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Cómo escaquearse del curro, explicado por "el enemigo ideológico" de Springsteen
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BEN HAMPER Y LA VIDA EN LA CADENA DE MONTAJE

Cómo escaquearse del curro, explicado por "el enemigo ideológico" de Springsteen

Ben Hamper explica en "Historias desde la cadena de montaje" su vida como empleado de la General Motors y como colaborador de Michael Moore

Foto: Hamper trabajó en la cadena de ensamblaje de automóviles durante los años ochenta. (Corbis)
Hamper trabajó en la cadena de ensamblaje de automóviles durante los años ochenta. (Corbis)

“Cuando estábamos terminando de rodar Roger & Me, intenté que Bruce Springsteen me dejara usar su canción My Hometown en la película. Fui a Nueva York para encontrarme con Dave Marsh, amigo y biógrafo del cantante, y pedirle su ayuda. Pero, en lugar de conseguirla, Dave llamó mi atención sobre una columna de Hamper que yo había publicado hacía tiempo en la que Ben se burlaba de El Jefe por ser un multimillonario que cantaba temas sobre el trabajo en las fábricas. Aunque me arrastré delante de Marsh y le aseguré que yo repudiaba absolutamente todo lo que Ben Hamper defendía, él no dio su brazo a torcer: «Tú fuiste el responsable de publicar esto, y Ben es mi enemigo ideológico». Me echó de allí, y así es como perdí la oportunidad de salir con los muchachos por el Stone Pony. (La distribuidora de Roger & Me, Warner Bros., una de las mayores agrupaciones mediáticas del mundo —pero no el enemigo ideológico de nadie— acabó obteniendo el permiso de Springsteen para que su canción saliera en la película)”.

La anécdota la cuenta el conocido cineasta Michael Moore en el prólogo de Rivethead, el libro que hizo famoso a Ben Hamper,que acaba de ser publicado en España con el título de Historias desde la cadena de montaje (Ed. Capitán Swing). Y no deja de resultar llamativo que el biógrafo del Boss estuviera tan resentido con Hamper, porque era un personaje típicamente springsteeniano. Se casó joven con una mujer a la que había dejado embarazada, los ambientes en los que se movía eran los típicos del trabajador blue collar, le gustaban grupos de rock and roll (tirando a punk,como los fastuosos Angry Samoans) y la vida se le abría cuando la sirena de la fábrica anunciaba que había llegado el fin de semana. Hamper era, en definitiva, material típico para canciones como Factory, (“Men walk through these gates with death in their eyes/ It's the working, the working, just the working life”) y discos como Darkness on the edge of town.

Dando sentido a la vida

Y lo era no sólo por el contexto del que provenía, sino por sus aspiraciones: como buen personaje springsteeniano, su principal deseo era escapar del tipo de existencia al que estaba predestinado, ese que había visto cómo, poco a poco, apagaba la mirada de su padre, y la del padre de su padre. El camino que eligió para huir del destino, confiesa Hamper a ACyV, fue el del periodismo, “algo que utilicé más como un método para combatir el aburrimiento que como un gran plan para educar a otros. Era una forma mucho más interesante de hacer que las manecillas del reloj siguieran girando. La escritura fue inspirada por la necesidad de tener algo que hacer, pero también para dar sentido a las cosas. Nunca me motivó el dinero. De hecho, las pocas veces que intenté escribir por pasta, los resultados no fueron nada inspiradores.Mi sueldo me lo ganaba en la General Motors, escribir era un pasatiempo”.

El resultado fue fulgurante: la primera columna que escribió Hamper consiguió que despidieran a Michael Moore

La frustración y el aburrimiento le llevaron al Flint Voice (después rebautizado como Michigan Voice) publicación que dirigía Michael Moore en Flint, una ciudad que había crecido en medio de la nada para dar cobijo a la mano de obra que construía los automóviles de la General Motors. Moore se dio cuenta rápidamente del talento para meter el dedo en el ojo de este buscavidas y le ofreció hacer una columna semanal (“por la que nunca logré que me pagaran”). Hamper comenzó a escribir sobre imitadores locales de Elvis, curanderos y restaurantes de medio pelo con un inconfundible estilo tocapelotas. Su momento de mayor reconocimiento llegó cuando publicó un artículo sobre un bar que frecuentaba, en el que, según Moore, “los puñetazos estaban tan a la orden del día que un dentista inteligente debería haberse planteado abrir una consulta en la puerta de al lado” y que Hamper definió como ese “lugar que lo que pierde en audiencia lo gana en ambulancia”. El bar cerró poco después y el dueño demandó a Hamper y a la revista acusándoles de haberles arruinado el negocio. Por suerte para ellos, el juez que enjuició el caso había sido monitor de Moore en los Boy Scouts, y enfrió el asunto.

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No fue la única vez que la pluma de Hamper metió en problemas al cineasta. Cuando éste fue contratado para dirigir la prestigiosa revista Mother Jones, se llevó de la mano a su columnista estrella. El resultado fue fulgurante: su primer texto hizo que despidieran a Moore. Claro que con el dinero de la indemnización pudo financiar Roger y yo, la excelente película documental que le situó en el mapa cinematográfico y en la que también aparecía Hamper interpretándose a sí mismo, un trabajador de la General Motors que sufría ataques de pánico. Afección que,por cierto, combatía de la manera menos adecuada. “A quien los padezca”, confiesa, “sólo puedo desearle suerte y advertirle de que no haga lo mismo que yo, que traté de enfrentarme al problema parapetado tras grandes dosis de drogas y alcohol. Estaba confundido y muy asustado”. Eso sí, “los ataques terminaron en cuanto dejé la fábrica”.

La autenticidad del pasado

La publicación de Rivethead, un texto directo, vibrante y divertido que resultaba especialmente oportuno en el tiempo en el que las fábricas americanas comenzaban a cerrar, convirtió a Hamper en una pequeña celebridad, pero el éxito del libro no le mantuvo demasiado tiempo en el mundo del periodismo escrito. Hamper colaboró en diferentes proyectos televisivos de Moore y se pasó a la radio, donde ha dirigido y presentado un par de programas dedicados a música del pasado, como el country, y el soul: “la música que más me gusta fue grabada en los cincuenta y sesenta. Parece que había más honestidad y autenticidad en la música entonces. No obstante, hay muchas bandas contemporáneas por descubrir, y en todos los géneros”. En lo que se refiere al soul, Hamper recomienda nombres actuales como The New Mastersounds, Charles Bradley, King Khan, Nikki Hill, El Michels Affair, Poets Of Rhythm, Black Joe Lewis & The Honeybears, The Dirtbombs, Budos Band o los españoles Sweet Vandals.

Los trabajadores que General Motors contrata ahora comienzan con un salario mucho más bajo y las prestaciones que reciben son mucho menores

Sí, Hamper volvió su mirada hacia el pasado en busca de esa firmeza y esa honestidad que no encontraba en nuestra época, pero no es el único interesado en mirar atrás. Historias desde la cadena de montaje narra el final de una época, el instante en que el capitalismo comienza a deslocalizar la producción, trasladando sus fábricas a países con mano de obra mucho más barata cuyas producciones pueden ser vendidas en el primer mundo gracias a que organizaciones internacionales logran derribar las medidas que impiden el dumping social. Ese declive de las fábricas occidentales, que es descrito por el neoliberalismo como efecto de la impotencia del capitalismo industrial, encuentra en Rivethead la explicación de lo acertado de su medida: los gañanes como Hamper estaban pensando mucho más en escaquearse que en trabajar, y esos problemas no los tienen ahora. Del mismo modo, la izquierda postestructuralista encuentra en obras como la de Hamper la prueba de que la vieja clase obrera estaba formada por una panda de hombres blancos, alcohólicos, racistas, sexistas, homófobos y depredadores de minorías, por lo que se muestra feliz coincidiendo con el liberalismo actual en la conveniencia de la desaparición del fordismo, aunque eso suponga la sustitución de lo malo por lo peor.

placeholder Hamper saltó a la fama tras su aparición en 'Roger & Me' de Michael Moore.

Hamper, que afirma “no tener ningún consejo perspicaz que dar sobre estos asuntos”, tampoco parece mostrarse muy entusiasta con los nuevos tiempos.”Para los trabajadores, esta época no es mejor. El United Auto Workers (sindicato del sector automovilístico) no es tan fuerte como lo era en la época del libro, los años 70 y los años 80. Los trabajadores que General Motors contrata ahora comienzan con un salario mucho más bajo y las prestaciones que reciben son mucho menores. El sindicato tiene menos influencia, y por tanto, menos capacidad para proteger a los trabajadores”.

Siempre me he sentido muy incómodo cuando un multimillonario intentaba definir a la clase obrera

Hamper tampoco parece vivir los mejores tiempos (subsiste gracias a su pensión y a los royalties del libro, “por eso es importante que compréis algún ejemplar de este estupendo libro, quizá varios”) y quienes vienen detrás no lo van a tener más fácil. El autor de Historias desde la cadena de montaje es hijo, nieto y bisnieto de trabajadores de la industria del motor, en un contexto en el que cada generación mejoraba las condiciones de vida de la anterior. Ya no es el caso de su hija, que “trabaja como camarera y estudia en la universidad”, como intento de escapar no de la vida rutinaria de la fábrica, sino de esa pobreza a la que están destinados los trabajadores no cualificados y muchos de los universitarios.

En el punto de mira de los diletantes

Así las cosas, no deja de resultar gracioso ese pequeño problemilla que Hamper tuvo con el entorno de Springsteen: “Gran parte de lo que dije no partía de la ira hacia el Boss y otras estrellas del rock millonarias – me gustan muchas canciones de Springsteen- sino que era más bien un grito de guerra destinado a que otros trabajadores se definieran a sí mismos a través del arte. Siempre me he sentido muy incómodo cuando un multimillonario intentaba definir a la clase obrera”. En eso también han cambiado los tiempos, porque la empobrecida clase obrera y esa clase media que se despeña por la escala social ya no son retratadas desde una perspectiva épica por cantantes millonarios como el de New Jersey, sino que son descritas con saña por un puñado de diletantes como el germen del racismo y el sexismo.

“Cuando estábamos terminando de rodar Roger & Me, intenté que Bruce Springsteen me dejara usar su canción My Hometown en la película. Fui a Nueva York para encontrarme con Dave Marsh, amigo y biógrafo del cantante, y pedirle su ayuda. Pero, en lugar de conseguirla, Dave llamó mi atención sobre una columna de Hamper que yo había publicado hacía tiempo en la que Ben se burlaba de El Jefe por ser un multimillonario que cantaba temas sobre el trabajo en las fábricas. Aunque me arrastré delante de Marsh y le aseguré que yo repudiaba absolutamente todo lo que Ben Hamper defendía, él no dio su brazo a torcer: «Tú fuiste el responsable de publicar esto, y Ben es mi enemigo ideológico». Me echó de allí, y así es como perdí la oportunidad de salir con los muchachos por el Stone Pony. (La distribuidora de Roger & Me, Warner Bros., una de las mayores agrupaciones mediáticas del mundo —pero no el enemigo ideológico de nadie— acabó obteniendo el permiso de Springsteen para que su canción saliera en la película)”.

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