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“¿Habré cerrado bien el coche?” ¿Eres previsor o un obsesivo-compulsivo?
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SON CONDUCTAS MUY COMUNES

“¿Habré cerrado bien el coche?” ¿Eres previsor o un obsesivo-compulsivo?

Las obsesiones son pensamientos recurrentes y persistentes que nos causan malestar, y que tratamos de eliminar con otro pensamiento o acción

Foto: La posibilidad de sufrir un olvido puede convertirse en obsesión. (Corbis)
La posibilidad de sufrir un olvido puede convertirse en obsesión. (Corbis)

Seguro que todos alguna vez nos hemos encontrado en una situación de duda y, ante el temor a las posibles consecuencias, nos hemos parado a revisar o comprobar: “¿He cerrado la puerta?”, “¿seguro que el niño está bien?”, “¿este cubierto está sucio?” y, a continuación, revisamos si la puerta está abierta, vamos a echar un vistazo a nuestro hijo, o escudriñamos a fondo el tenedor para acabar pidiendo otro limpio en el restaurante. Sin embargo, seguro que también todos conocemos algún caso en el que comprobaciones como éstas nos parecen excesivas y/o poco razonables: ha tenido que volver del trabajo para asegurarse de que había cerrado bien la puerta, no deja a su hijo ni a sol ni a sombra, o sólo come en sitios extremadamente limpios. Es posible que a nosotros mismos nos haya ocurrido algo parecido, puede que hasta haya gente que nos llame maniáticos, incluso que haya sugerido que tenemos un TOC, un trastorno obsesivo-compulsivo…

Probablemente, la inmensa mayoría de nosotros, cuando nos hablan del TOC, evocamos algo parecido a Jack Nicholson interpretando al excéntrico Melvin en Mejor,imposible. Desgraciadamente, a veces la realidad supera a la ficción y existen casos incluso más dramáticos que el de Melvin. Sin embargo, las obsesiones y compulsiones no son sólo propias de casos extremos. Todos las hemos experimentado alguna vez. Las obsesiones son pensamientos recurrentes y persistentes que nos causan malestar, que van más allá de las preocupaciones de la vida real, y que tratamos de eliminar con otro pensamiento o acción.

Seguro que todos recordamos alguna canción pegadiza y molesta que no éramos capaces de sacar de nuestra mente. Técnicamente, éste sería un ejemplo de obsesión. Las compulsiones, en cambio, se definen como aquellas acciones, mentales o no, que nos sentimos obligados a hacer para reducir el malestar provocado por una obsesión y/o para evitar un daño temido, si bien la conducta que realizamos, o es claramente excesiva, o no tiene relación realista con el peligro que pretende evitar. Tirarnos la sal por encima del hombro cuando se nos cae para evitar una desgracia es un ejemplo de comportamiento compulsivo. ¿Esto quiere decir que todos somos obsesivo-compulsivos? No… y sí. Sí, todos presentamos obsesiones y compulsiones en algún grado, con mayor o menor malestar e interferencia en nuestras vidas. Pero no, no todos tenemos un problema obsesivo-compulsivo.

El miedo al daño

Muchas personas piensan que tener un problema de obsesiones y compulsiones significa tener una enfermedad mental. Desde luego, el término trastorno que acompaña al adjetivo obsesivo-compulsivo, no ayuda mucho a deshacer esta creencia. Sin embargo, la conducta obsesivo-compulsiva se aprende y, como tal, se puede desaprender y modificar. La persona con obsesiones, como cualquier otra, experimenta en algún momento un pensamiento del tipo “¿y si… me he dejado la puerta abierta y me roban el coche?”, “¿y si… a mi hijo le pasa algo malo?”.

Las obsesiones son pensamientos recurrentes que nos causan malestar, que van más allá de las preocupaciones de la vida real

Ese pensamiento es interpretado de un modo muy negativo, ya sea porque el peligro es muy temido aunque sea poco probable, y/o porque hay un sentido inflado de la responsabilidad que hace que la persona se sienta culpable si no hace algo por evitar el daño. Esta interpretación provoca mucho malestar a la persona, quien acaba necesitando hacer algo (una compulsión) para evitar el daño.

El alivio que siente es tan grandeque esa compulsión se afianza como forma de reducir el malestar y tiende a repetirse, aunque la persona cada vez necesitará más dosis de comprobación para quedarse igualmente tranquila. Como, además, no comprueba que no pasa nada si no hace la revisión, el miedo al daño se mantiene, incluso se incrementa, haciendo que las obsesiones sean cada vez más frecuentes.

Cómo superar estas conductas

¿Cómo podemos entonces luchar contra las obsesiones y compulsiones? En primer lugar, reconociendo que nuestro comportamiento es desmesurado y que el temor que sentimos es exagerado. Y, en segundo lugar, enfrentándonos a las situaciones que tememos resistiéndonos a realizar las conductas de revisión (no más de una en situaciones cotidianas), así comprobaremos que el peligro temido no ocurre, lo que facilitará que cada vez necesitemos menos realizar las compulsiones pero también veremos cómo las obsesiones, los “¿y si…?” aparecen con menor frecuencia. Por último, a veces el entorno de la persona con obsesiones, en su afán de ayudar a su ser querido, entra en el juego compulsivo. Que los allegados no tranquilicen a la persona será igualmente fundamental para la superación del problema.

En algunos casos severos puede ser útil la medicación, pero el cambio que acabamos de mencionar tendrá que producirse. En cualquier caso, que haya un problema obsesivo-compulsivo no significa que tengamos que estar medicados de por vida. De hecho el tratamiento psicológico sin medicación (concretamente, la exposición con prevención de respuesta) es el que ha demostrado mejores resultados. Si vemos que solos no podemos, no dudemos en acudir a un profesional que nos oriente y que nos ayude a volver a ser precavidos dejando a un lado la esclavitud de las obsesiones y las compulsiones.

*Montserrat Montaño Fidalgo es psicóloga en el Centro de Psicología Álava Reyes, doctora de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico y máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA).

Seguro que todos alguna vez nos hemos encontrado en una situación de duda y, ante el temor a las posibles consecuencias, nos hemos parado a revisar o comprobar: “¿He cerrado la puerta?”, “¿seguro que el niño está bien?”, “¿este cubierto está sucio?” y, a continuación, revisamos si la puerta está abierta, vamos a echar un vistazo a nuestro hijo, o escudriñamos a fondo el tenedor para acabar pidiendo otro limpio en el restaurante. Sin embargo, seguro que también todos conocemos algún caso en el que comprobaciones como éstas nos parecen excesivas y/o poco razonables: ha tenido que volver del trabajo para asegurarse de que había cerrado bien la puerta, no deja a su hijo ni a sol ni a sombra, o sólo come en sitios extremadamente limpios. Es posible que a nosotros mismos nos haya ocurrido algo parecido, puede que hasta haya gente que nos llame maniáticos, incluso que haya sugerido que tenemos un TOC, un trastorno obsesivo-compulsivo…

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