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"Los recursos los debe gestionar la sociedad civil, no el estado o la empresa"
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MICHAEL HARDT, EL teórico de las 'multitudes'

"Los recursos los debe gestionar la sociedad civil, no el estado o la empresa"

El teórico literario y filósofo político Michael Hardt Michel Hardt es uno de los intelectuales más influyentes en la esfera de los movimientos sociales

Foto: El intelectual norteamericano Michael Hardt, uno de los pensadores más influyentes en la esfera de los movimientos sociales. (MACBA)
El intelectual norteamericano Michael Hardt, uno de los pensadores más influyentes en la esfera de los movimientos sociales. (MACBA)

El teórico literario y filósofo político Michael Hardt no oculta su admiración sobre la sociedad civil española, principalmente por el golpe de efecto que protagonizó el 15-M, “la fuente de inspiración sin la que nunca hubiese existido el movimiento Ocuppy Wall Street”. Un afecto que, sin duda, es recíproco, como ha demostrado la gran acogida de público que ha tenido este intelectual norteamericano en su minigira española (el 'Declaration Tour', organizado por la Fundación de los Comunes), que culminó ayer en un abarrotado museo Reina Sofía.

La expectación que genera Hardt, y no sólo en España, es exponencial al acierto de sus premoniciones, que anticiparon (y teorizaron) el levantamiento de lo que ha conceptualizado, junto al pensador italiano Toni Negri, como “multitudes online”. Ese cuerpo vivo, dinámico y heterogéneo que vigila a los poderes fácticos desde la red, donde también se organiza, para salir a la calle cuando los excesos políticos y económicos perforan los marcos democráticos.

Unas multitudes rupturistas, las del “no nos representan”, que superan las estructuras tradicionales de partidos y sindicatos para construir una democracia desde abajo. “El rechazo de la representación es una de las cualidades más importantes de estos movimientos porque permite construir una verdadera democracia que transforme la sociedad a largo plazo, generando espacios libres que ayudarán a construir las instituciones del común”, sentencia Hardt.

M. Hardt cerró su tour español en el museo Reina Sofía de Madrid. (@matufis)Este último concepto, el de las “instituciones del común” es la parte central de la última obra que ha escrito mano a mano con Negri y que ha servido como punto de partida de los encuentros celebrados en España. Declaración (Akal), como ya se puede intuir en el propio título, es un ensayo en el que pasa de la especulación academicista a las prácticas concretas que abrirán, y que según él ya lo están haciendo, “un nuevo proceso constituyente”. Eso sí, partiendo de la base de sus obras anteriores coescritas con el italiano: Imperio (2000), Multitud (2004) y Commonwealth (2009). La trilogía en la que establecieron el diagnóstico de la situación política actual y dibujaron las posibles resistencias y respuestas transformadoras.

El inicio de un ciclo de luchas internacionales

El rechazo que originalmente pudo levantar el 15-M, una masa deforme pero lo suficientemente contestataria como para provocar el recelo no sólo de la derecha sino también de la izquierda institucional y de los sindicatos tradicionales, se ha transformado ahora en aprobación paternalista. No tanto en las formas sino en el fondo. ¿No se está magnificando el papel del 15-M? ¿Qué queda de aquel movimiento que desde las protestas del 25-S, hace ya más de un año, apenas ha logrado sacar a gente a la calle?

“Está claro que ha habido un bajón en la participación de la ciudadanía, que lógicamente ya no está ocupando las plazas. Sin embargo, existen numerosas resonancias del 15-M, como se refleja en las diferentes mareas ciudadanas, las actividad contra los desahucios y otros muchos proyectos sociales concretos. Para mí, esto es algo de lo más importante. Con ello no quiero decir que fuese un éxito completo, pero hay que reconocer que provocó un cambio de mentalidad en la gente muy importante”, apunta Hardt.

Para profundizar la democracia y confrontar las injusticias económicas provocadas por el neoliberalismo es necesaria una constestación a nivel mundial

Por otra parte, para el intelectual norteamericano el movimiento de los indignados “inició un ciclo de luchas internacionales que se han replicado en muchos países”, como son los casos recientes de Turquía o Brasil. Según su opinión, estas protestas “tienen prácticas y aspiraciones compartidas”. Un punto importante, dice, porque para profundizar la democracia, y “confrontar las injusticias económicas provocadas por el neoliberalismo”, es necesario un movimiento a nivel mundial.

Ni siquiera es suficiente con una alianza, por ejemplo, entre los países más azotados por la crisis, como pueden ser los del sur de Europa, sino que debe superar las fronteras estatales. “Esta unión no debe entenderse como una acción solidaria de Alemania u otros países del norte con los del sur porque todos estamos en la misma crisis”, explica.

El nuevo proyecto político contemporáneo

Para el intelectual norteamericano, los cambios sociales deben producirse tanto desde dentro de las instituciones y las organizaciones políticas, “no sin ejercer presión para que evolucionen”, como desde fuera de ellas. Interpelado por si él es de los que piensa que los movimientos sociales españoles como la PAH o las mareas ciudadanas deben reclamar su cuota de poder en las urnas, esquiva decorosamente la respuesta diciendo que un extranjero no es el más apropiado para opinar sobre ello. Además, “este tipo de decisiones se toman en colectivo”.

A pesar de su distanciamiento en esta cuestión menciona al Partido X como "una alternativa intermedia que es interesante", lo que vuelve a sorprender por su buen conocimiento de la actualidad y política española. Sin embargo, Hardt confiesa en consonancia con sus teorías académicas, que se inclina “más por los movimientos sociales democráticos que por las opciones electorales, aunque se puede trabajar al mismo tiempo en ambos frentes”.

Los cambios sociales deben producirse tanto desde dentro de las instituciones y las organizaciones políticas, presionándolas para que evolucionen, como desde fuera de ellas

Una cosa es el corto plazo, con la consecuente y difícil búsqueda de consensos, y otra es el largo plazo, entendido ya como el horizonte ideal al que caminar. Una meta, en la que tanto el estado (“lo público”) y los poderes económicos (“lo privado”), tengan la menor cabida posible en pro de las instituciones del común. Estas últimas son la salvaguarda, dice, de los derechos sociales como la educación o la sanidad, así como del acceso a los recursos que “debe gestionar la sociedad civil, en lugar del Estado o de las empresas”.

Un discurso que no hay que confundir con el de la economía de bien común de Michael Felber en el que necesariamente tienen que participar las organizaciones empresariales. Sí coinciden en que plantean un modelo abierto que debe construirse entre todos los miembros de la sociedad, buscando nuevos canales de participación, con horizontalidad e igualdad.

Ambos modelos rehúyen también de los –ismos: “El común no debe ser ni capitalismo ni socialismo, sino una gestión democrática de los recursos vitales. Un ejemplo de ello, que ya se está llevando a cabo en España, es el de la plataforma antidesahucios, mediante las ocupaciones de viviendas con una gestión colectiva”, como explicaba recientemente a El Confidencial la portavoz de la PAH, Ada Colau.

¿Y el día después?

Todas las teorías políticas totalizadoras y de transformación radical del estado de las cosas tienen el pecado original del día después a la caída del modelo imperante, una traba que el marxismo resolvió apresuradamente con la trágica ocurrencia de la dictadura del proletariado. Para iniciar un “proceso constituyente”, como el que pregona Hardt, es preciso que antes se produzca un “proceso destituyente”. Si se acelera la coyuntura actual hasta el punto de provocar un derrumbe del actual sistema, ¿la sociedad está preparada como para asumir el poder y organizarse o existe el riesgo de que triunfen los populismos de corte reaccionario o incluso gobiernos tecnócratas más antidemocráticos?

Una cosa es tomar las plazas durante cuatro o cinco semanas y otra es que seamos capaces de transformar la sociedad a largo plazo

“Se trataría de un desafío considerable a día de hoy porque creo que los movimientos sociales aún son muy efímeros y no cuentan con la potencialidad suficiente como para tomar las riendas de un proceso constituyente después de la caída de actual régimen. Una cosa es tomar las plazas durante cuatro o cinco semanas y otra es que seamos capaces de transformar la sociedad a largo plazo”. Una problemática que según Hardt hay que resolver mediante la práctica diaria, “construyendo continuamente nuevos espacios democráticos, y no sólo plazas donde se debata, extendiéndolos a toda la sociedad y logrando que se prolonguen en el tiempo. Quizá los movimientos sociales españoles tienen una mejor proyección que los de otros países, pero este es un desafío común en todas partes”.

En sus conversaciones con Negri, dice el intelectual norteamericano, siempre hablan de este futurible. La conclusión a la que llegan y que ambos comparten es que “las luchas diarias de resistencia a los procesos neoliberales, la liberación de espacios urbanos que permitan una gestión del común y fuera del domino de las decisiones del Estado, etc., pueden servir como base para el futuro, e irse mejorando poco a poco para cuando llegue el momento”.

El teórico literario y filósofo político Michael Hardt no oculta su admiración sobre la sociedad civil española, principalmente por el golpe de efecto que protagonizó el 15-M, “la fuente de inspiración sin la que nunca hubiese existido el movimiento Ocuppy Wall Street”. Un afecto que, sin duda, es recíproco, como ha demostrado la gran acogida de público que ha tenido este intelectual norteamericano en su minigira española (el 'Declaration Tour', organizado por la Fundación de los Comunes), que culminó ayer en un abarrotado museo Reina Sofía.

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