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Cómo salir adelante si eres de clase media: ¿las seis mejores soluciones?
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EL CONTRAMODELO DE LA ‘MADRE RACHEL’

Cómo salir adelante si eres de clase media: ¿las seis mejores soluciones?

Una corriente de madres, lideradas por la escritora y coach Rachel Ragg, abogan porque las mujeres se limiten a cuidar a la familia, como fuente de felicidad

Foto: La polémica coach Rachel Ragg posa junto a su hija Matilda. (Femail)
La polémica coach Rachel Ragg posa junto a su hija Matilda. (Femail)

Cuando la emancipación femenina parecía haber llegado a un punto de no retorno, y el anhelo por seguir conquistando mayores cuotas de igualdad sexual se estaba convirtiendo en hegemónico, al menos en Occidente, ha surgido una corriente de madres reaccionarias contra este modelo vital. La abanderada de este ‘contramovimiento’, que “muchas mujeres defienden, pero no se atreven a dar la cara por ser políticamente incorrecto”, es la escritora británica y coach especializada en la crianza de los hijosRachel Ragg.

Su pensamiento, a grandes rasgos, podría resumirse en una crítica a “la horrible existencia de las modernas madres-trabajadoras”, en contraposición a la “felicidad plena de las tradicionales madres y amas de casa”. Un mensaje retrógrado que, en pleno siglo XXI y en un contexto de crisis demográfica y económica, está calando entre un considerable sector de la población femenina, a juzgar por el número de lectoras que siguen las columnas de opinión de Ragg en revistas dirigidas a madres y medios generalistas (The Times, The Daily Telegraph, The Independent o The Daily Mail).

Las enseñanzas y consejos de Ragg están revestidos de una irresistible promesa: felicidad, dinero y amor. Su propia vida sirve en ocasiones como ejemplo, aunque reconoce ciertos fallos, como haber tenido hijos demasiado tarde (a los 30 años, pues asegura que lo ideal es a los 20 o 22), no haberse casado con una persona más rica y joven y verse obligada a trabajar ocasionalmente (dando conferencias y alguna clase en la universidad).

Nos han engañado con el mito de la mujer trabajadora

Fiel creyente de la teoría conspirativa del “nos han engañado con el mito de la mujer trabajadora”, lo que haría a las mujeres más infelices por no poder tener hijos, disfrutar de ellos y estar explotadas laboralmente, se ha propuesto convertir a su hija en el reflejo práctico de sus teorías. Matilda, que sólo tiene nueve años, protagoniza varios de sus artículos, cuyo modelo de crianza para que de mayor sea rica y feliz se podría resumir en las siguientes claves.

1. Objetivo desde la infancia: casarse con una persona rica

La pequeña Matilda, según asegura su madre, tiene muy claro cuál es su principal objetivo vital: casarse con un rico. Para Ragg, todas las niñas tienen que asumir este reto desde edades muy tempranas. La libertad económica, dice, no consiste en tener un trabajo, sino en tener dinero para poder criar a cuantos más hijos mejor y entregarse a las tareas del hogar para conseguir una perfecta vida en familia.

2. No ser asalariadas: trabajar en el cuidado de marido y niños

Ragg recuerda que ella estudió en una escuela privada sólo para niñas, al igual que su hija, donde le enseñaron que el objetivo de sus vidas tenía que centrarse en una carrera profesional exitosa, preferiblemente como abogada, médico o ingeniera, “sin ni siquiera nos mencionar la maternidad”. Un claro error, dice, porque según su experiencia, “combinar la maternidad con el trabajo es la antítesis de una vida feliz y plena”.

Tener una familia y dedicarse a su cuidado es lo más gratificante para ella: “la simple idea de pensar en que tengo que volver a trabajar hace que me hierva la sangre”. De hecho, explica que el momento más triste de su vida fue cuando tuvo que reincorporarse a sus clases tras el año de excedencia obtenido por su maternidad.

3. Ser madres lo antes posible: no más tarde de los 22

Rachel Ragg.“Olvídense de las absurdas aspiraciones de tener una carrera profesional exitosa, piensen mejor en casarse con un hombre rico y tener hijos a edades tempranas”, espetó Ragg a un grupo de estudiantes en una conferencia. Esta afirmación, dice, “sólo causó estupor entre mis colegas profesores, mientras que los jóvenes estudiantes entendieron el mensaje a la perfección”. Esto es porque cada vez se hace más evidente que “las madres trabajadoras tienen una vida miserable: deben hacer malabares para cuidar a los niños, realizar las tareas del hogar y, encima, trabajar fuera de casa. Esto sí que hace que nos sintamos oprimidas”.

Priorizar la maternidad sobre la carrera profesional también es la clave para tener un matrimonio feliz y duradero. “Muchas amigas que retrasaron la maternidad por haberse centrado más en su trabajo acabaron quedándose sin marido y sin hijos”. Su recomendación es que, como muy tarde, se tenga el primer hijo a los 22 años. En su caso, Ragg lamenta que no fue madre hasta los 30, lo que le ha impedido tener cinco o seis hijos como le hubiese gustado.

4. Educación elitista: sólo para relacionarse con la clase alta

“Como profesora, doy mucha importancia al aprendizaje de mi hija. De hecho, espero que pueda realizar sus estudios superiores en la Universidad de Oxford”. Sin embargo, no entiende la educación como una plataforma de lanzamiento a una estelar carrera profesional, sino que cree que Oxford es el lugar ideal para que su hija encuentre un buen marido. Es decir, “alguien con aspiraciones y preparación para ganar mucho dinero, lo que permitirá a Matilda ser madre y ama de casa”.

5. Hacer una lista de los mejores pretendientes,según su dinero

La verdadera opresión de la mujer es ser ama de casa y trabajadora al mismo tiempo

La obsesión de esta coach porque su hija sea el vivo reflejo de su modelo vital la ha llevado incluso a elaborar una lista de sus mejores pretendientes. En el peculiar ranking aparecen los hijos de las familias más ricas de la generación de Matilda. Una especie de guía, dice, “para saber en qué círculos introducirla cuando sea mayor”.

6. Normas de urbanidad: los idiomas son secundarios

El dinero y el esfuerzo que Ragg emplea en la educación de su hija no sólo está enfocado “a que aprenda chino mandarino”, apunta despectivamente, sino porque “quiero que de mayor sea una mujer amable, generosa, atenta y bien hablada. Quiero que ella sepa trasmitir su creatividad, conocimientos e inteligencia a sus hijos, y que no desperdicie su valía en una carrera profesional. En definitiva, apunta, “no quiero que sufra el mismo destino de mi generación, hacer malabares entre la familia y el trabajo para acabar como una pobre infeliz”.

Cuando la emancipación femenina parecía haber llegado a un punto de no retorno, y el anhelo por seguir conquistando mayores cuotas de igualdad sexual se estaba convirtiendo en hegemónico, al menos en Occidente, ha surgido una corriente de madres reaccionarias contra este modelo vital. La abanderada de este ‘contramovimiento’, que “muchas mujeres defienden, pero no se atreven a dar la cara por ser políticamente incorrecto”, es la escritora británica y coach especializada en la crianza de los hijosRachel Ragg.

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