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Por qué te despiertas siempre justo antes de que suene el despertador
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Por qué te despiertas siempre justo antes de que suene el despertador

El ritmo circadiano, comúnmente denominado reloj interno o biológico, hace que el cuerpo sea una máquina perfectamente sincronizada

Foto: El organismo es capaz de adaptarse a la hora en la que pretendemos levantarnos. (Corbis)
El organismo es capaz de adaptarse a la hora en la que pretendemos levantarnos. (Corbis)

El ritmo circadiano, comúnmente denominado reloj interno o biológico, puede ser tan preciso como un reloj suizo. Este “reloj”, situado en el núcleo supraquiasmático del cerebro, controla la presión arterial, la temperatura y el sentido del tiempo. Es decir, hace que el cuerpo sea una máquina perfectamente sincronizada. Unas características mediante las que puede determinar los momentos en los que nos entra sueño, así como la hora en la que nos despertamos. Un fenómeno que explica una de esas preguntas irresueltas que nos solemos hacer con frecuencia: ¿cómo es que abrimos los ojos un minuto antes de que suene el despertador?

La eficiencia del reloj biológico aumenta con la rutina. Por eso, si solemos acostarnos a una cierta hora y el despertador está programado para sonar siempre a la misma hora, el cuerpo se adueña de esos comportamientos y los incluye como una parte más de los procesos biológicos del organismo.

La denominada proteína per es la encargada de regular los ciclos de sueño y vigilia. Los niveles de esta proteína varían a lo largo del día. Cuando sus niveles son bajos, la presión arterial también desciende, el ritmo circadiano se ralentiza y la actividad mental se relaja. En ese momento, es cuando nos entra sueño y el cuerpo comienza a pedirnos descanso.

Variar los hábitos de sueño puede descontrolar el ritmo circadiano

La rutina, en este caso de los hábitos de sueño, hace que el cuerpo aprenda a aumentar por sí mismo los niveles de la proteína per, por lo que puede llegar al punto de sustituir al despertador que dejamos en la mesilla de noche. Alrededor de una hora antes de que nos despertemos, la presión arterial y la temperatura corporal aumentan, mientras que el cuerpo comienza a segregar las hormonas que dan respuesta al estrés de la vigilia, como es el caso del cortisol. Una forma de ir preparando el organismo mediante la que poco a poco vamos abandonando el sueño profundo hasta que nos despertamos.

Adaptándonos a la hora a la que nos levantamos

El organismo gusta más de los procesos, de introducir cambios poco a poco en lugar de hacerlo de forma repentina. Por eso no es muy amigo de los despertadores que frustran el trabajo hormonal de abandonar lentamente el sueño profundo. Por tanto, para evitar una desagradable interrupción, el cuerpo llega a hacer cosas tan increíbles como adelantar la segregación de la proteína per para que nos despertemos de forma natural unos minutos o incluso segundos antes de que suene la alarma.

Nuestro cuerpo tiene en cuenta la hora a la pretendemos despertarnos para ir preparando poco a poco las funciones vitales

Un estudio llevado a cabo por investigadores de la universidad alemana de Lübeckllegó a la conclusión de que nuestro cuerpo tiene en cuenta la hora a la pretendemos despertarnos para ir preparando poco a poco las funciones vitales. Para demostrarlo, analizaron los niveles hormonales de los participantes en el experimento durante varias noches consecutivas mientras dormían. A todos ellos se les engañó respecto a la hora a la que debían despertarse. Unas noches se les dijo que a las seis de la mañana y otras que a las nueve, pero se les despertó siempre a las seis.

Los días que se les dijo a los participantes la verdad, sus niveles de cortisol comenzaron a elevarse paulatinamente a las 4,30 de la madrugada, una hora y media antes de lo acordado. En cambio, cuando se les engañó diciéndoles que la alarma debía sonar a las nueve pero que lo hizo igualmente a las seis, no se constató ningún cambio en los niveles hormonales ni la presión arterial. En esta ocasión, los participantes se despertaron de una forma mucho más repentina que cuando eran conscientes de la verdadera hora a la que se levantarían.

Los investigadores también dieron respuesta en el estudio a los casos de las personas que no suelen despertarse antes de suene la alarma: o no duermen las suficientes horas o no mantienen ningún tipo de rutina respecto a los hábitos de sueño, pues variar los horarios puede descontrolar el ritmo circadiano. Si cada día nos despertamos a una hora diferente, al organismo le costará más identificar la hora a la que nos despertamos el día anterior. Una tarea que, añaden, se complica más todavía si cuando suena la alarma le damos al botón de repetición para que vuelva a sonar unos minutos más tarde. Así, realizamos una especie de minisiestas que no hacen más que aturdir al reloj biológico.

El ritmo circadiano, comúnmente denominado reloj interno o biológico, puede ser tan preciso como un reloj suizo. Este “reloj”, situado en el núcleo supraquiasmático del cerebro, controla la presión arterial, la temperatura y el sentido del tiempo. Es decir, hace que el cuerpo sea una máquina perfectamente sincronizada. Unas características mediante las que puede determinar los momentos en los que nos entra sueño, así como la hora en la que nos despertamos. Un fenómeno que explica una de esas preguntas irresueltas que nos solemos hacer con frecuencia: ¿cómo es que abrimos los ojos un minuto antes de que suene el despertador?

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