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¿Podemos se comerá al PSOE? Cinco claves sobre lo que pasa en la política
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enseñanzas de las elecciones europeas

¿Podemos se comerá al PSOE? Cinco claves sobre lo que pasa en la política

Las lecciones del pasado domingo nos han dado suficientes claves sobre lo que va a pasar. Pero en lugar de analizarlas, nos metemos con Podemos

Foto: Pablo Echenique (con bufanda blanca) celebra la consecución de su escaño. (Efe/Javier Cebollada)
Pablo Echenique (con bufanda blanca) celebra la consecución de su escaño. (Efe/Javier Cebollada)

El primer instante de análisis postelectoral fue para el bipartidismo y su posible crisis, pero el segundo y más duradero está siendo para Podemos, la formación sorpresa, que ha irrumpido en la escena mediática con más fuerza aún que en las urnas. Las críticas a su programa y su identificación como nuevos enemigos (desde la derecha, por su identificación con los rojos de siempre, desde la izquierda por el malestar y la envidia que ha creado su éxito) está consiguiendo deslizar la atención hacia los síntomas más que hacia las causas. Las elecciones del domingo han señalado unas cuantas pistas acerca de por dónde va a transitar la política, y no deberían caer en saco roto. Entre ellas:

Ni derecha ni izquierda: lo viejo y lo nuevo

La gran brecha en estas elecciones no ha quedado establecida entre opciones políticas con diferentes ideologías, como izquierda y derecha, sino entre lo institucionalizado y lo nuevo. El malestar social producto de la crisis económica y del consiguiente deterioro en el nivel de vida, que ha crecido entre noticias sobre corrupción, se ha sustanciado en el rechazo a los partidos políticos mayoritarios, que son percibidos como anquilosados, como generadores de más de lo mismo, y ha beneficiado a nuevos jugadores, como Podemos, que no han sido percibidos como parte de las estructuras partidistas y de la política tradicional, pero también a muchos otros partidos pequeños cuya fuerza era precisamente la de mostrarse distintos a los de siempre. Ese, que también era el punto fuerte de UPyD o de Vox, generó menos réditos electorales en el caso de estas formaciones precisamente porque sus líderes fueron vistos como parte de lo institucional.

El cambio real: todos los grandes han salido dañados

Estas elecciones no son anecdóticas, por más que muchos gurús como Arriola lo vean así. Todos los partidos grandes han visto el suelo moverse bajo sus pies: el PP ha sido abandonado por una parte sustancial de sus votantes, al igual que el PSOE, que entra en la lucha sucesoria (en la que Madina tiene muchas papeletas), IU se ha encontrado con un partido formado por gente de su espectro que amenaza con comerle todo el terreno, CiU ha visto cómo ERC le ha robado ese voto soberanista por el que han apostado…

Llegan tiempos de cambio: de líderes, de estrategias electorales, de formas de comunicación política. Al margen de que se consoliden o no nuevos partidos, estamos entrando en sociedades con composiciones distintas y, como se aprecia en el mapa electoral europeo, están dando lugar a cambios electorales. España se dio cuenta el domingo.

Cuando la tarta es más pequeña, hay quien se queda sin comer

El voto destinado a los partidos institucionales se está acortando en la mayoría de países europeos, y eso no suele implicar que las formaciones principales pierdan votos en un porcentaje similar, sino que una de ellas salga más dañada que la otra. En el contexto actual, los partidos socialistas europeos están sufriendo un deterioro acentuado que les ha llevado a convertirse en fuerzas de segundo orden en algunos países. Si el porcentaje de voto que recogen los partidos institucionales se sigue reduciendo, y ambos tienen que pelear por un pastel más pequeño, el PSOE tiene todas las papeletas para ir enfilando la puerta de salida.

El populismo está a las puertas

Desde Beppe Grillo hasta Marine le Pen, pasando por Syriza o Ukip, por citar formaciones de ideologías muy distintas, el populismo se ha constituido como la tendencia emergente en Europa, donde ha sintonizado con un elector que proviene de todas las clases sociales, aunque arraigue especialmente en la clase trabajadora nacional y en la clase media empobrecida, sus principales nichos. En España no ha ocurrido aún, por diferentes causas, siendo una de ellas que la variable nacionalista, que ha sido muy importante en estas iniciativas, está muy fragmentada, perdida su potencia entre nacionalismos varios de menores dimensiones. El orgullo de lo español frente a Europa es un mensaje que, por razones obvias, tiene aquí pocas opciones de encontrar a un público masivo. Sin embargo, el populismo es la fuerza de la época, y como tal acabará arraigando aquí.

Podemos es la formación mejor colocada para conseguirlo: ha tenido un arranque sólido y en su intención está constituirse como una gran fuerza popular. Si Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero y Ariel Jerez, el equipo central de Pablo Iglesias, se olvidan de trasladar mecánicamente las enseñanzas de la experiencia latinoamericana a su comunicación política y encuentran el lenguaje preciso para calar en sectores sociales que no sean los juveniles o los propios de la izquierda militante, se convertirán en una gran fuerza que aglutinará a los descontentos. Para algunos analistas, podrá comerse al mismo PSOE.

La clase media pobre, la clave

No debemos olvidar de que el malestar respecto de los partidos institucionalizados tiene mucho que ver con una situación material muy negativa. Y aunque la crisis termine pronto, será muy difícil que se consigan niveles de bienestar material satisfactorios, porque los cambios estructurales están ya asentados, el aumento de precio de servicios esenciales tampoco parece tener marcha atrás y todo apunta a que los sueldos bajarán.

Buena parte de la población tendrá que acostumbrarse a vivir con menos, lo que es particularmente doloroso para una clase media que pensaba que el futuro iba a ser suyo y que ahora ve cómo le espera, en el mejor de los casos, el regreso al nivel de vida que tuvo décadas atrás. Como más personas con menos dinero es igual a inestabilidad, quien sepa lanzar un discurso combativo, creíble y sincero que cale en esos estratos sociales, tendrá gran parte del trabajo hecho.

Los cisnes negros existen

Como de costumbre, los análisis de politólogos e empresas de encuestas han vuelto a fallar. Quizá porque algunos de ellos se centran en dar satisfacción a sus clientes o quizá porque, como aseguraba Nassim Taleb en sus tesis sobre los cisnes negros, los científicos del presente se apoyan en cifras y análisis estadísticos que les permiten ver con cierta claridad en entornos conocidos, pero que yerran estrepitosamente cuando aparecen elementos nuevos. Es hora, pues, de que introduzcan nuevos métodos de análisis de la realidad y no nos limitemos a mirar los hechos desde su cuantificación. Demasiadas estadísticas impiden pensar bien.

El primer instante de análisis postelectoral fue para el bipartidismo y su posible crisis, pero el segundo y más duradero está siendo para Podemos, la formación sorpresa, que ha irrumpido en la escena mediática con más fuerza aún que en las urnas. Las críticas a su programa y su identificación como nuevos enemigos (desde la derecha, por su identificación con los rojos de siempre, desde la izquierda por el malestar y la envidia que ha creado su éxito) está consiguiendo deslizar la atención hacia los síntomas más que hacia las causas. Las elecciones del domingo han señalado unas cuantas pistas acerca de por dónde va a transitar la política, y no deberían caer en saco roto. Entre ellas:

Marine Le Pen