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Por qué nos gusta tanto que nos toquen: los misterios del tacto
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LA FINA LÍNEA QUE SEPARA EL PLACER DEL DOLOR

Por qué nos gusta tanto que nos toquen: los misterios del tacto

¿Por qué nos gusta que nos toquen? La respuesta parece muy evidente –porque es placentero, agradable, erótico– pero no lo es tanto en realidad

Foto: El tacto es básico para la comunicación humana. (Ben Welsh/Corbis)
El tacto es básico para la comunicación humana. (Ben Welsh/Corbis)

¿Por qué nos gusta que nos toquen? La respuesta parece muy evidente –porque es placentero, agradable, erótico– pero no lo es tanto, ya que la línea que separa el placer del dolor es a menudo muy fina y, en algunos casos, está desdibujada.

Por estacuriosidadse ha interesado John Upton, un periodista freelance que reside en India. Una de sus últimas publicaciones,en Pacific Standard, repasaba las últimas y más provechosas investigaciones sobre el tema, preguntándose por qué lo que a unos agrada a otros les molesta y viceversa.

Algunos estudios

Upton se fija en algunos estudiospublicados por la revista Natureque aportan nuevas informaciones de por qué experimentamos arrebato, molestia o placer ante un contacto suave o una presión leve.

Al parecer, cuando nuestra piel se frota o entra en contacto con otro objeto, nuestro cerebro pinta rápidamente una imagen mental del mismo

Es importante a este respecto entender que, aunque nos parezca en un primer término que sí, no todos los seres humanos somos iguales a este respecto. Por ejemplo, la presión normal y suave de una camiseta de algodón o el paso sutil de la lengua de un amante por la piel son sensaciones ante las que una gran mayoría de las personas experimenta placer, pero para los pacientes con alodinia táctil puede suponer un notable dolor. La alodinia es la percepción anormal del dolor, y por ello las personas que la padecen reaccionan de manera distinta a estímulos más o menos corrientes.

Los estudios mencionados se sitúan en esta línea, y sus descubrimientos podrían ayudar a propiciar un respiro del incesante dolor que provoca la alodinia táctil, según narra Upton. Pero no sólo eso: también podrían contribuir a restaurar el mermado sentido del tacto en los enfermos de diabetes, los pacientes con cáncer que se ven sometidos a tratamientos como la quimioterapia y, en general, a las personas mayores que han perdido parte de esta capacidad.

El funcionamiento del tacto

Lo que explica Upton no resulta difícil de comprender. Al parecer, cuando nuestra piel se frota o entra en contacto con otro objeto, nuestro cerebro pinta rápidamente una imagen mental del mismo. Nos hacemos así una idea más o menos clara de la forma y la textura de lo que sea que estamos tocando, acariciando, o de aquello contra lo que nos hemos chocado en un bar repleto de gente.

Entender las bases del funcionamiento de un toque suave tiene mucha relación con el dolor que no se puede aliviar, especialmente el de la alodinia táctil

A todos estos efectos resultan fundamentales las llamadas células de Merkel, un tipo de célula intraepitelial cuya función se asocia a la sensación táctil, debido en parte a las microvellosidades que poseen. Su funcionamiento, sin embargo, ha sido un misterio durante mucho tiempo.

Los científicos de los estudios mencionados sometieron a las células de Merkel de algunos ratones a diferentes tests. Los ratones fueron criados y preparados para producir proteínas fluorescentes que participan en el funcionamento de las células de Merkel en algunos casos; otros ratones carecían de los genes necesarios para producir dichas proteínas.

Pues bien, resulta que las células de Merkel codifican de manera activa la información básica acerca de la presión que se ejerce cuando tocamos algo. También amplifican las sensaciones (como la forma de un teclado, por ejemplo, bajo un leve tacto de los dedos). Los propios científicos han declarado que las conclusiones del estudio “proporcionan la primera evidencia directa de que las células de Merkel no son meros filtros mecánicos que actúan de manera pasiva en la piel”.

Una opinión experta

Ellen Lumpkin es profesora asociada en la Columbia University y coautora de los dos estudios publicados. Opina Lumpkin que “entender las bases del funcionamiento de un toque suave tiene mucha relación con el dolor que no se puede aliviar, especialmente el de la alodinia táctil”, que ella considera una condición “común y que debilita”.

Pero el descubrimiento también supone un paso adelante en la comprensión científica del tacto en líneas generales, del cual desconocemos innumerables factores, sobre todo si lo ponemos en comparación con los datos científicos que sí poseemos de la visión, el olfato, el gusto y el oído.

¿Por qué nos gusta que nos toquen? La respuesta parece muy evidente –porque es placentero, agradable, erótico– pero no lo es tanto, ya que la línea que separa el placer del dolor es a menudo muy fina y, en algunos casos, está desdibujada.

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