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Por qué hay que reivindicar la historia y utilizar la inteligencia de la gente del pasado
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EL TRABAJO, SEGÚN FERNANDO DÍEZ RODRÍGUEZ

Por qué hay que reivindicar la historia y utilizar la inteligencia de la gente del pasado

Sabemos que existe algo que llamamos historia, pero apenas la utilizamos. Apenas prestamos atención a lo que otros pensaron, y así nos va

Foto: Las innovaciones en tecnología y en la gestión están anunciando grandes transformaciones en el mundo del trabajo. (iStock)
Las innovaciones en tecnología y en la gestión están anunciando grandes transformaciones en el mundo del trabajo. (iStock)

En los últimos siglos, el trabajo fue central en nuestras existencias, tanto porque era la forma de ganarse el sustento como por los aspectos identitarios que confluían en él o porque se había convertido en el centro de las tensiones sociales. La vida fluía alrededor del trabajo, algo que no ocurre en nuestra época. En primer lugar, porque como señala Fernando Díez Rodríguez, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, aunque siga siendo la causa de muchos de nuestros desvelos no goza de buena salud al haberse transformado de trabajo en empleo, perdiendo así gran parte de su fuerza nuclear. En segundo, porque las innovaciones en tecnología y en gestión están anunciando grandes transformaciones laborales que dibujarán un mundo muy distinto.

Para poder entender mejor el futuro, es bueno echar un vistazo al pasado, asegura Díez Rodríguez. Por eso ha escrito Homo Faber. Historia intelectual del trabajo 1675-1945 (Siglo XXI España) donde ofrece un (magnífico) recorrido por las ideas, personajes, teorías y transformaciones que iluminaron los últimos tres siglos occidentales. Un viaje por una época ya distante de la nuestra, pero que resulta necesario, afirma, porque nos puede ofrecer una perspectiva que habitualmente ignoramos, la de la historia.

Los asuntos económicos, políticos y sociológicos suelen estar muy presentes en nuestros análisis, pero necesitan ser completados: “La historia nos ayuda a no caer en las simplificaciones del presente, que suelen ocurrir en virtud de los problemas y de los condicionantes actuales. La historia nos da un sentido y un espesor a la hora de entender estos procesos y nos permite tener una concepción más compleja y precavida de lo que estamos viviendo”.

El bienestar y la decencia común

Esa mirada al pasado es útil en muchos sentidos. Más allá de que a menudo tengamos la sensación de que algo de las novedades que tanto nos preocupan es una repetición de cosas que ocurrieron antes, o de que los tiempos pasados sirvan para darnos claves sobre cuándo y cómo se producen los cambios. Ese recorrido por tiempos anteriores también nos permite, asegura Díez Rodriguez, “acudir a la inteligencia de gente que ha vivido en otras épocas. Ellos han desaparecido, pero no su inteligencia. Cuando los lees, pueden aparecer aspectos excesivamente idiosincráticos, que son producto de su tiempo, pero siempre encuentras algo iluminador. Pasa con Platón y Aristóteles, pero también con Adam Smith o con Marx y con tantos otros. Todos ellos han aportado elementos de análisis que nos pueden servir, que podemos revitalizar y reanimar”.

En su repaso a la historia reciente de las teorías y las ideas sobre el trabajo, aparecen grandes nombres como Goethe, Hegel, Durkheim, Weber, Marx, Adam Smith o Fourier, otros menos conocidos pero influyentes, como Charles Babbage, Andrew Ure, John Ruskin o William Morris y otros que ayudaron a conformar definitivamente el último siglo, como Beveridge o Taylor. Autores que, asegura Díez, “a pesar de las ocasiones en que se confundieron, fueron siempre creativos, demostraron una inteligencia poderosa y arriesgaron en sus formulaciones”.

En estas fuentes podemos acudir a buscar nuevas lecturas sobre nuestra intensa y peculiar relación con el trabajo. En algunos casos, porque hay un vínculo evidente, señala Díez Rodríguez,como en las nuevas formas en que el capitalismo postindutrial se acerca, sobre todo en algunos sectores, a las dinámicas vinculadas al viejo trabajo artesanal. En otros, porque pueden servirnos para conseguir que atisbemos el futuro. Díez Rodríguez se pregunta en Homo Faber "si volverá la preocupación por el trabajo más allá del empleo y de la valoración casual y limitada de sus significados y virtualidades más hondas y complejas" y si volverá a reclamarse para él una entidad y una solidez similares a las que tuvo en los últimos siglos. Dentro de ese futuro abierto del que apenas sabemos algo, y lo que conocemos no parece muy atractivo, Díez aboga por aquella idea de "bienestar y decencia común que algunos espíritus avisados reivindicaron para insuflar algún grado de confiabilidad y moderación a nuestros sistemas económicos, sociales, culturales y políticos", y que encontraban en determinadas formas de trabajo, asegura en Homo Faber, "un terreno propicio para su desarrollo".

En los últimos siglos, el trabajo fue central en nuestras existencias, tanto porque era la forma de ganarse el sustento como por los aspectos identitarios que confluían en él o porque se había convertido en el centro de las tensiones sociales. La vida fluía alrededor del trabajo, algo que no ocurre en nuestra época. En primer lugar, porque como señala Fernando Díez Rodríguez, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, aunque siga siendo la causa de muchos de nuestros desvelos no goza de buena salud al haberse transformado de trabajo en empleo, perdiendo así gran parte de su fuerza nuclear. En segundo, porque las innovaciones en tecnología y en gestión están anunciando grandes transformaciones laborales que dibujarán un mundo muy distinto.

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