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Portugal, el simpático y calavera Godoy y la Guerra de las Naranjas
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LOS CONFLICTOS DE ESPAÑA EN 1800

Portugal, el simpático y calavera Godoy y la Guerra de las Naranjas

En 1801, los españoles, en una alianza contra natura con nuestros vecinos franceses del norte, nos veríamos obligados a atacar a Portugal

Foto: Manuel Godoy retratado por Goya.
Manuel Godoy retratado por Goya.

Vivir en discordia es la regla de los mortales.

–Empédocles.

Era un tiempo en que Napoleón no tenia oposición digna de tal nombre, sus designios eran ejecutados diligentemente por probos funcionarios que, a la voz de ya, se anticipaban a las órdenes del gastroerosivo personaje, que con una portentosa imaginación y unas no menos hábiles dotes de estratega, sometía a Europa a los caprichos de su imperial ilustración. Bien, por lo de exportar pensamiento crítico, mal por lo de imponerlo a sangre y fuego. Un dislate incontestable el despropósito de este encogido genio.

Por el Tratado de Madrid de 1801, forzado con calzador por los franceses, los españoles, en una alianza contra natura con nuestros frecuentemente vilipendiados vecinos transpirenaicos, nos veríamos obligados a declarar la guerra a nuestros hermanos portugueses en el caso de que dieran cobijo a las naves inglesas con cuyo país les unía un tratado de largo recorrido y mutua protección desde hacia casi tres centurias.

Los lusos, obviamente, estaban más que escarmentados con nuestra inadecuada conducta de vecinos alborotadores y esto los tenía en permanente alerta por las trifulcas que les organizábamos a las primeras de cambio. Ellos, con su tradicional saudade y su naturaleza tranquila, vivían en un permanente sobresalto, como consecuencia de nuestro peculiar carácter incendiario. Napoleón se estaba batiendo el cobre contra varias potencias a la vez y los puertos lusos tenían un valor estratégico inapelable.

Napoleón se estaba batiendo el cobre contra varias potencias a la vez y los puertos lusos tenían un valor estratégico inapelable

Así las cosas, el ínclito Godoy, que era una suma de afanes desmesurados, además de un poco calavera, tenía una tendencia muy acusada a valorar la realidad de manera harto deficiente. El caso es que le dio un arrebato y se puso manos a la obra para invadir Portugal porque sí. Esto de sacudir a los pequeñosnunca ha sido de buena educación, pero el engolado Godoy estaba sobrado de buenas maneras, a la vez que era un personaje fútil, vacuo y de blanda sesera, instalada en una calamitosa carcasa. En consecuencia, montó una batallita de andar por casa que costóa los pobres portuguesesuna decena de miles de hombres. Huelga recordar que hasta bien entrados los años ochenta del siglo XX no existía ninguna señal de tráfico en Portugal que mencionara la dirección hacia España, de lo que se deduce que nos aplicaban rigurosamente la famosa damnatio memoriae que equivalía a borrar, con piedra pómez, del inconsciente colectivo a los malvados habitantes del otro lado de la marca fronteriza yesocuando no nos asociaban con todos los males que emanaban del Malleus Malleficarum. Vamos, que durante siglos han venido pensando que éramos unos “piezas”.

Muerto Carlos III, un rey infrecuente por su compromiso con sus súbditos y su clara vocación de mejorar el país, quiso el destino desgraciarnos con un monarca de extraviados ojos vacunos y enorme nariz borbónica. Este decadente espécimen regio además se casaría con una tal Maria Luisa de Parma, que no era muy agraciada precisamente, algo casquivana y madre de una prole cuya ascendencia paterna sigue siendo un enigma.

Por aquel entonces sucedía que la Revolución Francesa abriría en canal los derroteros de la historia

Su insaciable apetito sexual le llevaba al lecho de Godoy con unafrecuencia que hacía saltar el protocolo, hasta convertirlo en un folletín vox populi, mientras que la situación finalmente derivaba en un complaciente ménage àtrois tolerado por las partes, poniéndose todos en un permanente y riguroso perfil. La enfática protección que le proporcionaba la reinadaría lugar a que prevalecieran las hipótesis más atrevidas sobre las más cautas.

Además, esta volcánica criatura, no contenta con las horizontales atenciones que le procuraban el rey y su valido, desgastaba a un incontable número de garañones cortesanos, que muy ufanos los miserables de sus “méritos”, alimentaban una galopante indiscreción que degradaba seriamente la imagen de la institución. Sin embargo, otros historiadores como André Fugier o Emilio La Parra, sostienen de forma muy documentada que la relación entre Godoy y María Luisa fue casi seráfica.

placeholder Carlos III, inmortalizado por Francisco de Goya.

Una invasión impaciente

Por aquel entonces sucedía que la Revolución Francesa abriría en canal los derroteros de la historia, liberando en un descomunal cataclismo algunas energías reprimidas. En los albores de 1793, la súbita separación de algunas testas coronadas de su natural vehiculo de transportedaría que pensar a algunas barbas que rápidamente se pusieron a remojar sin mas preámbulos. La amistad franco-española subió enteros por efecto de una misteriosa ley de vasos comunicantes y por las repetidas victorias del pueblo de Francia contra todos sus enemigos coaligados, por lo que Godoy dedujo prudentemente que había que hacerse colegas de aquella cabreada turbamulta desatada.

Pero claro, eso suponía contraer algunos onerosos compromisos,entre los cuales estaba el de vapulear preventivamente a los portugueses. La amenaza de invadir Portugal si no se retiraba de su alianza con los británicos se encontró con la negativa de nuestros vecinos, que vivían plácidamente la cadencia de los crepúsculos atlánticos desde su privilegiado balcón marítimo.

Manuel Godoy que era un tío simpático y seductor nato a juzgar por su prolífica lista de amantes, también quería agradar a su rey y a los ultramontanos y para hacerlo, no se le ocurrió otra cosa que en el mes de mayo de 1801 visitar los olivares del Alentejo portugués que, lógicamente, estaban al otro lado de la frontera. Había que dividir las aguas del Mar Rojo y no cabían medias tintas. Los franceses presionaban y Carlos IV estaba impaciente por hacerse una gloriosa pintura ecuestre. Dicho y hecho.

Los portugueses además de caballeros, son buena gente y tienen memoria, lo que hace que no tengan mucha afición por la paella

A los portugueses, siempre románticos a la vez que valientes, les pilló la artera invasión tomándose un bacalhau y tuvieron que firmar deprisa y corriendo un armisticio, habida cuenta de la escabechina que el mendaz elemento había organizado para complacer a una docena de tarados. Demasiadas viudas y huérfanos había dejado este trágala en una guerra de dos semanas de duración. Los portugueses, además de caballeros, son buena gente y tienen memoria, lo que hace que no tengan mucha afición por la paella.

El casoes que después de hacer algunas trampas (el tratado posterior de Madrid no sería respetado por ninguna de las partes), y al no incluir el retorno de la plaza de Olivenza a nuestros vecinos, estos decidieron quedarse con la región de Misiones al sur del actual Brasil.

Ya mirandopor el retrovisor el tiempo pasadose han dado pasos de acercamiento hacia nuestros hermanos portugueses que, a juicio de este plumilla y aficionado a la historia, no dejan de ser insuficientes.

Saramago, el genial intérprete del corazón de la vieja Iberia, desde sus tristes y ancianas espaldas cargadas de sabiduría, expresó en sus últimas voluntades uno de sus grandes sueños, tal que erala unión definitiva y duradera de los dos pueblos de la península.

Descanse en paz este Grande de la humanidad en el seno del único sueño seguro; el de la eternidad.

Vivir en discordia es la regla de los mortales.

Portugal