Como propone –respecto al inglés– un curioso artículo publicado en The Week, podemos descubrir mucho de nuestro idioma si nos fijamos en los apócopes que empleamos en el habla más coloquial, es decir, la eliminación de algún sonido al principio o al final de la palabra como en el caso de “Dani” por “Daniel”. Se trata de una facilidad de la lengua hablada que nos permite ahorrar en saliva y tiempo, así como manejar un registro más familiar a la hora de, por ejemplo, llamar a nuestros seres queridos: ¿no resulta más fácil pedirle a Santi que coja la bici, que pedirle a Santiago que coja la bicicleta?

A continuación vamos a examinar algunos de los apócopes más utilizados del castellano que, al acortarse, pierden gran parte de su significado y podrían llevar a la confusión a aquellos que no los conociesen de antemano e intentasen desentrañar su significado a partir de sus lexemas, sobre todo teniendo en cuenta que en muchos casos se pierde la raíz y se conservan los prefijos. Ello no quiere decir que sean incorrectos –aunque no es recomendable abusar de ellos–, sino que, simple y llanamente, se han dejado gran parte de su esencia por el camino. Y, maravillas de la lengua, aún pueden ser comprendidas correctamente.

  • Bici (bicicleta): uno de esos casos en los que el corte no se produce en el prefijo (“bi”, de origen griego, que significa “dos”), sino en la mitad del lexema “cicleta” (“kyklos”, que significa “círculo” u “objeto circular”). Efectivamente, al decir “bici”, estaríamos señalando que el objeto al que designamos está formado por dos… ¿ci?
  • Boli (bolígrafo): de “bola” y “grafo”, tan sólo se utiliza el primero de los dos lexemas que componen la palabra, por lo que únicamente estaríamos aludiendo a la “bola” que en el extremo del invento fue introducida por Ladislao Biro durante los años 30 para extender la tinta.
  • Cine (cinematógrafo): movimiento y escritura, “kino” y “grafía”, la palabra “cinematógrafo” ha pasado de ser empleada para referirse al ingenio que permitía registrar y reproducir imágenes y movimientos para incluir también a la sala donde se proyectan dichas películas. Curioso, en cuanto que el significado literal de “cine” sería, más o menos, “movimiento”. Y los cines no suelen moverse.
  • Foto (fotografía): muy semejante al caso inmediatamente anterior, sustituyendo el movimiento del “kino” por la luz de “foto”. Eso sí, aunque algo de luz haya en toda fotografía, a nadie se le ocurriría usar dicha palabra como sinónimo de “fotografía”.
  • Moto (motocicleta): volvemos al caso de la bicicleta, sólo que esta vez tiene un poco más de sentido que en aquella, puesto que el truncamiento de la palabra se produce entre “moto” y “cicleta”, aislando los dos componentes esenciales de la palabra.
  • Nazi (nacionalsocialista): como suele recordarse a menudo, este acortamiento ha provocado que se haga más énfasis en el carácter “nacional” del partido de Adolf Hitler que en el socialista, que suele ser eliminado en el apócope.
  • Radio (radiorreceptor, radiotransmisor, radioemisora): una excepción, en cuanto que un mismo apócope se utiliza para designar varios conceptos familiares aunque cercanos. Por una parte se encuentra el “radiorreceptor”, que recoge y transforma en sonidos las ondas emitidas por el “radiotransmisor”. En realidad, “radio” hace referencia a la radiación de ondas.
  • Tele (televisión): uno de esos ejemplos que ilustran bien el (ligero) absurdo lingüístico de estas palabras. “Televisión” significa algo así como “visión a lo lejos”, pero al eliminar la “visión”, nos quedamos únicamente con la lejanía. Así pues, decir que vamos a “ver la tele” quizá confunda al griego que, surgido de un túnel del tiempo, intente adivinar qué queremos decir con ello…

Más divertido aún puede ser fijarse en algunos nombres propios, ya que estos solían estar formados por palabras pretéritas combinadas y que, al acortarse, generan significados cuanto menos peculiares:

  • Álex: formado por la unión de las palabras griegas “alejo” (“protegerse”) y “andros” (“del hombre”), es decir, “protegerse de otrohombre”. Así pues, “Álex” todavía guarda cierto parecido con el “protector”, aunque es preferible intentar no descubrir a nadie qué significa “Jandro” (porque es probable que no signifique nada).
  • Edu: nombre de origen germánico en el que se dan cita la felicidad (“ead”) y la guardia (“weard”). Al llamar a alguien “Edu” nos libramos de la guardia y nos quedamos solamente con la felicidad.
  • Nico: la victoria del pueblo, es decir, “niké” (victoria) y “laos” (pueblo). Si despojamos a Nicolás de su final, al menos nos estaremos refiriendo a la victoria. No está mal.
  • Rafa: de origen hebreo, Rafael está formado por “rafa” (sanar) y “El” (Dios). Llamando a alguien “Rafa” nos quedamos con la sanación y nos olvidamos de Dios.
  • Santi: es un apócope polémico, en cuanto que parte por la mitad “tiago”. "Santiago" es la forma vulgar de "Santus Iacobus", por lo que al acortar la palabra, nos quedamos tan sólo con el Santo... Otros nombres como Diego, Jaime o Jacobo compartien dicho origen.
  • Vero: si atendemos a la interpretación que encuentra su origen en la etimología medieval (la alternativa lo localiza en Macedonia, como una evolución de “Ferenike”, “portadora de la victoria”), haría referencia a la “vera icon”, por lo que si eliminamos “-nica” nos quedaríamos sin icono y mantendríamos únicamente la “verdad”.

¿Sabemos lo que queremos decir cuando pronunciamos una palabra, o ha sido tan utilizada la lengua a lo largo de los siglos que las palabras han terminado por perder su significado? Lo que está fuera de duda es que solemos desconocer la formación de la mayor parte de palabras de nuestra lengua, lo cual, por supuesto, no quiere decir que no las podamos utilizar. En realidad, si nos centrásemos únicamente en la semántica de las palabras y de sus diferentes lexemas, nuestro idioma sería mucho menos rico.

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