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Una historia desconocida de la pornografía y lo que revela de nuestras preferencias
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Una historia desconocida de la pornografía y lo que revela de nuestras preferencias

El cine porno tiene ya más de cien años de antigüedad, y aunque en algunas cosas ha cambiado mucho, en otras apenas se ha visto alterado

Foto: Ilustración erótica realizada por Édouard-Henri Avril (1849–1928).
Ilustración erótica realizada por Édouard-Henri Avril (1849–1928).

Una pareja de bien alimentados recién casados se divierten al lado del lecho nupcial. Coquetean, se besan y el marido le señala a su mujer la cama. Ella parece preguntarle si ya es la hora de dormir, y acto seguido comienza a desvestirse, no sin antes hacer un gesto al espectador de que no debe mirar.

Así arranca la que se ha considerado como la primera película erótica de la historia, la francesa Le Coucher de la Mariée, dirigida por Albert Kirchner en 1896, apenas un año después de la invención de los hermanos Lumière. Se trata de una de esas películas investidas de un particular misterio: de los 7 minutos que tardaba la cabaretera Louis Willy en despojarse de sus hábitos ante la cámara, apenas han sobrevivido dos, ocultando para siempre la desnudez de la actriz.

Como bien es sabido, la pornografía no es un invento del siglo XX. A lo largo de la historia del hombre, este ha producido diferentes imágenes para satisfacer sus necesidades eróticas. La concepción moderna de la mostración del acto sexual nace durante la era victoriana, de mano con los primeros daguerrotipos y la fotografía, que permitía por primera vez un reflejo fiel de la realidad y una difusión mucho mayor. Las primeras revistas eróticas, que surgieron en Francia en el cambio del siglo XIX al XX, se vendían por suscripción, lejos de los ojos de las autoridades.

El primer porno francés no era tan diferente a lo que se ha producido durante las últimas décadas

Sus contenidos consistían, ante todo, en desnudos de mujeres. Harina de un costal muy diferente era la producción cinematográfica erótica, responsabilidad de pioneros como el francés Eugène Pirou o el austriaco Johann Schwarzer. Como recuerda Michael Castleman en un interesante artículo publicado en Psychology Today, el primer porno francés no era tan diferente a lo que se ha producido durante las últimas décadas, al contrario de lo que cabría pensar: el sexo oral, anal o incluso las penetraciones a hombres no eran tan extraños.

Los franceses, adelantados a tu tiempo

La vasta mayoría de la producción pornográfica audiovisual parte de un principio muy semejante, recuerda el sexólogo, y las peliculitas de las primeras décadas del siglo XX que se han podido recuperar no son excepción. Se trata de “la fantasía masculina que representa la abundancia sexual sin las complicaciones de las relaciones reales”, señala Castleman. O, en otras palabras, la facilidad del butanero para conquistar al ama de casa abandonada: “No hay ninguna conversación, no hay cortejo, no hay dulzura, simplemente un sexo genital que muestra muy poca o ninguna consideración por el placer erótico y la satisfacción de las mujeres”. Así ha sido durante décadas.

El cine porno experimentó un 'boom' después de la II Guerra Mundial, gracias a las cámaras de 8 mm

Las primeras películas se producían de forma aficionada (casi, casi como ahora), y eran exhibidas en burdeles. Eran los conocidos como stag films (algo así como “películas de machos”). En su primera etapa, como explica un paper llamado The History of Modern Pornography, eran “crudamente primitivas, obscenas, amateur, anónimas y de pobre calidad visual”. Cada país tenía sus variantes; si en Estados Unidos los hombres tardaban bastante más en conseguir el consentimiento de la mujer, en Francia eran mucho menos recatadas y más proclives a probar prácticas que incluso resultan tabú hoy en día.

En una de las obras clásicas de la primera pornografía, la argentina El sartario (producida entre 1907 y 1912), el diablo seduce a tres jóvenes que se bañan en un río, con las que llega a practicar un 69. La alemana Am Abend, frente al plano general propio del primer cine silente, comienza a introducir planos detalle de genitales por primera vez. Estas películas, a las que hay que añadir el boom que experimentó dicho cine después de la Segunda Guerra Mundial gracias a las cámaras de película 8 milímetros, apenas sufrió cambios durante décadas. Al menos, hasta los años cincuenta.

Nace el porno moderno

Si el consumo actual de pornografía suele ser solitario, en un pasado formaba parte de actos sociales y profundamente masculinos: despedidas de solteros, fiestas de soldados o fraternidades de universidad proyectaban las películas que los viajantes les hacían llegar. El primer gran cambio que anticipó todo lo que estaba por venir se produjo a finales de los años cincuenta, cuando aparecen las beaver movies, menos explícitas que la pornografía habitual. Castleman recuerda que en esa época, el sexo oral desaparece casi por completo de las películas americanas.

Durante los años setenta, muchos países occidentales legalizaron la pornografía

Pero fue el director italofrancés Lasse Braun quien cambió de verdad la historia. Promotor de la lucha contra la pornografía, en junio de 1969 consiguió que Dinamarca fuese el primer país que la legalizase. De manera paralela a su activismo, Braun produjo algunas de las películas de más calidad de la época, rodadas tanto en 8 como en 16 milímetros e introduciendo por primera vez el color. Además, las ocho producciones que llevó a cabo entre 1968 y 1977 recurrían al cine de género (fuese este el de espías, el de aventuras o el drama histórico) como sustento para la mostración pornográfica.

A comienzos de los años setenta, Braun recibió en su domicilio en Estocolmo la visita de Reuben Sturman, uno de los grandes popes de la aún ilegal pornografía estadounidense. El objeto de interés del de Ohio no era otro que uno de los últimos inventos de Braun: el peepshow. Al mismo tiempo, en Estados Unidos, se producen las primeras películas pornográficas tal y como las conocemos hoy en día, asociadas al underground: Garganta profunda (1972) de Gerard Damiano, Detrás de la puerta verde de Jim y Artie Mitchell (1972) y El diablo en Miss Jones (1973), también de Damiano. El resto de la historia es bien conocida: los ochenta estuvieron marcados por las cintas de vídeo, y el siglo XXI, por el auge de internet y el retorno de lo amateur (¡como en el siglo pasado!).

Así nació la pornstar moderna

Castleman recuerda que aunque las prácticas sexuales no sean tan diferentes, sus intérpretes sí lo son. Como vimos, las primeras actrices eróticas provenían del mundo del espectáculo, cabareteras que dieron el salto al celuloide, y que respondían al canon de belleza de su época. Sus pechos eran pequeños y sus caderas, anchas. Los hombres eran delgados, nada atléticos, y el tamaño de su miembro viril no era un factor decisivo. Obviamente, ni en uno ni en otro caso el vello estaba depilado.

La consolidación de la industria pornográfica a partir de los años ochenta impuso un nuevo canon

Fue el nacimiento del star system hollywoodiense lo que hizo cambiar las preferencias del público. A partir de los treinta, las mujeres tenían que parecerse a las actrices de la gran pantalla, y mostrar cierto grado de sofisticación. Es decir: más altas, con más pecho, con piernas más largas y rostros más estilizados. La consolidación de la industria pornográfica a partir de los años ochenta impuso un nuevo canon, más tarde banalizado con la llegada de la silicona y el toque neumático de Pamela Anderson, un retorno a la abundancia de la esteatopigia. John Holmes hizo lo propio con los hombres y el tamaño de sus miembros.

La historia, no obstante, se vuelve a repetir. La abundancia del porno amateur ha provocado el retorno de cuerpos más convencionales. No sólo eso: la gran variedad de categorías pornográficas que se pueden encontrar hoy en día ha provocado quetodas las personas tengan su cabida en la pequeña pantalla (del ordenador, eso sí) y que cualquiera pueda disfrutar de sus quince minutos de fama.

Una pareja de bien alimentados recién casados se divierten al lado del lecho nupcial. Coquetean, se besan y el marido le señala a su mujer la cama. Ella parece preguntarle si ya es la hora de dormir, y acto seguido comienza a desvestirse, no sin antes hacer un gesto al espectador de que no debe mirar.

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