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Los últimos 100 días de JFK y el golpe de estado de los militares
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"con él, vietnam no hubiera tenido lugar"

Los últimos 100 días de JFK y el golpe de estado de los militares

El historiador Thurston Clarke repasa en 'JFK Last Hundred Days', el asesinato del presidente y su perjudicial relación con el ejército y la CIA

Foto: Retrato oficial de John Fitzgerald Kennedy.
Retrato oficial de John Fitzgerald Kennedy.

El historiador Thurston Clarkerepasaen JFK's Last Hundred Days, The transformation of a Man and the emergence of a great president ("Los últimos cien días de JFK, la transformación de un nombre y el nacimiento de un gran presidente", Penguin Press) la última etapa de un mandato extraordinariamente breve (dos años, diez meses y dos días) y de una influencia enorme en el imaginario colectivo de Occidente. Según Clarke, estamos ante un presidente cuya inmensa tarea ha sido oscurecida por el hecho traumático de su muerte, que no ha permitido ver bien el impulso que había sabido imprimir a sus políticas y la verdadera dimensión de éstas.

El fiasco de Bahía de Cochinos y la cumbre del año siguiente con Kruschev cambiaron definitivamente a ese joven que había llegado al podersin demasiada experiencia pero que había emergido como un líder firme, navegando a través de los obstáculos y trampas que lo colocaban a un lado y a otro. Clarke señala, en ese sentido, cómo 1963 fue un año en el que se había atrevido a avanzar en sus políticas con paso firme, convencido ya de que podía sortear los problemas. No en vano, había hecho frente a las dos más grandes amenazas que sufría su país, la guerra nuclear y los conflictos raciales, con notable éxito. Pero había otros peligros circulando que Kennedy no tuvo tanta suerte a la hora de sortear.

JFK pensaba que iba a pasar a la historia no como el gobernante que enviaba un hombre a la luna, sino como el presidente que pondría fin a la Guerra Fría

En una entrevista publicada en el semanario francés Le Nouvel Observateur, Clarke cuenta cómo JFK fue muy firme en las negociaciones con Kruschev, pero también consus propios generales, algunos de los cuales estaban decididos a utilizar armas nucleares contra la Unión Soviética. Esa actitud suscitó aún mayor animadversión en ambientes militares, donde las conversaciones en voz baja comenzaron a hacerse frecuentes. “Odiaban a Kennedy, y la idea de un golpe de estado les seducía”, afirma Clarke, quien señala cómo JFK “también pensaba que estaban planeando un golpe y habló de ello en varias ocasiones. Por eso se interesó por Siete días de mayo, la película de John Frankenheimer, hasta el punto que facilitó el rodaje de escenas en la Casa Blanca. Y no era solamente JFK quien tenía claro que la posibilidad de un golpe de estado estaba ahí: “el 28 de septiembre de 1963, la revista New Republic publicó un artículo tiulado Rebelión en el ejército del aire que también hacía alusión a Siete días de Mayo”.

Para Clarke, es evidente que con Kennedy en el poder hechos posteriores que marcaron la vida norteamericana en el siglo XX, como la guerra de Vietnam, no habrían tenido lugar.“La actitud de JFK fue dubitativa con Vietnam, pero sí dejó claro que no iba a enviar allí ninguna unidad de combate. Además, JFK pensaba que iba a pasar a la historia no como el gobernante que enviaba un hombre a la luna, sino como el presidente que pondría fin a la Guerra Fría”.

A la hora de calificar los acontecimientos de Dallas, Clarke recurre a las palabras del diplomático y posterior ministro de asuntos israelí Abba Eban, quien señaló que “el asesinato de Kennedy fue de uno de los acontecimientos más auténticamente trágicos de la historia de las naciones” y que marcó “la diferencia entre lo que fue y lo que hubiera podido ser”.

El historiador Thurston Clarkerepasaen JFK's Last Hundred Days, The transformation of a Man and the emergence of a great president ("Los últimos cien días de JFK, la transformación de un nombre y el nacimiento de un gran presidente", Penguin Press) la última etapa de un mandato extraordinariamente breve (dos años, diez meses y dos días) y de una influencia enorme en el imaginario colectivo de Occidente. Según Clarke, estamos ante un presidente cuya inmensa tarea ha sido oscurecida por el hecho traumático de su muerte, que no ha permitido ver bien el impulso que había sabido imprimir a sus políticas y la verdadera dimensión de éstas.