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Las grandes conspiraciones médicas en las que creen la mitad de los estadounidenses
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Las grandes conspiraciones médicas en las que creen la mitad de los estadounidenses

La mitad de los estadounidenses cree al menos una de las teorías de la conspiración más populares en el campo de la salud, como que los móviles dan cáncer

Foto: La salud es un terreno abonado para todo tipo de conspiraciones pseudocientíficas. (Efe/Corbis/Corbis)
La salud es un terreno abonado para todo tipo de conspiraciones pseudocientíficas. (Efe/Corbis/Corbis)

Todos tenemos algún amigo que cree a pies juntillas que las vacunas provocan autismo, los móviles dan cáncer y los alimentos transgénicos están diseñados para diezmar la población mundial. La comunidad científica ha negado y una y otra vez la veracidad de éstas y otras teorías de la conspiración, pero parece imposible atajarlas.

Según un estudio publicado esta semana en una de lasrevistas de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA Internal Medicine), casi la mitad de los estadounidenses cree al menos en una de las teorías de la conspiración más extendidas. Los científicos entrevistaron a más de 1.300 americanos y les preguntaron por seis de las más populares teorías.

Los resultados muestran que estas teorías están ampliamente extendidas. Un 49% de los encuestados cree en la veracidad de al menos una de las teorías y un 18% se cree al menos tres de ellas.

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La idea más extendida, que apoya el 37% de los entrevistados, es que la FDA (la agencia gubernamental encargada de regular la alimentación y los medicamentos) está dirigiendo una campaña para desprestigiar la medicina alternativa debido a las presiones de las farmacéuticas.Los otras dos creencias más populares son que las vacunas provocan autismo y las ondas de los móviles, cáncer (teorías que se creen el 20% de los encuestados).

Los resultados no sorprenden

Según el autor principal del estudio, el profesor de ciencias políticas de la Universidad de Chicago Eric Oliver, los resultados no resultan sorprendentes, dado que estudios anteriores sobre conspiraciones (políticas, en este caso) arrojaron resultados similares. “Los americanos tienen teorías de la conspiración sobre muchas cosas”, asegura Oliver.

En opinión del profesor, el hecho de que la gente crea en las conspiraciones no es necesariamente una señal de paranoia. “La población”, explica Oliver, “tiene una tendencia natural a asumir que existen fuerzas malévolas tras lo desconocido. Estas narrativas resultan explicaciones muy convincentes para situaciones complejas”. Y son, por tanto, fáciles de asumir.

Sólo una mejor educación, que logre que la población sepa distinguir lo que es información científica de lo que no lo es, puede hacer que estas teorías dejen de propagarse

El profesor cree, de hecho, que esta tendencia a creer las conspiraciones no es más que un resorte evolutivo: “Si escuchas un ruido en el monte es mucho mejor para tu supervivencia pensar que hay un depredador que pensar que no lo hay”

Hoy en día, sin embargo, esta tendencia a la sospecha puede acabar siendo peligrosa. Según recoge el estudio, las personas que apoyan este tipo de teorías son más propensas a rechazar las vacunas o, incluso, la crema solar, aunque, paradójicamente, aseguran con más facilidad que sus ideas sobre salud provienen de médicos prestigiosos.

Oliver avisa a los médicos que los pacientes con propensión a creer estas teorías son más difíciles de tratar, pues tienen más facilidad para desoír los consejos médicos y saltarse los tratamientos recetados. Además, convencerles de que aquello que creen no es más que una patraña es harto difícil.

“La gente se agarra a estas narrativas por razones psicológicas”, asegura Oliver, “ya que les aportan una sensación de certeza”. Una certeza que la ciencia, difícil de entender, fluctuantey, a menudo, contradictoria, no es capaz de ofrecer. Según el profesor, sólo una mejor educación, que logre que la población sepa distinguir lo que es información científica veraz de lo que no lo es, puede hacer que estas teorías dejen de propagarse.

placeholder El 20% de los estadounidenses creen que las vacunas provocan problemas psicológicos. (Corbis)

Un importante problema de salud pública

De entre todas las teorías de la conspiración la que más preocupa a la comunidad médica es la relativa a la peligrosidad de las vacunas. Tal como muestra el estudio de la Universidad de Chigago, dos de cada diez americanos creen que las vacunas causan desordenes psicológicos, y uno de cada diez cree que la vacuna de la hepatitis se ha usado para inocular el VIH en la población afroamericana. Siendo así, no es de estrañar que muchos padres se nieguen a vacunar a sus hijos.

Se trata de una práctica cada vez más extendida, basada en uno de los mayores fraudes científicos de los últimos tiempos. Su protagonista fue el médico británico Andrew Wakefield, quien en 1998 publicó en The Lancet, una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, un artículo en el que sugería una relación causa-efecto entre la triple vírica (la vacuna que se administra contra el sarampión, la rubeola y las paperas) y el aumento de casos de autismo.

Los casos registrados de tos ferina han pasado de un millar en 1976 a 26.000 en 2004

El propio Wakefield se retractó públicamente de sus conclusiones en 2010 afirmando que había manipulado los resultados del estudio.The Lacent retiró el artículo y pidió disculpas y hoy ningún científico respalda la teoría, el movimiento antivacunas no ha dejado de crecer y cuenta con importantes figuras públicas que lo apoyan, como Robert F. Kennedy Jr, sobrino de JFK.

La población infantil sin vacunar en algunas zonas de California alcanza ya el 6%, cuando lo habitual hace una década era el 1%. Esto ha hecho que algunas enfermedades que estaban prácticamente erradicadas, como la tos ferina, estén viviendo un espectacular repunte: según la Academia de Pediatría Estadounidense, los casos registrados de tos ferina han pasado de un millar en 1976 a 26.000 en 2004.

El sarampión, una enfermedad prácticamente erradicada en Occidente, está volviendo a llevar a gente al hospital debido al descenso en la tasa de vacunación. Entre el 1 de enero y el 28 de febrero, las autoridades estadounidenses han registrado 54 casos de sarampión, esto es el 60% de lo que se suele registrar en todo un año.

En España no somos ajenos a esta peligrosa creencia. En 2004 sólo se registraron dos casos de sarampión en toda España: en 2011, cuando empezó a extenderse el movimiento antivacunación, se acumularon más de 1.300 casos, cinco veces más que en todo 2010.

Hay quien se toma las conspiraciones como un juego, pero dejan de serlo cuando ponemos a nuestros hijos en peligro: según el Centro para el Control de las Enfermedades estadounidense por cada 1.000 niños infectados por sarampión uno o dos muere.

Todos tenemos algún amigo que cree a pies juntillas que las vacunas provocan autismo, los móviles dan cáncer y los alimentos transgénicos están diseñados para diezmar la población mundial. La comunidad científica ha negado y una y otra vez la veracidad de éstas y otras teorías de la conspiración, pero parece imposible atajarlas.

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