Es noticia
Nueve cosas que ocurren inevitablemente en todas las oficinas (y que odias)
  1. Alma, Corazón, Vida
DESGRACIAS, ACTITUDES Y SENTIMIENTOS

Nueve cosas que ocurren inevitablemente en todas las oficinas (y que odias)

En cada oficina se cuecen habas distintas y, por supuesto, no es lo mismo trabajar en un banco o en una agencia de publicidad. Bueno sí: son oficinas

Foto: Las oficinas hacen extraños compañeros de escritorio. (Corbis)
Las oficinas hacen extraños compañeros de escritorio. (Corbis)

En cada oficina se cuecen habas distintas y, por supuesto, no es lo mismo trabajar en un periódico, en un banco, en una empresa telefónica o en una agencia de publicidad. Pero todas esas ocupaciones –y otros tantas– tienen algo en común: el ritmo de trabajo de una oficina.

El espacio, la manera de trabajar y de relacionarse son factores suficientes como para que todo aquel que trabaja o haya trabajado en una oficina se sienta identificado con las desgracias, actitudes o sentimientos que exponemos a continuación:

1. O bien siempre tienes mucho frío o estás constantemente sudando del calor

En la oficina hay mucha gente, muy variada, con edades diversas, ritmos menstruales no sincronizados y desarrollos de enfermedades de lo más disparatados. Nunca estarás de acuerdo con la temperatura ambiente. Serás uno de esos que tienen una rebequita colgada en el respaldo de la silla por si acaso, o bien uno de los que constantemente se abanica con la hoja que tenga más a mano y, desconcertado, se para cada media hora mirando a su alrededor y proclamando: “¿no hace mucho calor aquí?”.

2. Te vuelves adicto a la cafeína

Primero añades un café de media mañana –al margen del que tomas en el desayuno– porque si no hasta la hora de comer no aguantas. Además, ayer te acostaste tarde. (¿Por qué siempre te acuestas tarde?). Por supuesto, necesitas un café después de comer para superar la modorra. Cuando llevas un tiempo a este ritmo decides que tomas demasiado café y empiezas a sustituirlo por la Coca-Cola. O un té. Y así, paulatinamente, te haces adicto a cualquier sustancia que te despierte y te mantenga alerta y pegado a la pantalla del ordenador.

3. Tu jefe, que está a menos de tres metros de ti, te envía e-mails

O mensajes de texto. Y cada vez que te envíe uno te pondrás en lo peor. Tú estás ahí trabajando tranquilamente, colocándote la rebequita sobre los hombros, dándole un sorbito a tu taza de café, cuando súbitamente un whatsapp te hace pegar un brinco. Es de tu jefe: “¿Puedes venir un momento?”. Como ya se ha dicho, sólo te separan de él tres metros. Pero el recorrido es suficiente para que pienses que te va a bajar el sueldo, a reducir la jornada, a despedir. Cualquier cosa menos el casual: “Oye, cuando acabes eso me avisas, ¿vale?”, para el que te ha requerido en su despacho.

4. Tus compañeros de trabajo te agregarán a las redes sociales. Tu ocultarás todo lo que muestras en las redes sociales

Son majos, te caen bien, tenéis una buena relación, amistosa y cordial, son tus compañeros de trabajo. Os une el odio por vuestro jefe común y el calor/frío (según los casos) que pasáis en la oficina. Y, sin embargo, un buen día te agregan a Facebook y tú sientes que tienes que ocultar todo aquello que haces fuera del trabajo. Por eso en media hora te has hecho más experto en el control de privacidad del Facebook de lo que nunca lo serás en el trabajo para el que te han contratado.

5. Adquieres un formal tono de trabajo cuando coges el teléfono

Por lo general eres normal y respondes al teléfono normal, menos cuando te llaman un par de personas –tu hermana, tu colega– y entonces eres bastante borde. Pero en el trabajo adquieres una voz de locutor de radio o de recepcionista de hotel, extraña de definir, que te hace encantador y profesional al mismo tiempo.

6. Usarás el correo electrónico del trabajo para asuntos personales

…con el riesgo que eso conlleva. Empezarás a preocuparte por que tus jefes puedan leer lo que escribes, o te harás un lío criticando en diferentes emails a personas distintas sin saber exactamente ya a quién le has enviado quién. Cuidado, que hasta las paredes hablan. Y más en la oficina.

7. El amor une, pero el odio más

Odiarás a muerte a alguno de tus compañeros y te aliarás con los demás para odiarle en grupo, lo cual crea una sensación de falsa amistad y compañerismo, fruto simplemente de lo cotillas que soiscontra el pobre elegido. Pero, para qué negarlo, criticar le da vidilla a vuestros (múltiples) cafés diarios.

8. Traerás de manera responsable un tupper cada día o bien sabrás exactamente dónde comer y qué

Todos los trabajadores de oficina se dividen entre aquellos que se preparan responsable y cuidadosamente la comida en su casa y se alimentan equilibradamente, y aquellos que salen atropelladamente, despeinados y diciendo: “Bueno, si total en el bar de en frente el menú del día no es tan caro”. Sólo hay un escaso tercer grupo: aquellos que cobran bien y que intencionadamente comen fuera a diario.

9. Los viernes informales o los almuerzos gratis te harán irracionalmente feliz

¿Que mañana invitan a un aperitivo? ¿Y eso? ¿Que es el cumple de Rita y ha traído pasteles? ¿Que hoy hay cerveza gratis? Los pequeños y simples placeres se convierten en una alegría incontenible que rompe con la rutina de la oficina. Es el “ojalá que nieve y no podamos ir al cole” de los mayores. Disfrútalo.

En cada oficina se cuecen habas distintas y, por supuesto, no es lo mismo trabajar en un periódico, en un banco, en una empresa telefónica o en una agencia de publicidad. Pero todas esas ocupaciones –y otros tantas– tienen algo en común: el ritmo de trabajo de una oficina.

Humor
El redactor recomienda