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La 'cultura del polvo' no está tan extendida como parece
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LOS ESTUDIANTES EXAGERAN EN CUANTO AL SEXO

La 'cultura del polvo' no está tan extendida como parece

Mucho se habla últimamente de la ‘cultura del polvo’ y de lo extendida que está en EEUU, donde se refieren a ella como la hook up

Foto: 'Enrollarse' es un término ambiguo, que puede o no referirse a relaciones sexuales completas. (Corbis)
'Enrollarse' es un término ambiguo, que puede o no referirse a relaciones sexuales completas. (Corbis)

Mucho se habla últimamente de la ‘cultura del polvo’ y de lo extendida que está en EEUU, donde se refieren a ella como la hook up culture. Como ya se contaba en otro artículo de El Confidencial, esta ‘cultura del polvo’ hace referencia al giro que ha dado el sexo en la vida de los jóvenes universitarios, quienes parecen preferir por sistema relaciones esporádicas, breves y superficiales. De hecho, el término hook up en inglés brilla por su ambigüedad. Viene a significar algo así como “enrollarse”, también ambiguo en español, que abarca desde cuatro besos con un cierto magreo hasta una relación sexual con penetración.

Pues ese concepto, el de enrollarse sin más implicaciones, explicaciones ni consecuencias, es el que impera en las universidades estadounidenses según se ha escrito recientemente. No obstante, Eliana Dockterman no está de acuerdo. Se trata de una joven que acaba de graduarse en la reputada Yale University y trabaja para el Time, donde ha expresado su profundo desacuerdo en cuanto a la extensión, popularidad y arraigamiento de la hook up culture. Se define como “mujer blanca heterosexual”, a pesar de lo cual no sigue los patrones que, según los medios, impera en la vida sexual de los campos universitarios. Ni ella ni, según considera la joven, la mayoría de sus compañeras. Tras un año leyendo sobre lo que considera una “obsesión de los medios”, Dockterman se ha cansado y ha decidido explicar las principales confusiones respecto al tema. Echar un polvo rápido carente de toda vinculación con la otra persona no es lo que la mayoría de las universitarias quieren, dice la hasta hace poco estudiante en Yale. Las principales ideas equivocadas respecto al sexo en la universidad son tres.

1. Los estudiantes universitarios prefieren rollos esporádicos a relaciones significativas. Bueno, depende. El sexo casual no es la norma, a pesar de lo que diga la media. Lo que tal vez sí sea la norma sea jactarse de tener frecuente sexo casual, pero del dicho al hecho hay un trecho

Hace no mucho, el New York Times publicaba un artículo llamado Sex on Campus: She Can Play That Game, Too (“El sexo en el campus: ella también puede jugar a ese juego”). En él se reflejaban, efectivamente, las ventajas y la popularidad de tener un rollo al que acudir en caso de calentón, pero con el que no quieres nada más que eso, quitarte el calentón de encima. De hecho, el artículo comienza con la anécdota de una chica que se confiesa incapaz de sentarse a hablar y tomar un café con el chico que de vez en cuando va a su habitación para ver un rato la televisión y mantener relaciones sexuales rápidas, neutras, evanescentes. Como quien sale a correr. “No nos gustamos realmente en persona, sobrios”, alega la joven.

Sin embargo, la encuesta que se recoge en este artículo dice que el 20% de las estudiantes y el 25% de los estudiantes se han enrollado con diez o más personas. Parece bastante, y la encuesta pretende ilustrar que, efectivamente, la ‘cultura del rollo’ se impone vertiginosamente. Pero, ¿más de diez personas por año académico o en los cuatro años de universidad? Eso implicaría sólo dos parejas por año. Si, además, tenemos en cuenta la citada ambigüedad del término, podemos estar dándole a unos besos inocentes de una noche de fiesta demasiada entidad, tal vez. La encuesta aclara que de aquellos que se enrollaron con diez o más personas, sólo en un 40% de las veces tuvieron sexo.
Dockterman señala, triunfante, que si hacemos cálculos concluimos que sólo el 8% de las universitarias que respondieron a la encuesta mantuvieron relaciones sexuales superficiales y puntuales con diez chicos o más a lo largo de cuatro años.

Evidentemente, el sexo casual se da, las fiestas y los rollos esporádicos también, pero en un grado normal. Lo frecuente es alternar relaciones más estables con periodos promiscuos. Lo que sí es cierto es la cantidad de tiempo destinado a hablar, alardear, comentar o cotillear sobre los rollos de la universidad. Pero es todo de boquilla, señala Dockterman. Un estudio realizado en la Universidad de Nebraska concluyó que el 90% de los estudiantes creía que sus compañeros tenían dos o más encuentros sexuales por año académico, cuando en realidad sólo consta que un 37% de los universitarios mantenga esa frecuencia a lo largo del curso.

2. Las jóvenes de hoy en día son demasiado ambiciosas y están ocupadas en exceso como para establecer una relación. Se ha señalado muchas veces que las demandas de la vida moderna han dejado a las universitarias sin tiempo para tener novio, por lo que los sustituyen con un rollo frívolo que no exige tanta dedicación.

Dockterman cita a una de las chicas entrevistadas para la encuesta que, al no estar de acuerdo con las conclusiones del artículo, escribió en el periódico de la universidad (Yale Daily News) que ella misma había encuestado a cien estudiantes de Yale, y que casi todas respondieron que “buscaban una relación que implique atención, compromiso o, al menos, sexo monógamo”.

No está tan claro que las mujeres realmente no tengan tiempo para un novio, y la mayoría de ellas expresan su deseo de encontrar una pareja estable (también es verdad que no es lo mismo el deseo interno que la predisposición real).

En una encuesta realizada por el Yale Daily News en el campus se reflejaba que el 64.3% de los estudiantes habían mantenido relaciones sexuales a lo largo de su carrera. El estudiante medio en Yale había tenido dos parejas hasta el momento de graduarse. La promiscuidad no es la norma. Ni siquiera para los chicos: el 30.5% de los universitarios en Yale nunca habían tenido relaciones sexuales.

Es verdad que el mundo moderno ofrece y exige dedicaciones que a veces se presentan excluyentes si las ponemos de cara a una relación estable. Muchas chicas declaran estar con alguien, de manera más o menos continuada, pero que no lo plantean como una relación seria de compromiso real: quieren irse a hacer un máster a algún otro lugar, apuntarse a un curso de especialización, optar a una beca, aprender otros idiomas… Es verdad que antes esto no ocurría y la movilización era menor. Uno conocía a su novio en la carrera y no había Erasmus, Sénecas o másteres en el extranjero que pusieran en peligro la relación. Pero también es cierto que renunciar por completo al plano afectivo no parece ser la mejor solución. Tal vez haya que encontrar la manera de compatibilizarlo todo en este mundo lleno de posibilidades.

3. La llamada generación 'hook up’ supone una ruptura radical con el pasado. ¿Es realmente esta llamada ‘cultura del rollo’ nueva? ¿Son los medios, que han querido popularizar, resaltar y ponerle nombre y apellidos a algo que ha existido siempre?

En 1967 un estudio del Institute for Sex Research concluía que el 68% de los hombres y el 44% de las mujeres habían experimentado el sexo premarital. No un rollo: sexo.

Otro estudio de la Western State University entrevistó a 92 universitarios y 113 universitarias que cursaron sus estudios entre 1969 y 1972. El 46% de los hombres y el 51% de las mujeres había mantenido relaciones sexuales. Cuando la pregunta se hacía en el último año, los porcentajes se elevaban al 82 y al 65% respectivamente.

Es verdad que los datos de entonces no son totalmente fiables, pero todo parece indicar que el sexo casual ha existido siempre. Ahora bien, la tecnología ha simplificado mucho las cosas. En una relación en la que la máxima pretensión es –paradojas de la vida– tener el mínimo contacto posible con la persona con la que vas a copular (qué intrincadas son las contradicciones humanas), la tecnología es una ayuda rápida y eficaz. Un mensaje de texto es rápido, fácil, impersonal y poco comprometedor, mientras que una llamada a un teléfono fijo implica unos minutos de la cortesía de rigor.

En realidad, parece que lo único que sucede es que, en cuestiones de sexo, los hábitos son los mismos, pero ahora se habla mucho más, y las vías para hacerlo son mucho más variadas. Alardear de los éxitos sexuales no es nuevo, pero sí lo son los comentarios sugerentes en Twitter, las indirectas en Facebook, los Whatsapp grupales en los que varios amigos son informados a la vez, los blogs sobre si tal o cual cuestión es sexista, las columnas digitales en que un periodista perora sobre la frivolidad del sexo en nuestros días y tantos otros medios por los que podemos. Además, la liberación de ciertos pudores también ha hecho que muchos temas dejen de ser tabús y que se hable de sexo de una manera natural, abierta y explícita. El sexo casual no es un nuevo, lo que es nuevo es hablar de él y haberlo convertido en un tema de debate sociológico.

Mucho se habla últimamente de la ‘cultura del polvo’ y de lo extendida que está en EEUU, donde se refieren a ella como la hook up culture. Como ya se contaba en otro artículo de El Confidencial, esta ‘cultura del polvo’ hace referencia al giro que ha dado el sexo en la vida de los jóvenes universitarios, quienes parecen preferir por sistema relaciones esporádicas, breves y superficiales. De hecho, el término hook up en inglés brilla por su ambigüedad. Viene a significar algo así como “enrollarse”, también ambiguo en español, que abarca desde cuatro besos con un cierto magreo hasta una relación sexual con penetración.

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