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¿Crees en el destino? ¿Y en el control? Pues no es una buena idea
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si eres libre, ¿por qué culpas a la suerte?

¿Crees en el destino? ¿Y en el control? Pues no es una buena idea

¿Crees en el destino? Muchas personas responderían “si”, al menos en algún momento de sus vidas, siempre cuando las cosas no nos van del todo bien

Foto: ¿Es positivo creer en el destino? (Corbis)
¿Es positivo creer en el destino? (Corbis)

¿Crees en el destino? Muchas personas responderían “si”, al menos en algún momento de sus vidas. En general, recurrimos al destino cuando las cosas no nos van del todo bien. Quizá hemos hecho un gran esfuerzo esperando conseguir un resultado importante y sentimos que las cosas no han salido como deberían, o al menos, no tan rápido cómo esperábamos. Entonces solemos decirnos con cierta resignación: "estaba escrito, esta es la vida que me ha tocado vivir”. En otras ocasiones ocurre todo lo contrario, es decir, las cosas han ido especialmente bien o hemos tenido un golpe de suerte. Entonces nos decimos con alegría e incredulidad “¡si es que me tenía que pasar a mí!”.

Lo que tienen en común las dos situaciones es la falta de control, la sensación de que no existe una relación clara entre nuestro esfuerzo y los resultados. Por tanto, recurrimos al destino cuando sentimos que nuestra vida, o al menos una parte de ella, no está bajo nuestro control. Es posible que se trate de un intento de nuestros desconcertados cerebros para recuperar la sensación de que el mundo es predecible y hasta cierto punto controlable.

Debemos tener en cuenta que a la vez que nosotros actuamos para conseguir nuestros objetivos hay una cantidad ingente de factores que no controlamos

El problema está en los efectos secundarios de este intento. Pensemos en los dos casos que hemos mencionado antes. En primer lugar, si es el destino quien ha decidido que las cosas nos tienen que ir mal, entonces ¿qué se supone que debemos hacer?¿Cómo cambiamos el destino?Las personas adoptaremos una de las dos estrategias siguientes. La primera consiste en una especie de rendición perezosa, en dejarnos en manos de esas misteriosas fuerzas que desconocemos pero suponemos que están ahí. Dado que nuestras vidas dependen del destino, y no sabemos cómo actuar sobre él, la decisión más sabia es quedarnos sentados en el sofá, esperando a que el siguiente giro del susodicho destino nos sea más favorable.

En el otro extremoestarán aquellas personas que eligen adoptar una actitud activa, de lucha, buscando alguna forma de influir en las fuerzas externas que gobiernan sus vidas. Es posible que algunas supersticiones y rituales tengan esta función. El problema es que si nos hemos equivocado de fuerzas misteriosas, podemos estar invirtiendo cantidades ingentes de tiempo y esfuerzo en la dirección equivocada. Sería algo asícomo intentar cambiar el canal de la televisión con el mando a distancia del aire acondicionado, sencillamente no va a funcionar, por mucho que nos empeñemos.

Hay otra alternativa, una alternativa que pasa por ser más realistas sobre nuestras exigencias de control y la forma de conseguirlo. Es imposible tener el control sobre toda nuestra vida, sobre cada momento y cada situación imaginable. Sin embargo, si troceamos bien nuestra realidad, en porciones relativamente pequeñas y abordables, si ordenamos esas porciones de acuerdo con la importancia real que tienen para nosotros, entonces es posible que no necesitemos el destino. Nos bastará con una dosis alta de acción, flexibilidad y perseverancia. En primer lugar acción, porque es la única fórmula eficaz para transformar las cosas, para influir sobre ellas. En segundo lugar flexibilidad, porque si el mando del aire no funciona, es importante saber buscar otras formas de cambiar los canales de la televisión. Por último perseverancia, porque es imposible que todo salga bien a la primera, ¡hasta los mandos a distancia más modernos fallan de vez en cuando!.

Cuando las cosas no salen como esperábamos, no es que exista una mano negra tratando de hacernos la vida imposible, es que no tenían por qué salir bien

Podemos cambiar algunas cosas y tenemos la capacidad de influir sobre otras tantas. Pero no debemos engañarnos, debemos tener en cuenta que a la vez que nosotros actuamos para conseguir nuestros objetivos hay una cantidad ingente de factores que no controlamos y cuya influencia hace que los resultados de nuestras acciones sean menos predecibles. Hemos de asumir que no tenemos el control absoluto sobre el mundo y, por lo tanto, cuando las cosas no salen como esperábamos, no es que exista una mano negra tratando de hacernos la vida imposible, es que no tenían por quésalir bien.

Hace unos días alguien me preguntó que si yo, a título personal, creía en el destino, en la existencia de alguna clase de orden que fija nuestro futuro y establece un techo para nuestros sueños que nunca podremos superar, con independencia de cuanto nos esforcemos. Sin dudarlo respondí con una de mis frases favoritas: "no tengo ni idea". Y sinceramente, cuanto más lo pienso, más convencido estoy de que no hay forma de saberlo. No estoy seguro de si existe algo parecido al destino, pero estoy seguro de que creer en él y delegarle la responsabilidad de nuestra vida no es una buena idea. A fin de cuentas, si lo que necesitamos es recuperar la sensación de control, ¿no es absurdo recurrir a algo que no controlamos en absoluto?

¿Crees en el destino? Muchas personas responderían “si”, al menos en algún momento de sus vidas. En general, recurrimos al destino cuando las cosas no nos van del todo bien. Quizá hemos hecho un gran esfuerzo esperando conseguir un resultado importante y sentimos que las cosas no han salido como deberían, o al menos, no tan rápido cómo esperábamos. Entonces solemos decirnos con cierta resignación: "estaba escrito, esta es la vida que me ha tocado vivir”. En otras ocasiones ocurre todo lo contrario, es decir, las cosas han ido especialmente bien o hemos tenido un golpe de suerte. Entonces nos decimos con alegría e incredulidad “¡si es que me tenía que pasar a mí!”.

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