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“Aprendí a los 20 años lo que la mayoría de la gente aprende al final de su vida”
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NANDO PARRADO, SUPERVIVIENTE DE LOS ANDES

“Aprendí a los 20 años lo que la mayoría de la gente aprende al final de su vida”

El 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en los Andes. De sus 45 pasajeros, la mayor parte

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“Aprendí a los 20 años lo que la mayoría de la gente aprende al final de su vida”

El 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en los Andes. De sus 45 pasajeros, la mayor parte de ellos, integrantes del equipo de rugby uruguayo Old Christians, trece murieron en el acto, pero muchos caerían en las semanas posteriores, víctimas del frío, la inanición y las heridas causadas por el accidente. Los supervivientes quedarían aislados en las montañas durante 72 días hasta conseguir finalmente ser rescatados, y tan sólo 16 de ellos salieron vivos de los montes andinos.

Entre ellos se encuentra Nando Parrado, que fue uno de los encargados de conseguir rescatar al resto del grupo y que esta semana contará su experiencia en el ciclo de conferencias Ahora tú junto a otros ponentes como Irene Villa, el escritor Álex Rovira, el emprendedor Pau García-Milá o Jorge Ruiz, del grupo musical Maldita Nerea. El encuentro tendrá lugar durante los próximos días 20 y 21 de junio en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid. La historia de la terrible experiencia vivida por el equipo de rugby fue relatada por Piers Paul Read en Alive: The Story of the Anders Survivers y en la película de Frank Marshall ¡Viven! (Alive!, 1993), donde Ethan Hawke interpretaba el papel de Parrado, que fue asesor del equipo de la película.

Me habían dado una segunda oportunidad de vivir y no la desperdicié“Yo aprendo de la gente y es la gente la que me aporta a mí”, explica Parrado a El Confidencial sobre sus conferencias. “Las personas vienen para buscar respuestas, por interés o por curiosidad, y se encuentran con una conferencia totalmente distinta a lo que imaginaban”. El lema de esta edición de es el de “una experiencia que cambiará tu forma de ver la realidad”. ¿De qué manera cambió la terrible experiencia de Parrado su visión de la vida? “Aprendí a los veinte años lo que la mayor parte de personas aprenden al final de la vida”. Es decir, “que lo importante son los afectos, el amor y la salud. Lo demás, nos damos cuenta al final de la vida, no es tan importante”.

Nando Parrado perdió a su madre y a su hermana en las solitarias cumbres andinas, por lo que su experiencia fue muy diferente a la de sus compañeros. Tan sólo su padre lo esperaba en casa. “Los otros chicos volvieron y se acabó la odisea. Yo volví y no tenía a mi madre, ni a mi hermana, ni a mis dos mejores amigos. Y mi padre, loco por la pérdida de sus seres queridos, de su familia, se había refugiado en otra mujer”. Sin embargo, lo ocurrido en las alturas le ayudó a afrontar esa situación “rara y difícil” con un ánimo diferente. “Después de lo que había pasado, nada podía deprimirme o algo parecido. Tomé la iniciativa de tener una vida, me habían dado una segunda oportunidad de vivir y no la desperdicié. Por favor… ¡qué vida he tenido!”.

Cómo salir adelante en la peor de las situaciones

Parrado jugó un papel relevante a la hora de rescatar a los compañeros supervivientes. Fue él quien escaló las cumbres andinas, junto a su compañero Robert Canessa, para encontrar ayuda, algo que consiguieron diez días más tarde. En su libro, Parrado cuenta cómo se hizo la promesa de sobrevivir después de perder a su madre y hermana. “El amor por mi padre y saber lo que estaba sufriendo tal vez me dio ese mínimo de poder extra que me permitió hacer lo que hice”, sugiere el antiguo deportista. Sin embargo, Parrado no tiene la fórmula para seguir adelante en circunstancias extremas. “Ójala supiera… ¡Escribiría un decálogo de lo necesario y sería multimillonario!”

Por suerte para nosotros, éramos amigos antes del accidenteUno de los factores más llamativos del llamado Milagro de los Andes es el alto grado de organización que mantuvo el grupo y que permitió que terminasen saliendo adelante. ¿Cómo pudieron compenetrarse en una situación tan límite? Parrado explica que las estrategias que siguieron fueron, ni más ni menos, que las de un equipo de rugby: “Luego nos fuimos adaptando día a día a cada situación, entregando cada uno lo mejor de sí mismos. Allí, los egoísmos no existen. Por lo menos, no existieron dentro de nuestro grupo”.

Una de las preguntas que se ha realizado el ser humano con frecuencia a lo largo de su existencia ha sido la de cómo reacciona el hombre ante una situación como esta, para la que nadie está preparado. Es decir, si realmente el hombre es un lobo para el hombre como afirmaba Thomas Hobbes, o por el contrario, este tipo de situaciones sacan lo mejor de nosotros mismos. Parrado cree que las situaciones así pueden sacar tanto lo mejor como lo peor del ser humano. “Por suerte para nosotros, éramos amigos antes del accidente. No sé qué hubiera pasado en esas condiciones tan extremas si todos hubieran sido extraños entre sí”.

Parrado fue criado en una familia profundamente católica y creyente, aunque no cree que ello fuese un factor esencial para armarse del valor necesario para internarse durante semanas en las cumbres andinas, ya que “rezaba como todos, por las dudas, pero ateos, judíos, islamistas o budistas podrían haber sobrevivido, si hubieran mantenido la misma ética y colaboración”. Estos dos últimos, dos componentes esenciales que permitieron la salvación de Parrado y que, en plena crisis de valores del siglo XXI, quizá merezca la pena recuperar.

La tragedia, cuarenta años después

Nando Parrado contó su historia por primera vez en los noventa, y en 2006 publicó su libro de memorias, Milagro en los Andes (Editorial Planeta). “Durante 26 años nunca hablé, pues nunca nadie me lo había pedido”. Sin embargo, ahora es un habitual de las conferencias y medios de comunicación (“el día que una empresa me lo pidió, fue una avalancha de pedidos de todo el mundo”), y afirma que no cambiaría nada de su experiencia de los últimos 40 años. “He vivido con inmensa felicidad, acompañado de un maravilloso ser humano que es mi mujer Veronique, mis dos hijas y ahora mi nieta Alexia. No he tenido ningún problema durante los últimos 40 años. Tal vez situaciones complicadas de negocios, pero muy relativas”. Sin embargo, asegura que en lo importante, la salud, no ha tenido ningún problema.

Si intentamos cambiar lo malo del pasado, también cambiaríamos lo bueno del presenteCabría pensar que quien ha vivido una experiencia tan límite como la de Parrado querría borrarla de su vida para siempre, pero no es así, puesto que la considera parte esencial de su existencia y formación vital. “No cambiaría absolutamente nada. Si intentamos cambiar lo malo del pasado, también cambiaríamos lo bueno del presente”. A Parrado no le molesta el morbo que ha generado en ocasiones la práctica de la antropofagia a la que los accidentados se vieron abocados, y por la que muchos recuerdan esta historia. “Problema de ellos. Jamás me comentaron algo directamente a mí”.  

Parrado ha contado en alguna ocasión cómo ha vuelto en un gran número de ocasiones a aquel punto de los Andes donde ocurrió la tragedia. Pero afirma que no se trata de una manera de cerrar un círculo o de reconciliarse con el pasado, sino simplemente, de honrar a los caídos. “Fui a poner flores en las tumbas de mi madre, hermana y amigos. Mi cementerio queda más lejos, esa es la única diferencia. No miro jamás para atrás”. ¿Cuál es la última enseñanza que nos proporciona Parrado? “Recuerden que lo importante no es la cantidad de años que uno vive, sino la vida que hubo en esos años”.

El 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en los Andes. De sus 45 pasajeros, la mayor parte de ellos, integrantes del equipo de rugby uruguayo Old Christians, trece murieron en el acto, pero muchos caerían en las semanas posteriores, víctimas del frío, la inanición y las heridas causadas por el accidente. Los supervivientes quedarían aislados en las montañas durante 72 días hasta conseguir finalmente ser rescatados, y tan sólo 16 de ellos salieron vivos de los montes andinos.